Vida y fascismo cotidiano. – EL CASO DE LA EMBARAZADA EN EL TREN SUBTERRÁNEO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cinco líneas de subte –como llaman los porteños a su tren subterráneo urbano de pasajeros– son el orgullo, justificado, de la Capital Federal argentina y muy autónoma Ciudad de Buenos Aires; el recorrido más antiguo inició su andar allá por el primer centenario de la independencia del país, y todavía en la línea A es posible trasladarse en vagones de madera con espejos que van a cumplir un siglo.

Se asegura que los propios habitantes de Buenos Aires se oponen a cambiar la estética de esos carros que chirrian y oscilan: son parte de su historia. Buenos Aires es una de las pocas ciudades capitales de América que se las maneja para conservar parte de su patrimonio arquitectónico y urbano –aunque es necesario con tristeza convenir en que pierde aceleradamente la guerra frente a la manía de modernizarlo todo.

No hablamos de su patrimonio antiguo, digamos del XIX para atrás, que no hay en Buenos Aires más dos dos o tres casas del siglo XIX; nos referimos a la versión argentina de la «belle epoque».

No fue, empero, en el la vieja Línea A que ocurrió lo que se relatará.

El entorno

Un de las cosas, no arquitectónica –aunque quién sabe–, que perdieron los porteños con las sucesivas crisis de finales del siglo XX y comienzo del actual fue el tamaño y presentación de esa maravilla que era el bife chorizo: un mínimo de 300 gramos de la mejor carne bovina que se pueda encontrar en el mundo, asada a la plancha o en una parrilla –calentadas a leña– y servido sobre una tabla de gruesa madera noble y autóctona.

Todo comenzó, en apariencia, como siempre, con el pretexto de evitar el colesterol, controlar el sobre peso y ese prurito de comer sano. Primero en los restoranes de los «barrios bien», caros, por cierto, el bife de chorizo se redijo a la mitad, luego a la tercera parte; entonces se puso de moda el «bife mariposa»: un cuarto de bife de chorizo cortado transversalmente y servido en un plato limpísimo.

Por un tiempo los comederos del sur y oeste de la ciudad mantuvieron la costumbre de saber que la carne es carne, luego los jodió la vida y se achicaron también y se perdieron las tablas de palo.

fotoTodavía, dicen, se los encuentra a esos bifes chorizo, pero ya son material turístico y, se sabe, los turistas no saben nada de nada. Más humilde, al parecer la pizza resiste mejor los embates de la globalización.

Ajenos a los debates que pueblan la ciudad, bajo la Plaza de Mayo tienen punta de rieles tres líneas de subte. Una, la A es una flecha que se dirige al oeste; en diagonal hacia el noreste zarpan las formaciones de la línea D y rumbo al suroeste se suben los que viajan en la E. Buenos Aires no tiene este, lo ocupa ese estupendo y único suerte de estuario que es el Río de la Plata.

La víctima que relata su «fantasmagótica» experiencia se sube a la línea D.

Relato de una hecatombe que no fue …Porque dios es grande

Dice: «Me tomé el subte D en Catedral con intenciones de bajarme en Bulnes. Luego de Pueyrredón,¡ no paró en ninguna estación más, sin previo aviso y sin ninguna comunicación».

Dos estaciones más por alguna razón luego de detenerse en forma abrupta «volvió a acelerar sin abrir las puertas, tirando gente por el piso. Y así pasó en cada estación hasta frenar brucamente, y quedarse 25 minutos en el túnel, sofocando a la gente. Al lado mío se descompuso una embarazada de 4 meses, la gente entró en pánico porque nunca dijeron nada por los parlantes, entonces no sabías si el tren estaba descontrolado, si un loquito había tomado el subte, vieron… la gente piensa tantas cosas.

«La cuestión es que la gente se calentó (enojó) mal. Empezó a golpear todo, abrió las puertas de prepo, se bajó en el medio de las vías …y se subieron a los pedos cuando les vino un subte de frente, con peligro de ser pisados o electrocutados. Luego de 25 minutos, tocaron la bocina de ‘se cierran las puertas'». En la última estación las cosas se normalizaron.

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«Yo imaginé –prosigue el relato– una linchada a los maquinistas por parte de la gente. Error. Se fueron todos como ovejas. El único que fue a pedir explicaciones fui yo, y el único junto a un médico que bajó a la embarazada y pidió atención para ella.

«Fuí el único que llamó a Servicios a Clientes –nunca me atendieron– y a algunos medios de prensa, cuando estaba todavíadentro del subte, a ver si lograba recabar alguna información: imaginen la situación de estar encerrado en un tren sin lógica.

«(Luego) Le pedí explicaciones al maquinista y me dijo que no me podía informar, pero me dio a entender que si no hacía eso nos matábamos todos contra otro subte por problemas con las señales…

«Que sociedad de mierda en la que vivimos. ¿Por qué cuento esto? Porque me parece que habla de la misma descomposición de lo de la UTPBA, de lo que le pasó al compañero agredido, de lo que cuentan muchos sobre algunos medios».

Sobre la agresión a un periodista por parte de los que suponía eran sus dirigentes gremiales, ver aquí.

«Esto que cuento, entre todo lo que pasa en esta bendita Argentina es nada. Pero los síntomas siempre son el preludio de las enfermedades.

«¿Alguno leyó o escuchó algo de esto en algún medio? Quiero juntar información para iniciarle una demanda a Metrovías, o bien, salir de testigo a la chica embarazada, que podría haber perdido su bebé por este desquicio. No quiero un sólo peso para mí (si lo consigo, se lo doy a un comedor comunitario) , pero bueno, algo hay que hacer, por algo se empieza».

Pregunta final

Si el «incidente» hubiera ocurrido en un tren subterráneo de alguna ciudad del Primer Mundo, ¿cree usted lector que hubiera sido noticia en la tele?

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* Sobre un relato de Marcelo Dosa aparecido en Chismedia, foro virtual de intercambio y opiniones que integran básicamente periodistas argentinos.

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