Venezuela: ¿Elecciones o desestabilización?

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José Vicente Rangel*

¿Qué busca la oposición en las elecciones de gobernadores y alcaldes del 23 de noviembre? ¿Consolidarse como alternativa democrática a través de una actividad cívica, ajustada a la Constitución, o asumir el evento como oportunidad para desestabilizar el país?
 
Las preguntas proceden. Porque no se entiende la lógica del liderazgo opositor. En circunstancias normales, sin que la tentación aventurera perturbe, la oposición estaría trabajando a fondo, en el seno de las masas, recorriendo pueblos y barriadas, moviéndose por todo el país, difundiendo lo que sus candidatos harían desde las gobernaciones y alcaldías.

Pero ocurre todo lo contrario.

Los medios de comunicación afines a ese sector, tomaron de nuevo la conducción e imponen sus particulares puntos de vista. El mensaje social, terreno en el cual hay que competir con el chavismo, no cuenta para nada. La exposición de planes serios de gestión se deja a un lado. Lo que importa es aquello que despierta el interés mediático circunstancial.

Es así como la dirigencia opositora salta de un tema a otro sin continuidad, sin perseverancia: del tratamiento del desabastecimiento pasa a cuestionar la adquisición por el Estado de empresas básicas.

De la inseguridad que debe servir de escenario para un debate esclarecedor -beneficioso para los venezolanos-, pasa a las inhabilitaciones, materia de escaso interés para la ciudadanía, como lo demuestran los raquíticos actos de apoyo. Y de este tema, que por lo demás se ventila con inaudita torpeza en escenarios internacionales, se salta a las 26 leyes habilitantes con la pretensión de convertir éstas en centro de un debate tramposo, planteado con el desmesurado propósito de recolectar firmas para llevar el asunto a la OEA. ¿Acaso la OEA se puede involucrar en la atribución soberana de legislar de una nación? e la aventura.

 
Mientras tanto, la campaña de la oposición carece de conexión con la realidad. Su temática es ajena a los problemas de la mayoría. Además, su tratamiento es epiléptico, y si a esto le agregamos que la capacidad de movilización demostrada hasta ahora es precaria y luce entrabada por agudas contradicciones internas, el cuadro no puede ser más deplorable.

Pero quizá lo más grave es que la tendencia golpista cobra fuerza y todo indica que cada día aumentará su ascendiente sobre un sector social que sigue atado a los "mitos de abril" y poco espera de la vía electoral. La debilidad de la conducción democrática opositora, sus inhibiciones, la manera como sucumbe al chantaje de los violentos y al veto mediático, y a la visión salvaje de fascismo criollo, hace pensar que estas elecciones constituyen un dramático desafío para la oposición, la que participa con propósito democrático y la que lo hace con el puñal oculto en la manga.

 
No estamos ante un proceso comicial normal, sino ante una situación donde el concepto de oposición pierde su calidad cívica y se convierte en la oportunidad de medir fuerzas más allá del contexto constitucional. Se empieza a observar que el escenario electoral lo ocupan personajes, grupos y mensajes que más que la finalidad de instar a los ciudadanos a votar lo que pretenden es lanzarse otra vez por el atajo de la aventura.
 
*Abogado, periodista, ex VicePresidente de Venezuela.

 

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