Vida social: la manipulación

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Gisela Ortega*

Se entiende por manipulación un ejercicio velado, sinuoso y abusivo del poder. Se presenta en cualquier relación social o campo de la actividad humana, donde la parte dominante se impone a otras en virtud de que éstas carecen de control, conciencia o conocimiento sobre las condiciones de la situación en que se encuentran.

Aunque la imposición de cualquier curso de acción tiene siempre consecuencias reales, lo cierto es que, dentro del campo de la interacción social manipulada, no hay manera que las partes afectadas puedan vislumbrarlas anticipadamente, tampoco analizarlas y menos impedirlas: solo queda afrontarlas como hechos consumados.

Los manipuladores son esas personas que desfilan por nuestra vida imponiendo su visión, su forma de hacer y sentir. Individuos que se aprovechan de una relación estrecha y afectuosa para satisfacer sus necesidades sin importarle en absoluto los sentimientos de la otra persona.

Originariamente, la palabra manipulación ha tenido desde siempre un significado concreto y bien preciso: manipular es tratar o elaborar algo con las manos. En nuestro mundo animal, sólo el hombre es el sujeto propio y típicamente manipulador ya que, con su capacidad productora y el dominio que su inteligencia le proporciona sobre el entorno, es capaz de manipular los objetos para transformarlos y convertirlos en instrumentos adecuados a los fines que se propone. En un plano mas subjetivo, también actúa en forma similar con las personas.

En mayor o menor grado, todos somos manipuladores, y hemos empleado estas estrategias bajo formas diversas más o menos causales. Pero cuando nos damos cuenta de que estas prácticas se convierten en el modo predominante de relacionarse con las otras personas a través de una relación de pareja, de una amistad o, simplemente, de un intercambio comercial, uno termina preguntándose si este actuar no irá más allá de ser una táctica casual.

Para que haya manipulación es necesaria una relación asimétrica, entre dos personas, porque una da y la otra recibe, uno gana y el otro pierde.

Las tácticas que se emplean son simples: la amenaza, la crítica, el miedo, la culpa o la vergüenza son capaces de movilizar prácticamente a todos los seres humanos en la dirección requerida por el manipulador.

Son comunes los casos en que los actores –por insinuación o simulación del mismo manipulador que intenta sojuzgarles sin que lo sepan– sospechan algo de lo que puede ocurrirles antes de ser influidos de hecho. Cuando se descubre la manipulación, ésta pierde de inmediato su efectividad debido a que los perjudicados, por lo general, reaccionan con indignación y vehemencia al conocer la trama y sus implicaciones, y tratan de revertir con prontitud los efectos de su ignorancia.

Para evitar ese descubrimiento, dentro de las funciones ocultas y sutiles que realiza el manipulador, se halla el fabricar impresiones de la realidad que escondan las tretas y montajes utilizados para engatusar a quienes, por no estar conscientes de tales simulaciones, no pueden ofrecer resistencia. Por eso la manipulación requiere que las manos invisibles del dominador se muevan expida y subrepticiamente en las sombras, evitando a todo trance la transparencia y sujeción a normas de validación. Esa es la razón por la que se dice que todo manipulador es también un prestidigitador.

Por ello es que el manipulador y, en general, la política oculta y reservada –entendida como ejercicio velado, sinuoso y abusivo del poder– tiene ventajas inmediatas insuperables en comparación a otros ejercicios racionalizados del poder o de la influencia.
 

* Periodista.

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