Un país con un destino incierto: la dura realidad de Haití

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Alfonsina Silvestri*

Con el objetivo de alcanzar el control de los recursos económicos del Caribe y el Pacifico, Estados Unidos ha intervenido política y militarmente la zona. Estrategia de la que Haití fue y es clave. El país del norte promovió y protegió regímenes, exportadores e importadores corruptos; además de desatar y orquestar conflictos sociales.

Desde 2004 Haití tiene una presencia armada y amparada por la ONU, bajo el nombre de “Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití” (MINUSTAH), organizada por Washington. La MINUSTAH cuenta con 9 mil soldados, de los cuales 7,265 soldados son de Brasil y el resto son efectivos de Chile, Uruguay, Argentina, Ecuador y de España, Canadá, Francia y Estados Unidos miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

Bajo la idea de integrar “una fuerza de paz conjunta”, los países sudamericanos, avalan y ejecutan la intención estadounidense de lograr una fuerza multilateral de vigilancia en la región. Aunque, algunos analistas los ven como un contrapeso hacia las intenciones de Estados Unidos, que además fortalecería a la ONU.

Sin embargo, al pueblo haitiano le ha costado y le cuesta mucho su desarrollo nacional. Parece pagar la osadía de ser la primera nación -en 1804- donde los esclavos negros lograron abolir el sistema esclavista por acción propia revolucionaria y declarar su independencia.

Ironías de la vida, su historia ha sido signada por la falta cíclica de gobernabilidad, materializada en una de las dictaduras más sangrientas del Caribe y América Central -entre 1959 y 1979- cuyos asesinatos alcanzaron al tercio de la población. Incluso, la inestabilidad se concretó por renuncias gubernamentales -como la del presidente Aristide en 2001-; acciones comandadas e ideadas desde Washington.

La salida desesperante

La ingobernabilidad está relacionada con la cruel realidad de ser uno de los más pobres en el mundo (aproximadamente el 90 por ciento vive en condiciones de pobreza). La ayuda humanitaria internacional no llega en forma gratuita, sino que es interceptada por una élite comercial que los distribuye en el mercado formal e informal.

A esto se suma la destrucción del medio ambiente por la deforestación y los desastres naturales, la violencia, la falta de empleo, la destrucción productiva y el narcotráfico. Aspectos que hacen del país un lugar de donde muchos quieran escapar.

Mientras el 80 por ciento de los profesionales se plantean abandonar el país ante la falta de oportunidades, muchos optan por las salidas ilegales.

Más de una vez, los inmigrados arriesgan sus vidas, caen heridos o mueren en el camino a esa vida soñada.

Han sido de gran conocimiento público, la muerte de la haitiana Anide Joazard el pasado 26 de marzo y de Schilchid Pié, de 20 años, el 21 de enero. Ambos en manos de militares fronterizos dominicanos que argumentaron -para justificar el ajusticiamiento- que estas personas intentaban escapar.

Conveniencia y cinismo

Mientras la situación se agrava, el gobierno de la República Dominicana puso en marcha el programa “Más Allá del Horizonte” (antes llamado Nuevo Horizonte) junto al Comando Sur de Estados Unidos. Este consiste en ejercicios militares conjuntos, bajo el pretexto de ayuda social, control fronterizo, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

Un antecedente relevante es la firma del presidente dominicano Joaquín Balaguer de un Memorando, mediante el cual se le concedió a Estados Unidos el uso de puertos, aeropuertos y territorio dominicanos para operaciones militares destinadas a Haití.

Los desafíos
 

A todo esto, el caso de Haití es alarmante por los niveles de pobreza, el daño ambiental y la influencia directa e indirecta de Estados Unidos. Necesariamente se tiene que solucionar sus problemas internos estructurales, entre los que la erradicación de la pobreza es esencial. También, es grave y contraproducente la tensión que vive con su vecino dominicano.

El pueblo haitiano tiene el desafío de consolidar una fuerte base nacional y regional, política y social, al igual que la recuperación de su historia e identidad de lucha.
De todos modos, aventurar hacia dónde se dirige el país es un gran interrogante.

 

* Alumna del Seminario de grado “Periodismo en Escenarios Latinoamericanos”, Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad nacional de la Plata

 

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