Mafalda: la nostalgia y la necesidad de crecer

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEn esta tarde de invierno me acordé de tu cumpleaños… ¡Cómo pasa el tiempo! Nacimos en el corazón de una Argentina que soñaba. ¡Cuántas utopías! ¡Cuántos deseos de crecer, de mejorar las cosas! Nos tocó convivir con hombres creativos: Luther King, Che Guevara, John Kennedy, Víctor Jara; nos transmitieron el sentido de justicia, el valor de los entimientos, la maravillosa aventura de pensar con la propia cabeza.

Ayer me preguntaba por nuestra amiga Libertad, aquella pequeñita que un día encontraste en una playa del país, no me acuerdo si era Santa Teresita o Mar del Tuyu, me acuerdo todavía cuando la presentaste a tus padres. Era vivaracha y quemadita por el sol de febrero. foto¿Dónde vive Libertad? ¿Es verdad que la mataron durante la dictadura? Dicen que la torturaron y su cuerpo desapareció en el Río de la Plata. Me cuesta pensar que se murieron sus sueños. ¿Y si vive? ¿Estará filosofando sobre la fragilidad de las cosas y el sentido de la vida?

¿Que fue de Susanita? ¿Se casó? ¿Pudo realizar su vocación de ser madre? La imagino viviendo en alguna ciudad de la provincia, paseando del brazo del marido (un hombre bajo y calvo) en una tarde de verano, contenta con sus hijos y cuidando el primer nieto, realizada como tantas comunes mujeres latinoamericanas…

Supe de Manolito, que perdió sus ahorros durante el «corralito» y no soportó tanta crisis. Los últimos días lo vieron cabizbajo, murmurando palabras incoherentes, abandonado como un mendigo en la estación Retiro, triste y abatido como tantos argentinos.

Sé que Felipe vive en La Habana, que probó con el cine, que tiene un taxi y que habla a los turistas de Fidel y de la revolución con el mismo entusiasmo de cuando vivía en Buenos Aires.

A Guille, tu hermano, lo escuché tocar, hace poco, en la Scala de Milán. Vive en Ginebra, nunca se arrepiente de haber emigrado en los últimos años de Alfonsín, me contó que es feliz con su nueva pareja.

Y vos, querida amiga, ¿cómo estás? ¡Hace tanto que no tengo noticias tuyas! Sé, por otros, que seguís escuchando la radio, que lees los diarios del mundo, que te duele Iraq como te dolía Vietnam, sé que trabajas para la FAO por los pueblos del hambre, que estás indignada por la prepotencia de Bush. Me llegó tu pedido para juntar medicinas para los Médicos sin Fronteras, sé que siguen las reuniones en tu casa de París, que estás confundida, inquieta y preocupada por el futuro del mundo.

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En fin, Mafalda, sé lo suficiente como para saber que seguís viva, viva en el alma, niña como siempre.

Por mi parte, sigo escribiendo siempre, renegando porqué me falta tiempo; creyendo, como siempre, en el valor de la sinceridad, perdiendo oportunidades por manifestar mis ideas. Algunos días estoy triste y deprimido, pero puede siempre más la alegría que la tristeza.

El mundo no mejoró mucho desde el tiempo en que vivíamos en nuestra Argentina. A veces, cuando miro el globo terráqueo, encuentro tu mirada, pienso en todos aquellos que lo miran como vos, en los ojos de los que protestan, de los que no se conforman, y los que viven en la atmósfera del optimismo y de la justicia. Esos ojos, junto a los míos, te desean un buen día, querida amiga, por otros cuarenta años tan intensos y jóvenes como los que has vivido.

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 Un beso grande de tu amigo que te quiere como siempre.

 

Miguelito.

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