Ecuador: ensayo sobre el golpe de Estado

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Alberto Maldonado S.*

Sin ser mago ni adivino, se puede apreciar que los grupos reaccionarios y ultristas del poder  burgués, aglutinados esta vez con sectores que se decían de izquierda, pero que han sido afectados “imprudentemente” por la “revolución ciudadana” de Rafael Correa, no saben cómo salir de él y de su gobierno. Mientras más pronto, mejor.

Mas, sus posibilidades son cada vez distantes. En Ecuador, como en el resto de países latinoamericanos (menos Cuba; y ahora, Venezuela y quizá Bolivia) no se puede decir nunca que una posibilidad como ésta se haya descartado para siempre. Pero, hay que repetir como el viejo refranero:

¿Crees en brujas, caray?
No, no creo en brujas
pero haberlas, si las hay.

En América Latina, hasta los primeros meses del 2009, nadie podía suponer que se preparaba el gorilazo clásico contra el Presidente Manuel (MEL) Zelaya, solo porque a este descendiente de aristócratas pero honesto y claramente progresista, se le ocurrió que su país necesitaba una nueva Constitución, ya que la que está en vigencia es tan anticuada y elitaria, que era imposible plantear algún cambio estructural. Por ello, se le ocurrió que en las elecciones que se aproximaban, había que poner “la cuarta urna” a fin de que los y las ciudadanas dijeran en las urnas si  querían o no una Asamblea Constituyente, que dictara una nueva Carta Política.

Fue suficiente para que salten los grupos “institucionalizados” que, en Honduras (igual que en algunos países hermanos) dominan todos los ángulos estatales; y el imperio, después de las experiencias de Venezuela, de Bolivia, de Nicaragua, de Ecuador, no podían permitir que se diera un paso semejante. Había (hubo) que pararle en seco al ingrato “Mel”. Primero, a nivel del Supremo Electoral, fue prohibida “la cuarta urna”; y en el Congreso pelucón, empezaron las protestas, le inventaron a Zelaya que quería perpetuarse en el poder mediante una asamblea constituyente y que había que preservar la Constitución en vigencia.

Para no alargar el cuento, una noche, como en los mejores tiempos golpistas de América Latina (que se los creía ya superados) un pelotón armado y equipado de soldados de élite, invadió a tiros la residencia presidencial, capturaron en calzoncillos a su presidente constitucional y lo fueron a botar en Costa Rica. Todo el mundo sabe que a estas alturas (a un año y días del golpe) hubo un “interinazgo” del tal Michelletti, unas elecciones amañadas y que se posesionó un señor de apellido y de institntos de un lobo. Un señor que anda por ahí, auspiciado por los embajadores de Estados Unidos y, por supuesto, por el gobierno fascistoide de Colombia, y por la señora Chinchilla de Costa Rica, y otros gobiernos iguales, tratando de meterle al señor Lobo, en sociedad, como antaño hacían los padres y madres con sus hijas quinceañeras.

¿Será posible un gorilazo de este estilo en Ecuador? Al parecer no. Por fortuna —y al parecer tampoco— aparece por lado alguno el jefe militar que pinte golpista. Los actuales jefes de fuerza (militares, aviadores y marinos) al fin creo que han comprendido que ya no son épocas de dictaduras y que están obligados a respaldar a los gobernantes legalmente elegidos por el pueblo, les guste o no.

Desde luego, se presume que el actual mandatario goza de la simpatía de la tropa y de los jóvenes oficiales. Y sin ellos, es poco menos que imposible un golpe de Estado, a pesar de que en Ecuador hemos tenido dictaduras militares (la del general Rodríguez Lara, por ejemplo) mucho más democráticas y progresistas que no pocos de los gobiernos civiles (el del ingeniero León Febres Cordero, por ejemplo)

Podríamos decir que, a primera vista y por mera intuición, en el Ecuador de hoy, es casi imposible un golpe militar al “estilo tradicional”. Y ese “casi imposible” lo dice todo

Quedan algunas experiencias de defenestraciones recientes, gracias a movilizaciones populares. Hay quienes, en esta opción, piensan que pronto (hasta febrero o marzo del 2011) “el pueblo” le echará de Carondelet (palacio de gobierno) a Rafael Correa y hasta amenazan con que esta defenestración no será tan ingenua, como las anteriores. Citan, como elementos favorables a su tesis, que “hay un gran descontento popular” contra el presidente pero que, además, los indios (de la CONAIE) ya están en su contra; y, que los del Movimiento Popular Democrático (MPD) están dispuestos a salir —como siempre—a las calles y crear el caos, que en eso se les reconoce cierta “especialización”

¿Será cierta tan previsible y lógica pretensión? Vuelvo a repetir: en nuestros países y en materia política, “nunca hay que decir nunca” Pero, los síntomas “populares” no han sido detectados como para pensar que pudiera darse una movilización popular contra el Gobierno, hasta lograr su destitución.

La oposición del sector indígena es cada vez más clara. La gente va dándose cuenta que, tras esas actitudes desafiantes, hay un sector bastante disminuido, que ya no es ni la sombra del que le botó a Mahuad (enero/2000) y que además, sus dirigentes (Santi, Tibán, Tenesaca, Tituaña y otros) están en la ultra derecha y resentidos con Correa porque no les ha dado, para su manejo, el control y las administraciones del agua y de la minería,  dos excelentes negocios que podría darles muchos réditos y mucha clientela cautiva

En cuanto al MPD, autodefinido como “marxista leninista”, con larga tradición de luchas callejeras, al parecer ha perdido movilidad y vigencia, ya que fue disminuido en sus dos bases estratégicas: el sector del magisterio fiscal (aproximadamente 120.000 maestros, en todo el país) y la Universidad Central del Ecuador (la más grande del país) cuyos destinos estuvieron en sus manos por más de tres décadas.

Dudamos que la también atomizada clase media repita la experiencia que se autodenominó “de los forajidos” y que terminó con el Gobierno de Lucio Gutiérrez Borbúa (abril/2005) Entre los gobiernos del coronel Gutiérrez y el de Correa, a nivel popular, hay un abismo  Además, no hay una dirigencia por lo menos espontánea que sea capaz de sacar gente a la calle; no ha sido golpeada por igual por la “revolución ciudadana” y no se ve un sector importante que lidere un movimiento de esta naturaleza ya que los líderes jóvenes que se formaron rápidamente contra Lucio,  hoy forman parte del Gobierno y de la Asamblea Nacional. ¿Será que ellos van a dejar sus actuales posiciones y a retomar su ya vieja red de celulares para deponer a Correa?

¿Otro camino?

Algunos piensan que la nueva Carta Fundamental (en vigencia desde hace un año) prevé lo que se conoce como la “muerte cruzada”; es decir, la potestad del presidente de clausurar, por una sola vez, la Asamblea Nacional (antiguo Congreso) pero también debe renunciar a la Presidencia y convocar a nuevas elecciones. Desde un punto de vista objetivo, no habría una situación que justifique una decisión semejante (nueva, por lo demás, en el país) De producirse, los sectores de derecha y sus nuevos aliados de izquierda, podrían perder lo poco que han conseguido ya que Rafael Correa (según sus propias encuestas) sigue manteniendo una simpatía popular que va más allá del 60%. Por lo tanto, para los sectores de oposición podría resultarles “el remedio peor que la enfermedad”

Sin embargo, Carlos Vera, un ex “show man” de la televisión abierta, ha tratado de fortalecer su base política como nuevo “outsider” de la derecha pelucona y ha proclamado a los cuatro vientos (debidamente financiado, desde luego) la tesis de que hay que recoger firmas (un millón y medio) para ir a la “muerte cruzada”.Pero, es muy significativo que la prensa sipiana (que le dedicó primeras planas y titulares destacados, cuando se lanzó en esta tarea) hace rato que ya no le da espacios preferenciales, como no sean unas entrevistas por ahí y unas notitas informativas por aquí. 

Y cuando la gran prensa asume esta actitud, de seguro, la gran burguesía y sus aliados ya no lo toman en cuenta como candidato posible; máximo como candidato a Alcalde.

¿Qué le queda a la ultra derecha frente a Correa? Las próximas elecciones presidenciales, que serán en el abril del 20113 y en las cuales el propio Correa puede presentarse a una reelección. El problema irresoluble es que tales elecciones están muy lejos; y en segundo, nadie les garantiza que pueden ganarla. ¿Por lo tanto…?

Según la vieja práctica continental, la política imperial puede estar pensando en la “eliminación física” del gobernante “terco, que se resiste a allanarse” ante los dictados de Wáshington (con o sin Obama) Un gobernante “tercer mundista” que persiste en actitudes contrarias a la “democracia y la libertad” (que se acerca a Irán, que critica a Israel, que se hace operar en Cuba, que se abraza y conversa con Hugo Chávez y Evo Morales) y a quien es poco menos que difícil (sino imposible) derrocarle en el futuro inmediato, a pesar de todo lo que inventan y proclaman los medios sipianos, pues hay que comenzar a pensar en otras formas “más crueles y dramáticas pero más efectivas”

Contra Fidel han ensayado inútilmente más de 600 atentados. Contra Chávez, ya van por los 6 y contra Evo, por lo menos dos. ¿Por qué no pensar —y programar— una salida semejante? A la derecha pelucona y a sus nuevos aliados izquierdistas no les basta que Correa haya recibido cuatro horas (más como Presidente de UNASUR que como Jefe de Estado en Ecuador) a doña Hillari Clinton ni que la dirigencia indígena y sus aliados de ocasión digan que Correa es “neoliberal” que es un presidente “racista” y que casi le aguan la fiesta del ALBA, en la pequeña localidad de Otavalo.

Ellos piensan que, “muerto el perro, muerta la rabia” a pesar de que los políticos del mundo entero y muchos sociólogos  piensan, en cambio, que lo que está pasando en América Latina es que los pueblos ya no aguantan tanta injusticia, tanta inequidad, tanta corrupción; y por ello ensayan nuevas formas de cambio y transformación, que no son, por cierto las que sostenían los viejos marxistas en el catecismo que aprendían y enseñaban.

* Periodista.

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