Chile, ¿dolor inmenso? – NO SE DESTAPÓ CHAMPAGNE POR MUERTE DE EX UNIFORMADO

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Con el ex uniformado mueren varias cosas y resaltan otras. Mueren los procesos que fue sumando –a su nombre y otros que sobrellevan sus lugartenientes y cómplices de antaño–: por secuestros, torturas, asesinatos dentro y fuera de Chile, apropiación de dinerillos, uso de identidades falsas, porai algunas «coimisiones» por venta de armas; desaparecen también ciertos secretos inmobiliarios y de otra laya; permanecerá todavía por algunos años el luto por los ausentes que él mandó matar y, tal vez para siempre –aunque siempre es una palabra inexacta en términos históricos–, la vergüenza de quienes le sucedieron en el gobierno y administración de los poderes del Estado por haber sido incapaces de cumplir con la demanda social: que se hiciera justicia.

Quien fuera oficial de ejército deja un vacío difícil de medir: al menos dos generaciones de chilenos arrojados por
él mismo o por sus sucesores al tacho de basura como efecto de la negación de quienes administran hasta hoy las instituciones sociales en orden a brindar sus esfuerzos al bien común. Chile, por cierto, no puede llorar al viejo sátrapa; llora en cambio por el sistema educativo en ruinas, por una atención de salud deficiente hasta la parodia, por un mecanismo perverso de jubilación y pensiones, por una política habitacional que construyó casas de nueve o doce metros cuadrados…

Y debe de llorar también –no, nunca por su muerte, aunque eso admitiría una excepción– por el lento y tétrico surgimiento de una «nueva clase», como llamó Djilas al encumbramiento de los estamentos burocrático-políticos en Yugoslavia con el envejecimiento de Tito. El lloro no podrá ser por su desaparición, el llanto en todo caso será porque burló hasta el final los vacilantes pasos porque en él se cumpliera la entelequia del debido proceso.

Cuando muere una bestia dañina conviene mirar bien su nido, su madriguera, su hábitat: aquellos que lo vitoreaban y estallaron en oraciones frente al hospital militar donde falleció expresaron dolor del único modo en que lo hubiera aprobado; agrediendo a los periodistas. Tal es la herencia que deja: de prepotencia, intolerancia, viciosa violencia.

En los patios militares se juntan los clarines –no son los claros clarines que escuchó el poeta– preparándose para desfilar ante el féretro. El gobierno calla todavía en esta tarde del domingo 10 de diciembre de 2006. ¿Honores propios de un ex jefe de Estado? Si la Concertación en el poder fuera consecuente consigo misma debería rendirlos. Al fin y al cabo, al aceptar las leyes que dejó, de manera tanto implícita como explícita, le confirió tal calidad. Y esos honores eventuales no le podrían desprestigiar más. Es imposible pactar con el diablo y salvar el alma. Aunque en país de Pedro Urdemales…

Los árboles en Chile agitan sus hojas por la brisa. Ciertamente sobre Pinochet no vale la pena hablar.

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