¿Por qué se plantea hoy la unidad de América Latina?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El imperialismo se opone al crecimiento del capitalismo en las colonias. Gracias al resorte propulsor e involuntario de las grandes crisis mundiales (1914, 1939, el “crack” del 1929) aparecen en los países coloniales o semi-coloniales formas embrionarias de capitalismo industrial. Grupos de burguesías locales se vinculan al mercado interno. Por su parte, el gran capital imperialista, estrechamente vinculado a las oligarquías agrarias, mineras o financieras, se opone al desenvolvimiento de estas nuevas burguesías, empleando todos los medios, sean políticos, económicos o militares.

Esta lucha de clases se da con frecuencia, pero no se trata de la lucha de clases habitualmente conocida como el duelo entre la burguesía y el proletariado según el modelo europeo, sino de una lucha menos mencionada en los libros y más vista en la realidad, que es la lucha entre la clase oligárquica y la nueva burguesía.

En este sentido, podría decirse que la dictadura militar en la Argentina, guiada por la pandilla de Martínez de Hoz, ha luchado con tal éxito contra la burguesía nacional, que ha terminado por destruirla. Pero esto no podría significar en modo alguno que Martínez de Hoz ha llegado al socialismo, sino, por el contrario, que la oligarquía ha logrado dejar sin trabajo a dos millones de obreros y obligado a los industriales a transformarse en importadores, financieros, estafadores, o, en otros casos, a emigrar.

A diferencia de todos los países de Europa o Estados Unidos, donde la norma es el triunfo económico y político de la burguesía urbana sobre sus antiguos adversarios de la nobleza agraria, en América Latina la burguesía industrial es minoritaria en todas partes y rara vez está en condiciones de ocupar el poder, sino mediante caminos indirectos como en el caso del Ejército y del peronismo entre 1945 y 1955, en la Argentina.

Resulta evidente, ante todo lo dicho, que la unidad de América Latina no se plantea hoy como exigencia del desarrollo de las fuerzas productivas en busca del grandioso mercado interno de las 20 Repúblicas, sino justamente por la razón opuesta. A fin de lanzarnos resueltamente por el camino de la civilización, la ciencia y la cultura, exactamente para desenvolver el potencial económico de nuestros pueblos sea por la vía capitalista, por medio del capitalismo de Estado, por la ruta de un socialismo criollo o por una combinación de todas las opciones mencionadas, América Latina necesita unirse para no degradarse. No es el progreso del capitalismo, como lo fue en Europa o Estados unidos el que exige hoy la unidad de nuestros Estados, sino la crisis profunda y el agotamiento de la condición semi-colonial que padecemos.

La guerra de las Malvinas, en el cuadro de esta lenta decadencia, ha irrumpido y vuelto a plantear todo de nuevo y aquella figura retorizada, abrumada en el bronce, venerada en la rutina escolar inmovilizada y divinizada, es decir Simón Bolívar, ha cobrado vida en el Atlántico Sur. Vuelve a montar a caballo. Toda la América Latina ha recobrado la memoria histórica perdida.

Ahora se entiende al fin el significado de voces olvidadas y precursoras: Torres Caicedo, Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Haya de La Torre. Y se podrá comprender que ni el nacionalismo, ni la democracia, ni el socialismo poseen el menor significado en América Latina, si no se reencarnan en un programa general de Revolución Nacional Unificadora de La Patria Grande. La guerra de Malvinas, con el fulgor del relámpago, enseñó a los latinoamericanos que realmente tienen una patria común.

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* Historidor y político argentino (1921-1994).
Se agradece el envío a:
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