Inglaterra: las universidades en riesgo

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Las universidades se encuentran entre las instituciones más exitosas del Reino Unido. Colectivamente, disfrutan de una reputación mundial que pocas instituciones británicas pueden igualar. Su investigación produce innovaciones de primer orden. Su enseñanza atrae una proporción enorme de los estudiantes del mundo. Sin embargo su futuro está siendo puesto en juego por un programa de reformas radicales sin precedentes. | HOWARD HOSTON.*

 

Nada semejante ha sido probado en otros lugares. Ningún mandato democrático ampara estos cambios, que se basan en supuestos ideológicos desiderativos. La evidencia sugiere que harán más daño que bien.

 

Tal es el ritmo frenético de esta revolución, que pocas personas, fuera de las universidades, son conscientes de su alcance gigantesco. Su dimensión financiera es conocida, en líneas generales, por el público en general. Las tasas de matrícula, inexistentes e inconcebibles hace tan sólo 15 años, se han triplicado este curso académico, a la vez que se ha retirado el 80% de la financiación pública directa a la docencia de grado.

 

Incluso antes de estos cambios, el gasto público en educación superior en el Reino Unido era inferior al de casi cualquier otro país desarrollado, mientras que la inversión empresarial en investigación y desarrollo era igualmente baja y en disminución. Hoy, los precios de las matrículas en Inglaterra son, en promedio, los más altos del mundo.
Sin embargo, como el dinero público y de las empresas se retira, las prioridades y los prejuicios de la política y los negocios se están imponiendo sobre las universidades con más fuerza que nunca. La financiación de la investigación en ciencias se desvía a satisfacer las demandas de la industria, y la financiación de las humanidades está explícitamente ligada a consignas político-partidarias.

 

Las universidades, antes consideradas como comunidades auto-gobernadas de estudiantes y profesores en busca de una comprensión más profunda, ahora están gestionadas jerárquicamente como empresas privadas, dedicadas a la maximización de medidas de rendimiento que no representan ni remotamente lo que las universidades aspiran a lograr.

 

Estos modelos de gestión empobrecen la enseñanza, socavan la creatividad, trivializan la investigación y alienan a los profesores. Peor aún, este sistema de mercado transforma a los estudiantes de aprendices activos en el arte de la educación superior en consumidores pasivos que tratan de convertir su poder adquisitivo en elevadas ganancias futuras.
A pesar del homenaje público a la economía del conocimiento, este nuevo régimen parece diseñado para conseguir que las carreras de la próxima generación de académicos sean tan precarias e ingratas como sea posible.

 

La culminación de esta política es la introducción en Gran Bretaña del modelo de universidad con ánimo de lucro, que ha demostrado ser tan catastrófico para los estudiantes y los contribuyentes en los EE.UU. Las empresas comerciales están presionando para que se redefina legalmente el concepto de «universidad» en Inglaterra. ¿Por qué? Porque sus beneficios futuros dependen de degradación de la institución que pretenden emular.

 

No existe ninguna organización para la defensa de los valores académicos y de las soluciones institucionales más adecuadas para su fomento. Los numerosos «mission groups» —Russell Group, Universities UK, University Alliance y compañía[1]— no representan a las universidades como tales: representan a altos administradores de las mismas, cuya principal tarea es promover intereses financieros. Los sindicatos defienden las condiciones de trabajo de los profesores, no los valores que hacen que su trabajo valga la pena. Las sociedades científicas promueven las disciplinas individuales, no el aprendizaje como tal.
En tales condiciones, las propuestas que subvierten los principios académicos fundamentales no encuentran oposición efectiva.

 

Muchos de los académicos e intelectuales públicos más destacados de Gran Bretaña han observado estos acontecimientos con alarma creciente. Gran cantidad de personas se han reunido para estudiar la mejor manera de resistir a estos cambios antes de que el daño que causan sea irreparable. Entre ellos se encuentran presidentes anteriores y actuales de las academias de artes y de ciencias de Gran Bretaña, ganadores del premio Nobel y un poeta laureado.


 

El Consejo para la Defensa de las Universidades Británicas enfrenta un interrogante de importancia nacional vital: ¿seguirá el Reino Unido disfrutando de uno de sus activos más destacados? Muchas de las personas más competentes han llegado a la conclusión de que no, a menos que se hagan grandes esfuerzos para revertir la reforma radical de un sistema fundamentalmente sólido.
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1] Se trata de conjuntos de universidades que se coaligan en función de objetivos comunes para influir en las políticas públicas. (N de la t).

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* Profesor de Historia Moderna en la Universidad de Oxford, «fellow» del St Anne’s College y presidente de la International Society for Intellectual History. Preside el Comité Directivo del Consejo para la Defensa de las Universidades Británicas.
En www.sinpermiso.info —traducción de Vera Sacristán.

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