25 millones de desempleados, el déjà-vu del capitalismo (los virus se asemejan)
Responder al enorme problema del empleo que ha generado la crisis económica y financiera mundial, sin soslayar las consecuencias actuales del Covid-19, requiere la movilización de los gobiernos, de los empleadores y de los trabajadores, y el conjunto de todas las fuerzas vivas de la comunidad internacional: lo recomienda y sostiene la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En respuesta a esta situación de emergencia internacional “es esencial buscar el desarrollo y el crecimiento económico fuerte y sostenible centrándose en la generación de empleos y la inclusión social”, mucho me temo en plena crisis … es un déjà-vu. Las confusiones voluntarias e «involuntarias» al interior de los estados capitalistas referentes al desempleo, nos llevan a interpelar y cuestionar sus métodos y esto a pesar de estar provistos de un consecuente arsenal de recursos de toda índole.
En esta época de desajuste universal en dónde los poderes políticos son los rehenes del consenso neoliberal, a nadie le viene a la mente explicar el «síndrome de la desocupación masiva» sin acudir a otra respuesta que no sean las fábulas del capitalismo transnacional y sus crisis.
Antes del Covid-19 las crisis de los estados nacionales y la inoperancia en muchos casos de las propias organizaciones políticas nos dejaban en manos de la lógica, de un sistema económico que impone la flexibilización, la des-regulación y la competitividad a todos los niveles de la sociedad.
Los lamentables efectos del consecuente predominio de la economía sobre la política y del capitalismo sobre la democracia se hacen cada vez más evidentes. En resumen, bajo los índices de la desocupación asistimos a una fase de explotación sin precedentes. Este será el nuevo-eterno camino a recorrer.
Al leer los informes de la OIT a la sombra del Covid-19, nos queda el sentimiento de que el mundo laboral redescubre la amplitud de sus injusticias. Según la OIT, el coronavirus podría cobrarse casi 25 millones de empleos en el mundo.
Sobre la base de diferentes hipótesis, las consecuencias del Covid-19 sobre el crecimiento del PIB mundial, indican un aumento del desempleo mundial de entre 5,3 millones (hipótesis “prudente”) y 24,7 millones (hipótesis “extrema”) a partir de un nivel de base de 188 millones de desempleados en 2019.
En comparación, la crisis financiera mundial de 2008-2009 aumentó el desempleo mundial en 22 millones. Otro dato es que en 2012 había en el mundo casi 75 millones de jóvenes desempleados, cuatro millones más que en 2007. Más de seis millones han abandonado la búsqueda de trabajo.
Más de 200 millones de jóvenes están trabajando, pero ganan menos de dos dólares por día. El empleo informal entre los jóvenes sigue ganando terreno por los virus del capitalismo.
La realidad indica que el impacto del Covid-19 en el mundo laboral mundial, será sin duda de gran alcance, llevando a millones de personas al desempleo, al subempleo y a la pobreza laboral, y propone medidas para una respuesta decisiva, coordinada e inmediata.
“Ya no se trata sólo de una crisis sanitaria mundial, sino también de una importante crisis económica y del mercado laboral que está teniendo un enorme impacto en las personas”, dijo el Director General de la OIT, Guy Ryder.
En la nota de evaluación preliminar (Covid-19 y el mundo del trabajo, consecuencias y respuestas), se pide la adopción de medidas urgentes, a gran escala y coordinadas, basadas en tres pilares: proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo, estimular la economía y el empleo, y sostener los puestos de trabajo y los ingresos.
Esas medidas incluyen la ampliación de la protección social, el apoyo para mantener el empleo (es decir, el trabajo a jornada reducida, las vacaciones pagadas y otros subsidios) y la concesión de ayudas financieras y desgravaciones fiscales, en particular a las microempresas y pequeñas y medianas empresas. Además, se proponen medidas de política fiscal y monetaria, así como préstamos y ayuda financiera a sectores económicos concretos.
Las crisis son eternas, las promesas también
Semanas antes de la aparición del Covid-19, desde la misma OIT, la economista Rosina Gammarano -de la Unidad de Producción y Análisis de Datos del OIT Departamento de Estadística-, dio a conocer una serie de datos que ya no eran para nada alentadores. Gammarano hacía referencia, al Programa de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, en el marco de las Naciones Unidas, que introdujo los 17 objetivos de desarrollo sostenible que debían alcanzarse para garantizar la paz y la prosperidad de los pueblos y el planeta.
Este organismo, custodio de los indicadores relacionados con el mercado laboral en el ODS, señala que el trabajo decente ocupa un lugar destacado en la Agenda, no sólo integrado por objetivos y las metas, sino también como parte de la filosofía misma en que se sustenta, que parte de la realidad de que 780 millones de hombres y mujeres que trabajan, no ganan lo suficiente para superar con sus familias el umbral de la pobreza de dos dólares al día.
Además, se fija como objetivo la creación de 600 millones de nuevos empleos de aquí al 2030, sólo para seguir el ritmo de crecimiento de la población mundial en edad de trabajar.
Ésto representa alrededor de 40 millones de empleos al año. La economista de la OIT concluye que “estos datos demuestran que, a este ritmo, no lograremos un trabajo decente para todos en 2030.” Los progresos en los mercados laborales de todo el mundo han sido demasiado lentos y desiguales para garantizar un futuro sostenible con oportunidades de trabajo decente para todos.
Las políticas que importan con virus o sin ellos
Gracias a las políticas neoliberales promovidas e impuestas tras más de tres décadas por parte de las instituciones financieras internacionales (sobre todo el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) con el apoyo de algunos estados poderosos, se han erigido en el “motor de desarrollo”.
Consecuencias, un inimaginable número de trabajadores en todo el mundo padece condiciones laborales precarias, inseguras, inciertas e impredecibles. Las cifras de desempleo provocan preocupación por sí mismas, pero ni siquiera logran abarcar a una mayoría más amplia de personas que trabajan pero que no tienen un empleo decente con salarios dignos, futuro estable, protección social y acceso a derechos fundamentales.
La universalidad y las dimensiones de las crisis exigen una acción coordinada e integral a nivel internacional. Pero estos problemas se intensificaron debido a la crisis financiera global, económica y social que venimos padeciendo desde 2007. Sin embargo, en lugar de aprender la lección de esta crisis y de cambiar un modelo económico fallido, los gobiernos se han dejado manejar por los mercados financieros, con otros virus para justificar.
El empleo en el sector público se está reduciendo, se recortan los salarios y se empuja a millones de trabajadores adicionales a empleos precarios, temporarios y eventuales, y en muchos países aumenta la cantidad de puestos de trabajo no declarados.
Seguimos denunciando el avance del trabajo precario a nivel mundial, el impacto que éste ejerce sobre los trabajadores y la manera en que afecta su derecho a agremiarse y a lograr una negociación colectiva. Estos obreros precarizados sufren condiciones laborales adversas en todos los aspectos del trabajo: seguridad, previsibilidad, salud, sueldos y seguridad de beneficios, acceso a la seguridad social.
El desmedido crecimiento del empleo precario es parte de lo que podría denominarse un ataque corporativo a nivel mundial al derecho a organizarse y negociar colectivamente, estado al que se llegó mediante políticas de subcontratación y de contratos individuales.
Por lo tanto, el combate contra el trabajo precario exige una respuesta integral –más allá de los virus– que incluya políticas económicas, fiscales y sociales que propongan el pleno empleo y la igualdad de ingresos, así como también un marco regulador que reduzca y erradique finalmente el trabajo precario.
Además, la implementación de esfuerzos aún mayores para darle más poder a los trabajadores alentando la negociación colectiva y el ejercicio del derecho a negociar libremente sin temores. Para poner límite a empleos y condiciones de vida precarias y hasta indignas, es imprescindible fijar salarios mínimos asegurados, o sea establecer un piso universal de protección social y salarios mínimos a nivel global.
También han de ponerse en práctica políticas para combatir la erosión de las relaciones laborales. Ésta sería la única terapia contra los virus del capitalismo. Lo demás es confinación, contagio y muerte. En el fondo, los virus se asemejan.
*Periodista uruguayo, acreditado en ONU-Ginebra, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)