Manuel Olate y el terrorismo: menos mal que está preso, ahora falta saber por qué

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Lagos Nilsson.

Quienes hemos conocido lo que de verdad es el terrorismo no podemos "comulgar con ruedas de carreta". Si Olate es terrorista debe pagar, pero si no lo es ¿pagará la calumnia el gobierno de Colombia? ¿El gobierno de Chile? Nada es gratis escribió Manuel Rojas, y  agregó: hasta tu muerte tendrás que pagarla. Uno se pregunta: ¿a quién?

Porque Manuel Francisco Olate ha sido asesinado del peor asesinato. No seamos hipócritas más allá de la hipocresía en boga. Olate, pocas dudas caben, estuvo en una base de las FARC, hay al menos una fotografía que lo prueba —a menos que  sea esa foto trucada—. Cabe preguntarse qué son las FARC.

Antaño se decía de los grupos poderosos en una formación social cualquiera que eran "un Estado dentro del Estado". Las FARC constituyen, pese a los golpes recibidos, un Estado paralelo al que representan los gobiernos colombianos. Y no es expresión de algún deseo (que no tenemos). Nos atenemos al positivismo.

León Duguit, un maestro del Derecho francés de hace poco más de 100 años decía que caracteriza al Estado la diferencia entre gobernantes y gobernados: una forma de describir la civilización. En los precarios o no poblados del monte colombiano esa diferencia no puede invocarla Bogotá. Son la consecuencia de esos convoyes ferroviarios cargados de muertos que descubre Cien años de soledad.

Conozco el terrorismo, debo confesar. No por haber jamás manipulado una bomba para aterrorizar a buenos burgueses, sino porque vi —hace años, el mismísimo 11 de setiembre de 1973— a mis dos hijas pequeñas con el rostro enterrado en el el jardín de la casa donde vivíamos cada una con el fusil de un soldado a tres centímetros (¿o milímetros?) del nacimiento de sus inocentes cuellos; no miento ni exagero. Luego super que la democracia cívico-militar había matado a mi hermana. Otra historia.

Por eso comprendo eso de "menos mal que está preso Olate". Quizá es víctima, quizá no alcanzó a ser victimario (carece de antecedentes serios en materia penal; quizá alguna riña a bofetadas, algo que —de seguro— desconoce el señor ministro del Interior chileno con su cara de —usaré un término peruano— "guaguo", para no utilizar el guagua chileno, no vaya a ser que se piense que dudo de su virtud, palabra que de alguna manera se relaciona con virilidad.

El señor Santos, presidente de Colombia, un hombre de cuya virilidad, en lo que se refiere el término a una de las condiciones de varón— nadie lo duda en su país— lo describe a Olate como "enlace" de las guerrillas colombianas en Chile. Todo el mundo sabe que la guerrilla en Chile es una realidad sanguinolenta que opera a diario, ¿o me equivoco?; sabemos también que el lenguaje es cosa viva y que las palabras , las mismas cotidianas, enriquecen cotidianamente su significado.

Mariconada es una de ellas, a modo de ejemplo Que Santos entierre a sus santos y olvide su memoria (si puede).

Olate no ha cometido ningún delito en Chile, que se sepa, y no se ha acreditado que haya sido malviviente en ningún otro país país. Pero el viril Santos lo acusa y el más viril Hinzpeter lo condena. Los tribunales chilenos, obsecuentes como en un antaño reciente, por voz de una jueza horro de jueces —una tal Herreros— lo mantuvo preso mientras llegan los antecedentes de Colombia. Olate tiene 43 años, una familia, hijos oficio.

Y la jueza (¿tienen conciencia las juezas?) lo condena a esa "prisión preventiva" porque ha viajado al exterior "muchas veces" y en consecuencia eso es una presunción, dice, de que podría huir de la justicia. ¿Prohibirán en Chile viajar más allá de las fronteras del país? ¿Viajar es presunción de culpabilidad antes de que se conozca el presunto delito que lo encarcelaría a uno?

¡Algo huele mal tan cerca de nosotros como tan lejos de Dinamarca!

Olate —de la parte del eje malévolo de la Coordinadora Continental Bolivariana— está preso, estamos a salvo. Lo demás es mera coincidencia. Quizá el Mossad trabaje mejor que CIA. Digo: podría pensarlo el ministro Hinzpeter. La vida acaso sean coincidencias del malevaje, como dicen los argentinos.
 

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