Venezuela y el debate pendiente: regresar a las 3R

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Néstor Francia.*

De nuevo se está hablando de las 3R. La primera vez que esa instrucción fue dada por el presidente, de muy poco sirvió. No es necesario, como dijo el presidente, que ahora lancemos las 3R “al cuadrado”. Hay que hacerlas realidad, simple y llanamente, como no lo hicimos entonces, después de la derrota del referéndum de la reforma constitucional. Chávez afirmó que “ganamos, pero tenemos que autocriticarnos, y a fondo, para mejorar”.

Y en sus “Líneas…” de ayer asentó que “La Revolución colocó la vara bien alta, pero no pudo obtener los dos tercios. Esto tendremos que evaluarlo con un profundo sentido autocrítico…Dentro de nuestro ejercicio crítico y autocrítico hay un elemento que cobra la mayor importancia: la distancia que se pudo comprobar entre el impresionante nivel de convocatoria durante toda nuestra campaña electoral, y la traducción de éste en votos efectivos. Ello exige una mayor afinación de nuestra estrategia para la trascendente batalla electoral de 2012”.

Nosotros diríamos que más que la afinación de una estrategia electoral, se trata de una afinación de la gestión de gobierno y de la acción del partido, y eso lo compartimos con Eleazar Díaz Rangel, con quien volveremos más adelante. No creemos que lo que haya causado la relativa recuperación opositora (si se compara su performance del 26-S con la del 15-F de 2009) haya sido la campaña electoral, sino que las causas son más profundas que eso.

Sigamos con las “Líneas…”: “Se impone el más vigoroso relanzamiento de las tres “R”, pero al cuadrado: su aplicación a fondo es decisiva para generar las condiciones que nos permitan obtener una victoria aplastante en las elecciones presidenciales de 2012, que serán también para gobernadores y alcaldes. ¡La fórmula de ahora es 3R al cuadrado! Tendremos que despejarla”.

Aquí van dos comentarios

Primero, las elecciones para nosotros no son un fin, sino un medio. El objetivo de la crítica y la autocrítica no es ganar elecciones, sino profundizar la revolución y, señaladamente, ampliar y profundizar el poder popular, lo demás vendrá por añadidura. Esta diferencia no es para nada secundaria, porque si nos ponemos como fin las elecciones, hay el peligro de que otra vez se piense que basta con una campaña, con que el Presidente recorra el país y que movilicemos la maquinaria. Pero si no somos consecuentes con el concepto de la democracia participativa y protagónica, incluso desde la crítica y la autocrítica mismas, de poco nos servirá ninguna estrategia electoral, por más afinada que esté.

Otra cosa es que el proceso de crítica del que haba el Presidente existe desde hace mucho tiempo aunque nadie lo decretara. Lo que ocurre es que tal proceso ha sido ignorado por las autoridades del Partido, quizá por estar demasiado concentradas, precisamente, en actividades electorales y proselitistas, cosas que tienen que hacer, pero sin olvidar el carácter profundo de un partido revolucionario, que es moverse entre el pueblo como pez en el agua, y vivir de cerca sus angustias y sus esperanzas. Ese proceso crítico bulle en las bases del partido y en las bases populares.

Los que tenemos la suerte de “patear” constantemente las calles y escuchar al  pueblo en los trasportes públicos, en los centros de trabajo, en los mercados, en las calles, podemos dar testimonio de ello.

Por otro lado, el debate que pide el Presidente ya ha comenzado también en el ámbito público y va a seguir allí. Lo decíamos en nuestro análisis del 28 de septiembre:

 “Este cambio de calidad (de la situación política) incluirá necesariamente el interesante debate que se ha iniciado en el campo revolucionario, en las redes, en las páginas revolucionarias, en diversos medios, y donde está tomando parte, de manera muy auspiciadora, la clase obrera organizada. Hay que exigirle a la dirección del PSUV que este debate no solo sea garantizado, en el sentido de que se dé sin cortapisas y de manera libre, sino además que sea tomado en cuenta para el trazado de las políticas, y que no sea puesto de lado por algunos que se conforman con la “victoria incompleta” o que no tienen interés, por diversas razones, en que muchas cartas sean puestas sobre la mesa”.

Nos preocupa, por otra parte, que se piense que el debate debe darse en una especie de encerrona, porque esa es una vía para excluir e inclusive penalizar, por parte de algunos que tengan poder, las voces críticas ¿Cuál es el miedo al debate público, el cual en Cuba, por ejemplo, las mismas autoridades están fomentando? El debate debe tener reglas, es verdad, pero la crítica tiene que pasar por el asunto de los métodos que utilizamos para debatir.

En el mencionado análisis del 28, expresábamos también que “…ese es otro problema, la concepción de nuestros medios de comunicación oficiales como simples instrumentos de propaganda y no como altavoces de los debates que se dan en el seno del pueblo revolucionario ¿Seguiremos acallando a las voces críticas que hemos venido hablando de la necesidad de un debate sobre el papel de nuestros medios, con la participación amplia de los comunicadores revolucionarios, o seguirán nuestras políticas comunicacionales siendo decididas por cenáculos encerrados en oficinas como grupos de amigos, prolongado errores que han hecho daño a nuestras comunicaciones y menospreciando las voces de los comunicadores que nos batimos todos los días, por diferentes medios, en la difícil batalla mediática?”-

, sería injusto tildar de burócratas y corruptos a todos nuestros funcionarios, ni siquiera a la mayoría de ellos. Pero de que los hay, los hay, todo el mundo lo sabe. Y uno de los peligros del método de las encerronas para el debate, es que el burocratismo y la corrupción detentan parcelas de poder, y en ocasiones intimidan a la gente, cuando no la someten a persecución, acoso o discriminación. Porque las cosas hay que decirlas como son, con todos los puntos sobre las íes, sino el debate se convertiría en una morisqueta sin sentido, en un ejercicio de masturbación política que al final no cambiaría nada.

Otra voz que se ha escuchado ayer es la del director de Ultimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, quien escribió en su “Domingos…”: ¿Qué ocurrió con la votación del PSUV, que se estancó o disminuyó, mientras la oposición le ganó terreno incluso en zonas de población popular, o donde antes fue su dominio?… Las respuestas hay que encontrarlas en dos áreas: en la gestión de gobierno y en el partido”.

Este asunto de la gestión de gobierno tiene sus bemoles. Quien diga que la gestión del gobierno revolucionario es en general mala, no habla con la verdad. El nuestro ha sido un gran gobierno, a pesar de innegables fallas, omisiones y errores. En medio de una crisis brutal del capitalismo, nuestro gobierno no solo ha mejorado la calidad de vida del pueblo, sino que además ha seguido avanzando en esa dirección. Los logros en educación, salud, cultura, participación política son irrefutables. Cuando la crisis capitalista se profundizó, se mantuvo las políticas sociales y se morigeró la inflación, en parte con iniciativas como Mercal, PDVAL, los Bicentenarios, para que el peso de la crisis no cayera exclusivamente sobre las espaldas del pueblo.

Golpe, sabotaje petrolero, guarimbas, sabotaje económico y eléctrico, guerra mediática: hemos atravesado una tempestad y mantenido el barco enhiesto y navegando con viento a favor. Esa buena gestión es reconocida por la mitad de la población, y por un porcentaje aun más alto de los pobres. Sin embargo, el millón de electores chavistas que se abstuvo y el porcentaje de pobres que votan por la oposición, son presa del desencanto y también de la manipulación, entre otras razones porque sienten que aun son excluidos.

Por eso insistimos en que el problema no es tanto de la calidad de la gestión (aunque ha habido gestiones funestas de manera puntual), sino del estilo de la misma. El problema del estilo burocrático ya lo hemos tratado en estos análisis. Si el pueblo no participa en la gestión a lo largo de todas sus fases (diagnósticos, planes y proyectos, presupuestos, ejecución, control y evaluación), achacará los fracasos o contratiempos al gobernante.

Si al contrario, el pueblo hace suya la gestión, asumirá con responsabilidad tanto los éxitos como los fracasos. No será el gobierno de individuos aislados ni de grupos con poder, sino el gobierno de todo el pueblo. Uno de los grandes objetivos del proceso de crítica y autocrítica debe ser el logro y la generalización de ese estilo de gestión.

También señaló Díaz Rangel: “Creo que llegó el momento verdadero para el examen autocrítico. Ni uno ni otro tienen nada que inventar. Oportunamente el presidente Chávez propuso las tres R, de revisión, rectificación y reimpulso. El 22 de febrero de 2009, cuando aquí analicé "los tres millones del voto NO", depositados por los sectores populares agrupados en los niveles D y E, escribí que "poco o nada se hizo desde hace un año, cuando a raíz de la derrota del 2D (reforma constitucional, Chávez) anunció ese plan…

"Nunca se supo nada de algún ministerio que se hubiese revisado, ni de la rectificación de una empresa estatal, en la FAN o en las gobernaciones. Quiero confiar en que próximamente tendremos los primeros informes de la revisión y de la rectificación". ¿Supieron ustedes en los 18 meses transcurridos que ese proceso autocrítico se cumpliera en una gobernación, ministerio, alcaldía o consejo comunal? ¿Cuántos votos se perdieron por la mala gestión?”.

Otras voces públicas han asumido igualmente el debate con valentía, sin pedir permiso a nadie, asumiéndolo como un derecho (y, en sentido estricto, un deber) ciudadano que no puede ser conculcado. Recordemos las opiniones de Reinaldo Iturriza López, en su artículo Parlamentarias 26-S: un análisis preliminar: “…avanzar en el proceso de radicalización democrática de la sociedad venezolana. Sí, radicalización democrática. Ésta implica recuperar y afinar entre Chávez y la base social del chavismo, buena parte de la cual está hastiada de la cortedad de miras estratégica del chavismo oficial, que insiste en comportarse como minoría.

Implica recuperar lo que hizo grandioso al chavismo: si ésta pequeña batalla significó la progresiva politización del pueblo venezolano, fue porque hizo visible a los invisibles y dio voz a los que nunca la tuvieron.

Significa, de igual forma, una lucha sin cuartel contra la despolarización, burócratas, corruptos, dirigentes mediocres, oportunistas, estalinistas, ninguno de los cuales es hegemónico en el chavismo. Su existencia está lejos de ser aceptada de manera cómplice o resignada por el resto, y en cambio es fuente permanente de malestar y conflicto.

Por supuesto que ese proceso no ocurrió, quien diga lo contario o está en la luna o está mintiendo. Las 3R se convirtieron en palabras que se llevó el viento, en insumo para avisos pagados a fin de hacer fingimientos. Nada de nada se discutió, al menos no oficialmente, porque el pueblo nunca ha callado sus críticas. Pero si ese proceso no tiene una dirección, un método y unos objetivos claros, no llegará a ninguna parte ¿Y a quién corresponde asumir tal dirección?

Tal vez Díaz Rangel nos sugiere una respuesta:
“…ni siquiera la patrulla, su organización de bases (del Partido), discute semanalmente las Líneas de Chávez para orientarse en la acción diaria…El plan de las 3R es de obligante aplicación desde la presidencia del partido hasta sus bases, no sólo como efecto de los resultados del pasado domingo, sino para estar imbricado en el tejido de la sociedad venezolana y poder afrontar las duras batallas que le esperan” ¿No es claro, pues, a quién corresponde asumir la dirección del proceso de las 3R? Tal vez uno de los problemas que tuvimos para aplicar las 3R en su primer momento fue la inexistencia de un instrumento idóneo para ello, porque el PSUV era entonces apenas un embrión. Pero ahora el Partido parece estar preparado orgánicamente para ello. Claro, es una tarea del partido y no solo de la Dirección Nacional.

Mas es a esa Dirección a quien corresponde dirigir, organizar e instrumentalizar el proceso, comprendiendo al mismo tiempo que ella misma es parte de la situación crítica, lo cual debe aceptar con humildad y con grandeza. Si el inevitable proceso de crítica continúa sin dirección, los peligros son varios: dispersión, división, personalización, deserción, persecución.

El debate que está en desarrollo debe asumirlo el Partido con coraje y decisión, entendiendo que en ello va la vida del proceso, eso lo saben las bases y así lo expresan todos los días. Se nos antoja que las características del proceso de crítica y autocrítica, bajo la dirección del Partido, deben ser básicamente las siguientes:

– Se debe garantizar libertad en el debate, en el sentido de que nadie sea perseguido, acosado o discriminado por verter sus opiniones

– Se debe evitar la personalización de las críticas, ya que ello puede ser pretexto para drenar resentimientos y exacerbar competencias de poder sectorial. Tratar de que las críticas involucren al colectivo y tiendan a establecer cambios generalizados en el estilo de gestión, para fomentar finalmente la participación y el protagonismo popular, que es el meollo del asunto

– Se debe organizar la participación de las patrullas como foco principal de los debates, y estableciendo los mecanismos para que sus conclusiones y recomendaciones sean conocidas y procesadas por instancias ad hoc o por aquellas que establezca la Dirección Nacional

– Se debe presentar ante la militancia, e incluso ante todo el país, el resultado del debate en sus líneas gruesas, de manera de asumir nuestra responsabilidad como Partido de vanguardia de la Revolución

El debate debe darse también en entes y empresas públicas, en torno al funcionamiento de las instituciones. El partido debe velar para garantizar que funcionarios con poder no coarten el debate ni tomen represalias contra quienes viertan opiniones  que no sean de su agrado

Para que todo esto sea posible, es necesario que el Partido asuma el debate como una prioridad política de la primera importancia, asumir públicamente tanto la dirección del mismo como las garantías de que todo se desarrolle de manera libre, consciente, unitaria, con la finalidad suprema de que el proceso revolucionario desbroce malas yerbas, florezca, re-encante a los desencantados, y así garantice su continuidad y se preserve el liderazgo del Presidente Chávez en el 2012.

La canalla mediática y la derecha están manipulando una vez más para tratar de minimizar lo ocurrido en Ecuador, un hecho que todavía presenta aristas para el análisis. Lo retomaremos mañana,

* Analista de asuntos políticos.
 

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