Rally Dakar: máscara del primer mundo, miseria de todo lo demás

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Rivera Westerberg.

Las dudas se despejan: América del Sur —una parte de ella, al menos— va mucho más adelante que los inútiles  "objetivos del milenio", los da por cumplidos con el aplauso entusiasta de algunos millares de descerebrados para regocijo y contentamiento de su elite política (de las zonas por donde truenan los motores y de las alejadas —que lo ven por la tele).

Algunas almas no imaginativas, quizá por su pobre rendimiento intelectual, protestan por la versión 2011 del famoso Rally Dakar, que por alguna razón no contempla ni en su logotipo ni en su titulación el hecho de que se desarrolla océano por medio de Dakar; tampoco se informa por qué ya no tiene lugar, como en un comienzo, en la "vieja" (pero no tonta) Europa ni en los andurriales africanos.

Miles de barriles de petróleo refinado consumidos, también usadas toneladas de lubricantes varios, hectólitros de agua dulce evaporada, millares de animalitos muertos y vegetación aplastada y desenrraizada, contaminación terrestre y aérea, en fin, al servicio de la diversión "deportiva" de unos cuantos con el dinero suficiente para terminar o intentar terminar un recorrido absurdo para demostrar algo que no tiene sentido.

¿Para quién se organiza el rally? ¿Quiénes obtienen ganancias por su organización y realización? De seguro no esos imbéciles que discuten sobre las "bondades" de máquinas y motorizaciones que jamás verán de cerca; tampoco esas jóvenes de poleras apretadas que sienten la punzada orgasmática al ver pasar, desde alguna atalaya o por la tele, a sus "gallardos favoritos".

Mientras se hundía el Titanic la leyenda quiere que la orquesta de primera clase tocó hasta que los alcanzó el hielo del Atlántico Norte; héroes esos músicos. Pragmáticos, en cambio, mecánicos, "navegantes", ayudantes de cualquier cosa, conductores, "espónsores", anunciantes, periodistas varios, "expertos" en turismo, gobernantes y otros —histéricos probablemente— contribuyen gozosamente al ocaso de las cultura y a la extinción. Nuestra extinción.

Pero, paráfrasis: tras la última acelerada / nadie dijo nada.

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