América Latina, siempre es hora de definiciones (II)

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Rivera Westerberg

Las autoridades panameñas oficializaron en Guatemala su decisión de retirarse del Parlamento Centroamericano; previamente el vicepresidente y ministro de RREE de ese país, Juan Carlos Varela, había comunicado a sus vecinos la determinación gubernamental. Con posterioridad el gobierno de Panamá pidió a los integrantes del PARLACEN respeto a esa decisión.

La medida de Panamá de iniciar el proceso jurídico y político de retirarse del tratado que constituyó el Parlamento Centroamericano fue asumida como un golpe por el resto de los países del área, con la excepción de Costa Rica, que no lo integra. El PARLACEN se conformó a comienzos de la década de 1991/2000

"Lo que hemos pedido a otros países es el respeto a la decisión del presidente de la república (Ricardo Martinelli) en base al mandato del pueblo panameño" de retirarse del Parlacen, dijo Varela según el periódico salvadoreño Colatino, agregando: "No vamos a aceptar que ningún diputado del Parlacen de ningún país cuestione la decisión soberana (de Panamá)".

Una de las medidas de Martinelli dadas a conocer durante la campaña que lo llevó a la presidencia fue desafiliar al país del ese organismo, al que criticó informalmente por pesar en demasía en el presupuesto fiscal  y servir de refugio a algunos políticos corruptos.

En este sentido, más o menos elípticamente, Varela expresó que la salida busca "adecentar la política" de una institución "rodeada de temas de inmunidades, exoneraciones de vehículos y hasta personas que han sido vinculadas al narcotráfico y otros escándalos que no van de la mano del compromiso de transparencia".

El canciller y primera figura en la sucesión presidencial panameña señaló que su país ha gastado más de 25 millones de dólares en el PARLACEN desde 1994, sin ver en concreto "ningún tema que beneficie al pueblo panameño". De cualquier modo, adelantó, serán indemnizados los 20 diputados recientemente electos al citado foro y que no podrán ya ejercer sus mandatos, que comenzaban el 1º de setiembre.

Julio Palacios, ex presidente por Panamá del PARLACEN calificó como “espectáculo internacional”, el retiro de Panamá del organismo regional, cuestionando la validez y legalidad de la medida y poniendo en duda la afirmación gubernamental de que el pueblo panameño quiere que Panamá salga, toda vez que no se le consultó y el presidente se ampara solo en los resultados de una encuesta privada y luego de que sus candidats al PARLACEN no tuvieron suerte en la postulación.

El retiro de Panamá se produce en medio de dos procesos complejos; uno que atañe de manera específica a América Central y otro que conmueve a toda Latinoamérica. El primero podría tener consecuencias para la economía panameña, el segundo es materia de análisis fino y profundo en el continente por cuanto podría, como un iceberg, mostrar sólo una parte muy pequeña de su superficie, entendiéndola en un sentido político que trasciende a la región centroamericana.

En efecto, si bien la decisión del gobierno de retirarse del PARLACEN no es sorprendente –corresponde más bien a una medida anunciada–, llama la atención la oportunidad en que se realiza. Por una parte está en marcha un proceso de integración de la zona –uno de los motivos que se esgrimieron para fundar el parlamento– y además Centroamérica se encuentra enfrascada en negociaciones con la UE tendientes a constituir un acuerdo comercial y de colaboración en diversas áreas.

Frente a esta última realidad, señaló Varela: "Hay países como Costa Rica y Belice que son parte de estas conversaciones (con la Union Europea) y no son parte del Parlacen, así que hay un precedente muy claro".

Debajo de la punta del iceberg

Pese a las diferencias entre los gobiernos latinoamericanos, que a menudo se expresan en forma polémica, y a que las contradicciones entre sus principios y metodologías son fuertes, es un hecho que en la última década se han dado pasos sólidos en materia de integración, tanto considerando áreas regionales como estimando al subcontinente y el Caribe como un todo.

Con avances y retrocesos el Mercosur, la Comunidad Andina de Naciones, la UNASUR, en fin, y los acuerdos y convenios caribeños0, son una realidad que establece marcos de integración que superan los pactos estrictamente referidos a asuntos económicos, y han iniciado un derrotero político, cultural, en el sector trabajo y previsional no desdeñable.

La irrupción bolivariana, que propuso el ALBA, acuerdo integracionista para los pueblos de América, la eventual creación de un banco regional y el hecho de que el comercio adscrito al ALBA ya no considere al dólar ni al sistema financiero estadounidense como centro forzoso del intercambio, por ejemplo, son hechos. Como el pasaporte común de los países del MERCOSUR, que eliminó en la práctica las trabas burocráticas para el transito de personas en el área y deja atrás el estúpido concepto de "ilegales" para definir a quienes son parte de las migraciones extra fronterizas.

Frente a esta realidad que, no importa si con lentitud, se abre paso en especial en el seno de los pueblos –fortificados fuera de toda duda por la reivindicación política y cultural de las naciones indígenas encabezada por Bolivia y Ecuador e innegable en Chile, Perú o Costa Rica– resultaba insólito que la potencia hegemónica no se hiciera oír.

Pero la actual y al parecer irreversible derrota estratégica de EEUU en Asia –Iraq, Afganistán– no significaba que el brazo imperial estuviera sin fuerzas. El regreso del sandinismo en Nicaragua, el triunfo electoral de la izquierda en El Salvador con el FMLN, los tímidos pasos independientistas de Zelaya en Honduras y el "tábano Chavez" –un tábano lleno de petróleo y en pleno proceso de desarrollo tecnológico– debían ser puestos bajo cerco.

El golpe de Estado hondureño puede estimarse una primera respuesta y un primer paso para reacomodar la situación. Un paso que, debe admitirse, tuvo éxito y paralizó las cancillerías latinoamericanas; los gobiernos de la región, como se vio en Ecuador recientemente en la reunión de la UNASUR, no fueron capaces de ir más allá de las acostumbradas declaraciones ni siquiera principistas, apenas de circunstancias, obviando, además, pronunciarse sobre la instalación de siete cuarteles de espionaje y control electrónico de comunicaciones internacionales y aptos para desplegar de ellos eventualmente contingentes armados en Colombia.

A siete semanas del golpe hondureño –consolidado el neo gorilismo– Panamá mueve las fichas, o es movida como una ficha, asestando un mandoble al parlamento centroamericano, que corruptos o no un número de sus legisladores, es un foro de discusión y negociación de acuerdos importante en América Central.

Las preguntas inmediatas son ¿qué viene ahora? Y el segundo interrogante: más allá de las elites financiero-comerciales con plena ciudadanía imperial, ¿qué sector o sectores políticos con presencia en toda América tienen un rol asignado en esta nueva obra de demolición?

Como en las teleseries, habrá que estar atentos al próximo episodio.

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