Tenía 12 años, tomé la bici y me fui al colegio

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Se informa y opina a raudales sobre las redes de abusos sexuales sobre menores de ambos sexos, pero cada caso vuelve a estremecer como si fuera único. Si la violación es el peor delito concebible -porque destruye todo concepto de cultura, civilización y derechos humanos-¿qué pensar de aquellos que la premeditan y perpetran en niños?

Sólo pueden ser considerada, en nuestra época, en la misma escala zoológica la escoria -militar o al servicio de militares- que durante los eufemísticos gobiernos de facto latinoamericanos en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay abusó -en mucbos casos hasta la muerte de sus víctimas- de mujeres, muchachas y varones en los «chupaderos» y cárceles clandestinas en tiempos de infamia. Son los «dignos» predecesores de los milicos y milicas estadounidenses y británicos que montaron sus orgías de terror en Iraq -hijos también de quiénes instruyeron y «aconsejaron» a sus similares de Suramérica-.

fotoOnce semanas y media -era una niña de 12 años- Sabine Dardenne (der.) fue juguete de uno de los individuos más sádicos de que se tenga memoria, desde la locura de Gilles de Retz, en la época de Juana de Arco -de quien fuera uno de sus capitanes-. En los últimos 30 años sólo se equiparan a Marc Dutroux tal vez Osvaldo Romo y Rosa Ramos -torturadores en Villa Grimaldi, en Santiago de Chile, cuando Pinochet gobernaba ese país-.

Relato del espanto

Sabine no fue la única convertida en maltratada mascota sexual.

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De hecho fue encontrada casi por casualidad, en 1996, por la policia que allanó la vivienda de Dutroex en busca de otra adolescente, Laetitia Delhez (izq.) de 14 años, también secuestrada. Son las únicas sobrevivientes.

Entre 1994 y 1996 este técnico electricista violó y asesinó a dos jóvenes de nacionalidad eslovaca; también a Julie Lejeune y Melissa Russo -ambas de 8 años de edad-, a Anne Marchal, de 17 años, y a Eefje Lamabrecks, de 19.

Durante la extensa investigación y proceso -las condenas fueron dictadas en 2004- Dutroux aseguró no su inocencia, sino la existencia en Bélgica -un país donde nunca pasaba nada- de una red de pederastas y pedófilos constituida por hombres ubicados en las más altas esferas de la actividad pública y privada.

Como ocurriera en otros países -por ejemplo en Chile el caso Spiniak, que explotó como una bomba de racimo en la sociedad a fines de 2003- los tribunales no encontraron pruebas ni méritos para efectuar una segunda investigación.

Dutroux había sido condenado años antes por unas seis violaciones a 13 años de cárcel; cuando se destaparon sus segundas andanzas llevaba poco tiempo libre -había salido poco después de cumplir casi la mitad de la pena por «buena conducta»-.

Dos de las jóvenes abusadas fueron sepultadas todavía vivas; a otras dos -Melissa Russo y Julie Lejeune- la cónyuge del violador las dejó morir de hambre mientras Dutroux estaba en prisión, a fines de 1995, por robo el robo de un automóvil. La explicación es que Michelle Martin no se atrevió a alimentarlas por temor a que la agredieran; las niñas tenían ocho años cada una…

fotoEn 1998 Dutroux (der.) fugó de la prisión gracias a una supuesta ayuda «de arriba». Cuatro años después, en 2002, dio abundante información -e incluso algún nombre- sobre lo que definió como una red pedofílica belga.

Los cálculos de UNICEF estiman que alrededor de un millón de niños -en su mayor parte chicas-son volcados por la fuerza en las rutas del sexotráfico; la sospecha de que quizá Dutroux y sus cómplices fueran parte de esa mafia jamás se comprobaron.

Exorcizar el pasado

Laetitia Delhez y Sabine Dardenne -ya convertidas en dos jóvenes mujeres- dieron su testimonio en el juicio a su torturador; gracias a ellas pudo conocerse el verdadero «lavado de cerebros» a que las niñas eran sometidas. Las decía que sus padres las abandoron a su suerte; que él era su único amigo, que las protegía de otros que las querían asesinar, etc…

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A los 21 años Sabine resolvió escribir un libro. Relatar la pesadilla para que el pasado quedara atrás. Y también para que permanezca vivo el recuerdo de sus atrocidades. Quizá teme que esas «influencias» de las que Ducroex hizo gala vuelvan a hacerse presente cuando pase el tiempo.

Yo tenía 12 años, cogí mi bici y me fui al colegio -la imagen pertenece a la edición española- es el libro que fascina a gran parte de los europeos. No se trata de un texto fácil -tampoco ha sido fácil la vida de Sabine Sardenne-:

«Algún día tenía que enamorarme, como las demás chicas. Lo necesitaba y a la vez me daba miedo. A esa edad me decidí. Antes lo habíamos estado hablando y hablando sin parar, y también nos habíamos peleado como niños.

«El conocía mi pasado, igual que todo el mundo; pero casi nunca hablábamos de ello. Sería una primera vez para ambos: para mí, por el amor, y para él, por la experiencia. Yo fui la primera que tuve el valor de reconocer mis temores: ‘Ya te imaginarás que se trata de una experiencia muy dura en mi vida. No será fácil’. Según me dijo, él tampoco era un experto, así que me lo tomé a risa: ‘¡Mejor, así lo haremos igual de mal los dos!’.

«Y salió bien. Conseguí superar el bloqueo que amenazaba con amargar mi vida de mujer durante mucho tiempo. Sólo el amor podía liberarme de ello».

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Página 12

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