¿Quién tira los hilos?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El paranoico sabe que su delirio es verdadero con una certidumbre que pocas personas pueden experimentar. Cualquiera que no pueda conectar estos eventos auto evidentes en la forma en que el lo hace debe ser insano.

Cuando el paciente empezó a escuchar voces concluyo que ellas provenían de parlantes microscópicos implantados en sus tapaduras dentales. Si los parlantes fueron implantados, entonces, también lo fueron los micrófonos que le permitían al dentista vigilar sus conversaciones. Esto significaba que el dentista era parte de una conspiración relacionada con la mafia, cuyo intento era lavarle el cerebro para unirlo a la organización como doble agente.

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Este es uno de los ejemplos más comunes de delirio paranoico. Lo típico en ellos son las interminables variaciones en el tema de las inter-conexiones mortales y de las grandes conspiraciones que se ocultan detrás de los eventos más mundanos. De propósitos malignos en un mundo en donde nada ocurre por accidente.

El paranoico se zambulle en un abismo que es percibido como amenazante. Su ambiente esta poblado de agentes omnipresentes y figuras siniestras, vagamente identificadas como «ellos» o «comunistas» o la «CIA» enviadas para reportar e informar. Convencido de que la naturaleza humana consiste en disimular, sospecha de todo, incluyendo sus amigos más cercanos y los miembros de su propia familia que adulteran su comida con venenos y drogas que alteran la mente.

Este es un mundo en donde no hay confianza, amistad ni amor. Y la confirmación siempre esta allí, porque cada vez que él habla y expone su terrible descubrimiento de la conspiración en progreso, los que lo escuchan retroceden con una negación apresurada, lo que los identifica como participantes del complot.

En Francia, Thierry Meissan, un investigador que dirige una organización llamada La Red Voltaire, afirma en su libro, The Horrifying Fraud, que el terrorismo del 9/11 no fue organizado por Osama ben Laden y al-Qaeda, sino por una red derechista dentro del Pentágono. La variante árabe de su teoría, ampliamente difundida en el mundo islámico, nombra a la agencia de inteligencia israelita Mossad como ligada directamente al ataque de Nueva York (Kayhan Website, Tehran, Sept. 08/2002).

¿No es esta la idea de que detrás del poder siempre hay otro poder mas siniestro y diabólico controlando lo que ocurre? ¿Un poder más allá del poder, frente al cual estamos solos porque somos los únicos en el mundo entero que han logrado descubrirlo?

La cultura popular es prolífica en su intento de revelarnos ese poder. ¿No es eso lo que intento el cine al dramatizar el asesinato del presidente Kennedy? ¿O el ataque viral, en el espacio cibernético, controlado detrás de las bambalinas? La ejemplificación mas rica, probablemente, la encontramos en Los expedientes secretos X, por lo que no es sorprendente la tremenda popularidad que logró.

El grupo Bilderberg se reúne anualmente y entre sus asistentes se encuentran la realeza de Europa, lideres nacionales, figuras políticas y directores de las más grandes compañías mundiales. El periodista James Tucken ha seguido este grupo por años y afirma que este es el verdadero poder que esta detrás del telón, determinando la nueva política monetaria de Europa, la imposición de NAFTA, el precio de la gasolina y en la reunión de este año(Julio,2006) se disponían a decidir la suerte del presidente de Irán.

Según Tucker, que acaba de publicar su Bilderberg Dairy, él no promueve una teoría de la conspiración. Lo que él denuncia es una conspiración de hechos… ¿No es esta la idea de que en todo conflicto social hay siempre alguien en control? (Dios, el Diablo o la astucia de la razón. Y si ya no creemos en absolutos, la CIA siempre puede cubrir esta ausencia).

Lo que Ulrich Beck llama The Second Enlightenment es exactamente lo opuesto a lo que el primero pretendía, el surgimiento de una sociedad en la que las decisiones fundamentales perderían su carácter irracional al fundamentarse completamente en buenas razones, en el correcto conocimiento del estado de las cosas.

Este “second Enlightenment” (segundo iluminismo) nos impone el peso de hacer decisiones iniciales que pueden afectar nuestra propia sobrevivencia sin una fundamentación cognitiva apropiada ¿No es esta radical apertura e incertidumbre la que tratan de encubrir todas las comisiones y comités de expertos gubernamentales?

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Lejos de disfrutarse como liberadora esta compulsión a decidir libremente es experimentada como un juego angustioso. Soy considerado responsable por decisiones a las que fui obligado a tomar sin un conocimiento total apropiado de la situación. La libertad a decidir que disfruta el sujeto en la “sociedad del riesgo” no es la libertad de alguien que elige libremente su destino, sino, la libertad opresiva de alguien que esta constantemente obligada a hacer decisiones sin tener plena conciencia de sus consecuencias.

Hoy vivimos en una sociedad que se ubica después de la naturaleza y la tradición. En nuestra relacion con el mundo que nos rodea ya no podemos confiar en la naturaleza como fundamento y recurso permanente de nuestra actividad (siempre existe el peligro de que nuestra actividad disturbe el ciclo reproductivo natural) o en la tradición como la forma sustantiva de las costumbres que sostienen nuestra vida.

El quiebre y la disolución de todas las formas tradicionales, lejos de dar origen a una sociedad en la que los individuos viven sus vidas colectiva y libremente, engendra, por el contrario, su propia forma de destino anónimo en la forma de relaciones mercantiles. El mercado posee una dimensión de riesgo fundamental. Es un mecanismo impenetrable que puede en forma impredictible arruinar al trabajador y enriquecer al especulador.

Nadie sabe de antemano cual será el resultado de una especulación particular. Y, sin embargo, a pesar de las consecuencias impredictibles de nuestros actos, todavía persiste la fantasía de que ellos están coordinados por la infame “mano invisible” del mercado, premisa clave de la ideología del libre mercado. La interacción, el choque y las intenciones conflictivas de la multiplicidad de actos individuales resulta en el bien estar de todos. Es aquí en donde el orden simbólico sobrevive como la sustancia en la que todos participamos a través de nuestros actos, como el agente espectral misterioso que de alguna manera reestablece el balance.

Lo que hoy ocurre en la sociedad posmoderna del riesgo es que no hay “mano invisible”o mecanismo ciego que, de alguna manera, restablezca el balance. No hay “otra escena” en la que las cosas se mantengan apropiadamente, como tampoco la ficción de “otro lugar” en el que desde la perspectiva del Juicio Final nuestros actos serán propiamente evaluados. Y ni siquiera podemos hablar de un mecanismo global que regule nuestras transacciones ¿No es esta ausencia de las esencias la que justamente caracteriza el posmodernismo?

Quienes todavía viven desde el paradigma de la tradición modernista buscan aquella otra agencia que legítimamente se pudiera elevar a la posición del sujeto que esta a cargo y que se supone saber, sea este la iglesia, la comunidad científica, la autoridad del gobierno o, por ultimo, si no creemos en ellos, al maestro secreto invisible de las teorías de la conspiración.

Según Lacan, se podría decir que la característica común a todas estas historias es la del hecho de que revelan la existencia del «otro del otro», un sujeto escondido que tira concientemente los hilos del «gran otro» (el que sostiene el orden, la ley y la norma social que regula nuestra existencia). Este «otro del otro” es el que nos manipula a través de la aparente espontaneidad de lo accidental, el Artista escondido cuya creación o fantasía es nuestra realidad.

El advenimiento de la posmodernidad afecta no solo a la tradición, sino que, también, a cualquier otro marco simbólico de referencia, incluyendo a la institución simbólica misma, en un sentido mucho más fundamental. La confianza en el “Logos” ha sido, potencialmente, socavada. A la base del edificio teorético nos encontramos con el vacío. Y es este vacío el que, a cualquier costo, queremos cubrir. Necesitamos creer que detrás de las apariencias hay siempre alguien que todavía tira los hilos.

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Cuando los individuos carecen de un mapa cognitivo que les capacite para ubicar su lugar dentro de la totalidad social, la teoría de la conspiración les permite darle cierto sentido a la complejidad social. Sólo que con ello se encubren las actuales fuentes de poder. El despido de la dimensión “paranoica” de las teorías de la conspiración o el que no haya un Logos trascendente o un Artista componiendo la gran pintura no significa que no exista un foco de poder que necesitamos desafiar.

Hoy día, el poder sigue la estrategia de negarse a si mismo, de presentar sus aparatos organizativos como elementos de una red caótica. En la época del capitalismo tradicional la apariencia de Orden, de una agencia central controlando la realidad social enmascaraba el caos subyacente incontrolable de los procesos sociales.

Hoy día, en cambio, la apariencia de caos, la celebración del capitalismo posmoderno que descansa en la producción “autopoietica” y las decisiones descentralizadas, es la mascara ideológica del crecimiento desmesurado de los aparatos estatales y de formas de regulación, de control social y económico que define el neocolonialismo contemporáneo. Este es el poder real que esta allí para quien quiera verlo.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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