Ya no tenemos nada que ver en la tele

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Pregunto: ¿es acaso la televisión de hoy día, instructiva? Sin necesidad de hacer ninguna investigación no hay cómo equivocarse si, a la pregunta que he formulado, la respuesta es no. Un no rotundo. Porque muchas personas se quejan, desde hace rato, que no tienen nada ver en la televisión.| ALBERTO MALDONADO S.*

 

Y es gente que, en su mayor parte, paga la televisión pagada, o sea el TVCable o el DirecTV, que son las dos formas de la televisión pagada en el Ecuador. Supuestamente, uno tiene 50 o 100 canales disponibles; pero muy pocos que valga la pena ver.

 

Me explico y comienzo con una pregunta “inocente”. ¿Era mejor la televisión de antaño? Sinceramente no lo sé; pero, era evidente que por lo menos había la intención de servir de algo al televidente, en especial si eran niños. Y fue curioso el fenómeno que se dio. Los programas que supuestamente se preparaban para aquellos, eran pesados, poco atractivos. No recuerdo nombres; pero en Venezuela (mucho antes de Chávez) tuvieron que cerrar un canal que estuvo dedicado a los adolescentes, porque “no lo veía nadie”. Tampoco puedo decir si, para tomar esa decisión, se hizo algún estudio de campo, sobre el tema.

 

Igual que muchas personas que ya han pasado de los primeros «60 inviernos», recordamos que el deterioro —de las telenovelas, por ejemplo— fue paulatino pero persistente. De pronto, comenzaron a inundar nuestras pantallas chicas las telenovelas venezolanas, cada cual más atrevida que otra. Y los mexicanos (verbi gratia) que al comienzo nos mandaban telenovelas con algún sentido histórico (la revolución mexicana) de pronto se unió al carro y Televisa comenzó a producir esos bodrios. Igual los argentinos.

 

Y en todo lado, se impuso “la norma”. Como en España, donde tras la muerte de Franco (1975) se impuso “el destape” Por esos tiempos, mujeres y hombres competían en quien era más mal hablado, entendida esta proyección en quien decía las palabrotas que, en los varones sonaban tan mal, antaño. Solo que las féminas, se quedaron con la costumbre; y es muy común que en la vieja España y entre los jóvenes (más mujeres que hombres) y en esta América Latina, ellas les dan largo a los muchachos sobre quien dice más palabrotas (antes, se hablaba de malas palabras, pero el diccionario de la Real Academia, se ha encargado de que hablemos de palabrotas y no de malas palabras)

 

¿Y los niños aprenden algo de los “transformen”? Una niña, de apenas cuatro años cumplidos, decía que no podía dormir pensando en el peludo que había visto en algún programa. Y ni siquiera para los gringos son buenas esas películas, que nos vienen del Japón.

 

En EEUU Tarzán, Supermán y otros pasaron de moda y han muerto. Hoy se ve en horarios de niños cualquier cosa, a pretexto de que es para ellos. Y no pueden ser más aburridos (para los viejos); por lo menos Walt Disney hizo las cosas con gracia y con buena música. Pero
las porquerías de hoy, para los niños y las niñas (que las ven los viejos y viejas) no tienen parangón.

 

En materia de “educación” las telenovelas no se guardan nada, desde hace rato. El amor físico, entre parejas con frecuencia del mismo sexo es cosa común y corriente. Si las películas o las telenovelas, para lanzar algún gancho, han de ser entre dos tórtolos (del mismo sexo) que se quieren.

 

Y si de guerras se trata (o de matanzas) no hay como el cine de hoy. Un amigo contó que en los primeros cinco minutos de una misma serie, murieron 10 actores, que luego aparecieron (reaparecieron) en otras tomas. Y así por el estilo.

 

Hoy, decía otro amigo, solo le queda ver alguna cosa en el Animal Planet y el Discovery Chanel. Lo malo es que son películas y documentales repetitivos. No sé si por el costo que deben tener y por el gusto de quienes los producen, pero en estos canales se repite una y otra vez, lo mismo y lo mismo. Hasta el cansancio.

 

Sólo nos quedan los canales que transmiten, a la distancia, los partidos de fútbol. Con alguna dificultad se puede ver un Real Madrid contra Barcelona (de España, porque en Ecuador tenemos el Barcelona de Guayaquil) Y en estos canales, y en otros, parece que es buen negocio obligar al pobre televidente a que pague algo más para ver —como no puede ser de otra manera, algunos partidos de fútbol, en vez de goles, dan pena.

 

Y así por el estilo.

 

Ni niños y niñas, ni adolescentes, ni jóvenes, ni maduros, ni viejos tienen mucho que ver en la televisión de estos tiempos; salvado que haya fanáticos (casi) de tales o cuales. Los programas de los niños los ven los viejos y los de los viejos los niños. Un padre de familia se quejaba de que sus hijos aprenden rápido lo que no deben a través de la televisión. Y los viejos y viejas no tienen nada que aprender, como no sea los vicios que a través de la televisión se ven a cada momento.

 

A propósito, ¿quién o quiénes nombran a los famosos? Porque en televisión aparecen y desaparecen los “famosos” y por algo se dice que lo que no está en la televisión de estos tiempos “no existe”.

 

Y conste que no estoy ni me cuento entre los mojjgatos. Yo recuerdo con cariño a un amigo (ya fallecido) que hablaba contra las telenovelas venezolanas; pero que no quería perderse un solo capítulo de Los Ricos también lloran y ordenaba (en los tiempos en que los maridos todavía daban alguna orden) a la señora que los grabara, para poder verlos después de su trabajo. Y conste que esa telenovela arrancó más de una lágrima en los que alguna vez fueron los países socialistas.

 

Yo estoy a favor de la desmitificación del sexo en escuelas y colegios, no como antaño, que uno debía “descubrir” por sus propios medios los asuntos relacionados con tan importante tema. Solo que ese “descubrimiento” era maligno y lleno de dudas, en especial porque ponía lo suyo la Iglesia. Hoy comparto el criterio que desde la escuela (con mayor razón, en los colegios) se deben impartir instrucciones precisas sobre el tema de la sexología. Y no como una “novedad” ya que la relación sexual (estoy hablando de la relación normal entre un hombre y una mujer) se viene dando desde hace miles de millones de años. Y no ha pasado nada. Digo que antes, por intuición, nuestros mayores tenían esas relaciones sexuales. De lo contrario, no existiríamos en la faz de la tierra, ni como hombres ni como mujeres (o como gays o como lesbianas).

 

Los dueños de estos negocios (porque son negocios; y algunos, en grande) son los que claman porque supuestamente se está limitando la llamada libertad de prensa —de ellos— cada vez que se quiere pedir que no sigan intoxicando a la gente, cada vez y cuando promueven los discursos baratos y las redes nacionales e internacionales, porque supuestamente se está limitando dicha libertad.

 

El problema (de la Tv. basura y la radio idem) no es nuevo. Solo que en estos tiempos es, cada vez, más desechable. En el mundo entero y no solo en Ecuador.

 

Hace años, unas dos sexólogas, creo que españolas, ensayaron una suerte de programación ciertamente educativa y profiláctica, sobre el tema del sexo. No sé si por propia decisión o porque los dueños de esos productos consideraron barata la clase la suspendieron. Y
con ello, la posibilidad de que la Tv cumpla con una de sus tantas obligaciones sociales. Y no es tan solo la Tv. basura. Porque eso es lo que se está imponiendo, en todo el mundo. El programa tan barato y populachero de la señora Laura, es popular en este Ecuador. Y todos saben (o se supone que lo saben) que los y las actores de ese programa (que en Perú fue prohibido porque doña Laura era una de fichas que manejaba el señor “chino” Fujimore) han recibido algo o algún “premio” por ir a pelear en la televisión.

 

No sigo porque me han de decir que soy enemigo de este medio comunicacional. Igual con las redes radiales. Yo conozco de aldeanos que, en lugar de poner una tienda de barrio en algún pueblo de nuestra geografía, pusieron una radio de pueblos, como no puede ser de otra manera.

 

No quiero citar el caso de un radiodifusor de pueblo que dijo, para que todo el mundo le oiga el día de la inauguración, que no se apoyen mucho a los radiooyentes que asistían al acto inaugural, porque iban a romper las “mámparas” (así, con acento en la primera sílaba)- Y el de ese otro radiodifusor de pueblo, que ofrecía a sus radioyentes dos canciones musicales y un parte mortuorio, por cada 10 sucres (el sucre era la moneda interna de Ecuador) O el de ese otro, quiteño, que ofrecía un viaje, de Quito a Latacunga, siempre y cuando “se ponga en cuatro”… Y añadía: en cuatro horas.

Por lo menos, había cierta gracia en estas barbaridades. En esos tiempos, desde luego, no existían las estadísticas de la UNESCO (de las Naciones Unidas) que son para todo el mundo. Incluidos los radiodiofusores
——
* Periodista.

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