Y los dados corren… la memoria, la solidaridad, la vergüenza

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Lagos Nilsson

Ellas vuelan con sus cabellos peinados a la sangre; no son las taguato ruvichá del bosque subtropical de América; son las harpías primeras, anteriores a Heródoto, y su misión –todavía– es quitar los alimentos –ahora a todos los condenados de la Tierra–. Ya no tienen afiladas garras, no las necesitan; se valen de la comunidad internacional.

¿Qué es la "comunidad internacional"? Acaso la reunión alrededor de la mesa de un banquete donde supuestos líderes mastican lo inmasticable ¿Y qué es un líder? ¿Qué mastican? ¿Cuáles son los supuestos del lacayo mientras cuenta, íngrimo, las monedas de su sucia propina?

No hay sociedad en América –nuestra América, la América impedida de ser de todos– que no recuerde un desastre, una matanza, injusticias; sólo que algunos olvidan antes que otros y otros más dicen que nunca sucedió el llanto del vecino o el miedo propio. Olvidan, ay, demasiados, el luto de ayer en el sarao de hoy.

Olvidaron –y es apenas un ejemplo– el edificio bombardeado, el poblador muerto, la voz acribillada, los helicópteros, el Estadio Nacional, el desierto, la isla en el sur… Olvidaron la traición cometida (dicen que es el paso de los años, la vida en tiempos nuevos). Tampoco quieren ver la consecuencia de sus actos.

Amparados en tradiciones que no existen hurtan la mirada a la juventud que masacran en el escuelas infames y en zocos univesitarios tal como cerraron los ojos ante las casas de 12 metros cuadrados que construyeron. Tal vez porque eso no tiene importancia: eran para pobres. Y del mismo modo ignoran las semanas o meses que transcurren entre la enfermedad que urge y el médico que ¿dónde está?

En Honduras aguardan que salga el sol del domingo entre la petición del voto y el llamado a no acudir a las urnas. Aguardan unos con miedo, otros con los ojos húmedos por sus muertos recientes, aquellos para que la pesadilla quede atrás y no pocos acopiando fuerza para la lucha que viene.

En Chile también olvidaron a las muchedumbres que desfilaron por toda ciudad de América y de Europa cuando ellos –la sociedad chilena– ni curar sus heridas podía en la época en que la hoja de ningún árbol se restaba al conocimiento de la bestia. ¿Por eso, tal vez, los chilenos se quedan en sus casas? Creen que no les pertenece el desangre de Honduras.

Olvidaron que la bestia aquella que los desgarró es la misma bestia que hoy desgarra en Honduras.

Que lo olvide el gobierno, pase: en el gobierno tiene bandera la internacional demócrata-crstiana, la misma que logró que la presidencia de Lagos aplaudiera el putsch venezolano, la que contribuye a las zancadillas en Bolivia Paraguay, y que no titubeará en desenfiundar en Ecuador o en El Salvador o en Nicaragua si necesita golpear –y está contenta con la "marcha de los asuntos" en Honduras.

Que lo olvide la hilacha de izquierda que mantiene en la solapa el Partido Comunista  pase: tiene otros objetivos para impedir lo que antes se llamaba "el ascenso de las masas" si éste se produce, como apunta, por fuera de sus márgenes e instalarse, él y sus paniaguados. en la mesa de la cena local parlamentaria.

Que lo olvide el Partido Socialista –un timbre y una casa en un barrio que fue de hoteles para el amor breve–, pase: carece de brújula, es un esqueleto para contener incautos como misión de la mediocridad más pragmática.

Eso no duele. Los tránsfugas no duelen. No duele la conducta de los otrora epígonos de la dictadura hoy ricachones demócratas conversos; la basura no duele, llegará tarde o temprano la hora de barrerla.

Duele otro olvido: el de los que padecieron. El de los miles y miles de almas que eligieron o fueron obligadas al ostracismo. El de los que tuvieron hambre, sufrieron humilaciones, golpes, violaciones varias. Duele la falta de solidaridad de un pueblo que atisbó la altivez de los libres y la cambió por la venenosa tarjeta de crédito o el trabajo precario o sentirse "emprendedor".

¿Qué enseñaron a sus hijos, sobrinos, nietos? ¿Cómo duermen su orgía de olvido y su borrachera (cuasi) consumista de "clase media" estos ciudadanos de la California surera?

Las harpías vuelan. Con ellas vuelan los buitres y los candidatos a cualquier cosa que quieren ser líderes o se autotilulan líderes. No lo son. El líder, más allá de la razón incluso, interpreta a menudo tumultuosamente una necesidad social; el líder se pone al frente de las masas que así lo exigen para conducirlas al paraíso de un instante de la historia o a la hecatombe de un momento de la misma historia vista al revés. En Chile no hay líderes, habrá dirigentillos.

Y todos al olvidar Honduras se han olvidado de sí mismos. Repetirán la historia, son partiquinos de una farsa probablemente sangrienta cuyo inminente estreno se anuncia. Pido venganza, clamó Neruda. Como los tiempos han ciertamente cambiado lo conveniente es avergonzarse y pedir perdón.

 

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