Periodismo en EEUU: la maldad de lo banal

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No se supone que fuera así. Entre otras cosas, se ha dicho que el 11/9 era un llamado a los medios para que no se dedicaran más al escándalo, el sensacionalismo y la trivialidad y comenzaran a contar al pueblo estadounidense la historia de lo que sucede en el mundo, más allá de la Tierra de Nunca Jamás.

No fueron sólo los responsables de la política y las agencias de espionaje los que mostraron su fracaso de inteligencia en los meses anteriores a los ataques terroristas. También los medios. En el verano de 2001 el enfoque obsesivo de los canales por cable y de las cadenas de noticias había estado en Gary Condit, el congresista de California que pudo haber tenido o no una relación sexual con una joven que había desaparecido y más tarde apareció muerta. La otra gran noticia por aquella época fueron los ataques por tiburones.

Actualmente, más de tres años después, no existe ninguna evidencia de que Gary Condit haya tenido algo que ver con la muerte de Chandra Levy, mientras que investigaciones ulteriores demostraron que los ataques por tiburones no fueron inusualmente frecuentes o mortales en 2001.

El escándalo y el sensacionalismo primaron en los medios por entonces, pero se suponía que el 11/9 hubiera cambiado todo eso. No ha sido así.

Esta realidad había estado asomando hace algún tiempo, pero hizo falta que llegara el pasado viernes, 4 de marzo de 2005, para subrayar el hecho de que las cosas están peor. Ese fue el día que CNN, MSNBC y todas los demás programas de noticias por cable o de las cadenas sólo tuvieron a Martha Stewart (der.) en pantalla, todo el tiempo, el día entero –excepto, por supuesto, para un desvío ocasional hacia otro hecho de importancia histórica mundial: el juicio de Michael Jackson.

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No hubo tiempo ese día para otra noticia de significación ligeramente diferente: un informe de la ONU que pronostica que 80 millones de africanos puede que mueran de SIDA en los próximos veinte años, a no ser que la comunidad internacional comience a tomar medidas ahora.

El día que los programas noticiosos se dedicaron a examinar cada ángulo de la noticia de Martha Stewart, desde el precio de las acciones de su compañía hasta su pérdida de peso y las condiciones de su libertad bajo palabra, la noticia no cubierta fue que Estados Unidos y los otros países ricos, si financiaran adecuadamente la lucha contra el SIDA, podrían salvar de la muerte a más de 16 millones de africanos y a 43 millones de la infección por VIH.

Los medios impresos, como siempre, reflejaron prioridades menos desviadas –pero no mucho menos–. The Miami Herald, por ejemplo, presentó a Martha Stewart como su noticia principal. Colocó la noticia de Stewart en el lugar principal –primera plana, izquierda, encima de la línea de doblez– y le dedicó 22 párrafos. El Herald publicó la noticia del SIDA en la página 15A con 15 párrafos. La noticia de Michael Jackson apareció en la página 3A y tenía 13 párrafos. El lugar y el espacio deciden; los editoriales no.

Algo de búsqueda en Internet reveló una sutileza. Como era de esperar, la búsqueda, realizada el 7 de marzo por medio de Noticias Google descubrió 282 entradas acerca del informe de UNOSIDA y 7.670 acerca de Martha Stewart.

Pero el origen de las noticias de ONUSIDA, comparado con las fuentes de los artículos acerca de Martha Stewart, era tan revelador como la sorprendente desproporción entre la significación relativa de los ítems y la cobertura que recibieron. La primera entrada de la noticia de ONUSIDA provenía de una publicación sudafricana en línea. Siete de las primeras diez noticias de ONUSIDA eran de fuentes originadas en países bajo procesos de desarrollo, dos de la Voz de Estados Unidos y una del Chicago Tribune.

Eso significa una de cada diez de los medios corporativos norteamericanos. En cambio, la primera acerca de Martha Stewart era de MSNBC. El titular: “El poncho de Martha Stewart: ¿nueva tendencia de la moda?” En total, tres de las noticias de Martha Stewart provenían de canales de noticias por cable, una era de BusinessWeek y las otras de varios otros medios norteamericanos.

Por tanto, mientras la maldad de la banalidad en los medios es un fenómeno global, en ninguna parte está tan extendida ni es más ominosa que en Estados Unidos. En el país cuyas acciones afectan a todo el planeta de forma dominante y profunda, las noticias acerca de lo banal y titilante –Martha Stewart, Michael Jackson, Scott Peterson y O.J. Simpson– dominan las ondas y pueden ahogar con su cobertura a las noticias más importantes, incluso la muerte inminente de 80 millones de nuestros semejantes.

Uno de los problemas con el abandono por parte de los medios, así como la ignorancia del público acerca de la inminente tragedia del SIDA en África, se evidencia en el informe de ONUSIDA. Hay una forma de evitar las 16 millones de muertes y 43 millones de infecciones en África en las próximas dos décadas. Pero sería necesario que los países ricos donaran US$ 200.000 millones para la prevención y tratamiento a escala masiva de la epidemia.

Como país más rico del mundo Estados Unidos, que pronto habrá gastado más de $200.000 millones en la guerra de Irak, tendría que suministrar la parte del león de ese dinero, quizás $80 mil millones. Pero ¿puede concebirse que un público al que constantemente se le embute una dieta de argumentos de telenovelas disfrazados de noticias, una audiencia privada de una comprensión de las preocupaciones del resto de la especie humana, pudiera exigir o tan siquiera apoyar una redistribución racional de los gastos de EEUU y de las prioridades de política exterior?

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Por el contrario, la dedicación de los medios a lo superficial y a lo que está de moda, y la ausencia de noticias verdaderas o el análisis independiente acerca del estado del mundo, es ideal para una administración decidida no sólo a rediseñar el mapa del Medio Oriente, sino a reformar el mapa mental del país y del mundo para que acepte como virtudes la hegemonía de EEUU y el capitalismo rampante.

Cuando los medios no están informando sobre el vestuario de Michael Jackson, siguen la última crisis o amenaza inventadas por la administración Bush. Las armas de destrucción masiva en Irak, las tropas sirias en Líbano, las armas nucleares en Irán, el próximo derrumbe de la seguridad social –no importa si la crisis es real o no–. La administración prepara el libreto y define los parámetros del debate; los medios siguen las indicaciones.

Después del 11/9 los medios aceptaron preguntas como “¿Por qué nos odian?” Pero no hurgaron mucho en busca de respuestas. Eso hubiera exigido verdadero análisis y, en particular, cierto grado de autocrítica. Ahora los medios acuden nuevamente a preguntas cómodas: “El poncho de Martha Stewart: ¿nueva tendencia de la moda?” La próxima vez que los medios pregunten por qué nos odian, debieran mirarse en el espejo.

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* En Progreso semanal.

Nota

¿Y quién diablos es Martha Stewart?

Personaje –millonaria–de la farándula estadounidense. La llamaban “la gurú de la decoración”. Fue presa –cinco meses de cárcel efectiva y otros tantos en situación de arresto domiciliario, aunque autorizada para salir de casa a trabajar– por habérsela encontrado responsable de fraude en la venta de acciones de su empresa justo cuando su valors se derrumbaba.

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