Poder turco se yergue en el vecindario árabe

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Si bien Davutoglu es calificado como neo-otomanista, un término que él aborrece, reubicar a Turquía desde el lugar marginal que ocupaba al predominio político y geoestratégico que hoy tiene, ya estaba en los planes del fallecido primer ministro y presidente Turgut Ozal (1927- 1993) en los años 90.

Ozal fue quien comenzó el proceso de integración de Turquía a la Unión Europea (UE), formalizado por Erdogan en 2005.

El comercio fue la primera área de interés de la década pasada. Pero las prioridades comerciales de Turquía se fueron alejando progresivamente de la UE y acercándose más y más a Medio Oriente y África del Norte.

Antes de 2002, las exportaciones turcas al mundo árabe permanecían en los 3.000 millones de dólares anuales, y las importaciones eran de 3.400 millones de dólares.

Desde que Erdogan gobierna, las ventas a la región crecieron notablemente para llegar a 30.000 millones de dólares en 2010, con Emiratos Árabes Unidos como principal comprador, con 8.000 millones de dólares al año.

Las compras turcas a los países árabes en el mismo periodo han variado entre 5.000 y 11.000 millones de dólares por año.

La diplomacia comercial fue uno de los principales instrumentos de Ankara. Un tercio de las giras de funcionarios del gobierno entre 2003 y 2010 fueron dentro de la región. El presidente Abdulah Gul viajó 17 veces, Davutoglu, 29, y Erdogan, 47. En las comitivas siempre había por lo menos 50 empresarios.

Mientras, las exportaciones a la UE cayeron de 63.000 millones de dólares, en 2008, a 47.000 millones de dólares en 2009, aunque se habían duplicado en la década anterior.

El énfasis comercial es evidente en el vecindario y entre los países con una cultura similar. Las exportaciones a las naciones de la Organización de la Conferencia Islámica aumentaron de 3.700 millones de dólares, en 2002, a 32.500 millones de dólares, en 2010.

La Primavera Árabe, con todo, tiene a los saltos a exportadores y empresas contratistas. Las compañías constructoras estiman que, solo en Libia, se interrumpieron o se abandonaron contratos por 25.000 millones de dólares, la mayoría firmados con el régimen derrocado o con familiares del asesinado Muammar Gadafi.

Días después de la renuncia forzada del expresidente de Egipto, Hosni Mubarak, se suspendieron o cancelaron grandes contratos de infraestructura de empresas turcas en ese país. Las expeditas visitas de Gul y Erdogan a El Cairo en el verano boreal fueron una señal de la presión que el sector empresarial ejerce sobre Ankara.

Si bien Erdogan y Davutoglu pasan por una muy buena racha en su campaña para ganarse los corazones, las mentes y las billeteras de los árabes, sus vecinos más cercanos amenazan con arruinarles la fiesta.

Además, el clima interno puede cambiar, pues la tregua entre laicistas y conservadores se pondrá a prueba en el próximo debate sobre una nueva Constitución, que debe dar muerte a los principios basados en la doctrina del padre de la Turquía moderna, Kemal Ataturk, y modelados por sucesivas dictaduras militares, para reemplazarlos por otros, completamente democráticos.

*Análisis para IPS

 

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