Néstor Francia / Sobre la inseguridad en Venezuela y el factor religioso

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En una andanada evidentemente coordinada y respondiendo a un plan, la oposición agita con más fuerza la bandera de la inseguridad, añadiendo además la clara intención de atacar directamente a Chávez y responsabilizarlo del problema. Esta radicalización del tema se produce después que Chávez reconociera públicamente la gravedad de la situación de inseguridad.

El fin de semana varios precandidatos y dirigentes opositores abordaron el tema, y también reapareció el cura Urosa Savino, cardenal y arzobispo de Caracas, involucrado sin duda en el plan, pronunciándose en el sentido de que “La delincuencia está desatada, no hay forma de ponerle coto”.

Tratando de salvar a la canalla mediática de sus responsabilidades en la violencia, el cura expresó que “Ante esa arremetida de la violencia y del hampa en el último mes, me siento sumamente triste porque aquí no se trata de nada mediático, sino se trata de la sangre que está corriendo por las calles, sobre todo de los barrios de Caracas”.

Por su parte Antonio Ledezma señaló que “El Presidente de la República es el culpable del desbordamiento de la inseguridad en Venezuela porque lo que ha hecho es hacerle loa, apología a la inseguridad”

María Corina Machado también arremetió contra el presidente: “Cinco mil personas custodian a un solo hombre, el Presidente de la República, y en Portuguesa 3.800 funcionarios policiales custodian todo el estado, esto equivale a un policía por cada 223 habitantes”.

William Ojeda aprovechó para vincular la inseguridad al debate ideológico, cuando planteó que “Por la anacrónica y estúpida visión de la lucha de clases el gobierno nacional permite a la delincuencia actuar a sus anchas, con toda impunidad, basados en la falsa creencia de que el actuar hamponil es una expresión de las tensiones naturales de pobres contra ricos”.

Julio Borges intervino igualmente para reforzar la matriz: “un tema que nos afecta a todos por igual, sin color ni connotación política, es la inseguridad. A pesar de las constantes protestas de los ciudadanos ante la impunidad con que mueren cientos de venezolanos cada año, es ahora cuando el Presidente reconoce la existencia de la inseguridad en Venezuela”.

Borges culpó directamente a Chávez del problema y afirmó que “No es justo que en Venezuela se invierta más en gastos militares que en seguridad ciudadana, quien toma todas estas decisiones es él, le costaron 157 mil homicidios para evidenciar la problemática de todos los venezolanos… No digo todo esto por echarle la culpa sólo al gobierno; los gobernadores, alcaldes, jueces, fiscales y las familias, son responsables también, pero el principal responsable es el Primer Mandatario nacional porque es él quien toma las decisiones y es el director de la orquesta”.
 
Al margen de que sin ninguna duda la oposición ha orquestado esta ofensiva para enfrentar al Chávez candidato, sabemos, como lo ha dicho el mismo presidente, que la inseguridad es un problema real, pero  se ve dimensionado por varias vías. Una es la mediática. En los últimos días se han incrementado los reportajes, entrevistas y otras formas de aprovechar un problema innegable para magnificarlo, manipular a la opinión pública y hacer amarillismo.

Ahora bien, muchos hemos opinado unas cuantas veces que buena parte de la inseguridad es inducida por los factores conspiradores de ultraderecha. En Venezuela hay paramilitarismo dirigido y a menudo la violencia absurda de algunos crímenes solo puede ser explicada por la acción de agentes introducidos en el cuerpo social, una especie de sicariato público, que está actuando a conciencia para profundizar el problema.

La derecha va a seguir atacando por ese lado, ya que la inseguridad aparece en varias encuestas como el problema que más preocupa a los venezolanos. Esa derecha niega todo los esfuerzos hechos para abordar el asunto de una manera estratégica, como la creación de la Policía Nacional Bolivariana y de la Universidad de la Seguridad, las distintas formas de participación de instancias del Poder Popular y otros, además de los avances en temas colaterales que inciden en el problema, como la educación y la calidad de vida de los ciudadanos.

El ataque contrarrevolucionario, en el flanco de la inseguridad, es cerrado, masivo y a discreción. Es necesario prepararnos muy bien para darle respuesta.

Es significativo como la derecha desprecia al pueblo y tergiversa su presencia, su amor por Chávez y sus maneras propias de manifestar su fe y su esperanza. Confundiéndolo todo, los representantes de la contrarrevolución tratan de presentar las manifestaciones populares que respaldan al presidente en el trance de su enfermedad como una especie de montaje político o una manipulación de las creencias del pueblo.

No se dan cuenta, o tal vez fingen no hacerlo, de que la enfermedad de Chávez no es un problema personal de él. Chávez es la encarnación de una etapa histórica, de una gran esperanza, de una revolución. Si se enferma Chávez, nos enfermamos todos los que lo amamos y respetamos, se enferma el alma de todo el pueblo revolucionario, y es así físicamente, ya que la enfermedad del Presidente nos ha producido angustias, malestares anímicos, grandes preocupaciones.

Una de las formas en que el pueblo ha mostrado ese amor y esa preocupación por Chávez ha sido a través de sus creencias religiosas. Que nos perdone el lector, pero excepcionalmente hablaremos en primera persona, ya que se trata de un asunto estrictamente individual: he proclamado abiertamente, en uso de la libertad de cultos, que soy ateo. Además somos enemigos jurados de la alta jerarquía católica, del Papa para abajo. Pero respetamos profundamente las creencias religiosas de la gente, de hecho somos hijos de padres católicos.

Mas la derecha, que se proclama cristiana, muestra la más odiosa intolerancia hacia la fe de los venezolanos. De allí las opiniones que veremos de algunos de sus voceros.

Rafael Uzcátegui, sociólogo: “Para mantener la moral y la cohesión, permanentemente se están promoviendo toda esta serie de ritos, que algunos son estrictamente políticos pero otros son de carácter religioso”. Para Uzcátegui las manifestaciones populares son solo consecuencia de maniobras comunicacionales: “…este tipo de utilización sincrética de la religiosidad, de las costumbres, de la forma de ser del venezolano ha sido uno de los aciertos comunicacionales del presidente Chávez (…) que ha comenzado a entrar en el panteón de santos paganos a los cuales la gente le rinde culto”

Por su parte, la muy escuálida académica y cerebral Colette Capriles afirma: “Los elementos más antonomásicos de la retórica evangélica, del pastor que promete redención, no han sido los más importantes siempre, pero ahora aparecen muy magnificados porque los elementos de gestión pública son poco eficaces”. Esta contrarrevolucionaria no entiende que es precisamente por los éxitos de la gestión, sobre todo el sentido de resolver problemas de los más necesitados, que el pueblo revolucionario ama a Chávez y ora por él.

Pero el irrespeto más indignante lo practica el columnista derechista Manuel Malaver al afirmar que la actuación  del pueblo ha “devenido en un ejercicio de celebración de ritos mágicos, de invocación a las ‘Tres Divinas Personas’ y el ‘Gran Poder de Dios’, de oraciones del tabaco a la Reina María Lionza y su Corte Celestial, y de golpes de tambor a San Juan Bautista y el Negro Felipe por la pronta sanación del cáncer que a todas luces hace estragos en la humanidad del comandante en jefe, caudillo y redentor”.

De manera intolerante, y atentando contra la libertad de cultos establecida en nuestra Constitución, Malaver pretende poner a la religión católica por encima de las demás, excluyendo y estigmatizando a expresiones religiosas sincréticas y tradicionales de nuestro pueblo: “Es cierto que también hubo misas católicas, una de ellas ecuménica, con representación de sacerdotes de todas las iglesias cristianas del país ¿pero qué duda cabe de que igualmente se celebraron ceremonias más esotéricas, misteriosas y satánicas, de sectas menos conocidas y hasta prohibidas, ya fueran de la santería, del vudú y de la macumba…?”

En una situación de carencia de liderazgo, donde estos escuálidos no sienten ni el más mínimo respeto por los majunches que los representan, es natural que desprecien al liderazgo popular verdadero y al pueblo que lo enaltece. La contrarrevolución está desconcertada y no entiende nada.

Periodista.

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