Cientos de miles protestan en Europa contra el pacto del euro
Armando G. Tejeda*
Cientos de miles de indignados se manifestaron en las calles de más de 60 ciudades de España y otras tantas en diversos países para expresar su rechazo al pacto del euro, un acuerdo entre los gobiernos que integran la Unión Europea que, aseguran, supondrá numerosos recortes en salarios, servicios sociales, pensiones, sanidad y educación.
Las marchas, convocadas por el movimiento del 15 de mayo (15-M), transcurrieron en un ambiente festivo, pacífico y reivindicativo en el que se volvieron a escuchar severas críticas contra los dirigentes políticos y los empresarios, como máximos responsables de la crisis económica y financiera.
La Spanish revolution, o la revolución de los indignados, acordó a través de su sistema de asambleas una jornada de protestas para repudiar el modelo neoliberal y los estragos que provoca en las sociedades. Bajo el lema Europa para los ciudadanos y no para los mercados se congregaron centenares de colectivos y asambleas de barrio que una a una, pero articulándose como un conjunto, protagonizaron la jornada más tumultuosa desde que irrumpió el movimiento ciudadano hace poco más de un mes en España.
Tras las críticas recibidas de un sector de la clase política y los medios de comunicación por altercados violentos y aislados ocurridos en Barcelona el pasado 11 de junio, los indignados, además de criticar el pacto cupular que cambiará el Estado de bienestar europeo, también enarbolaron la bandera de la protesta pacífica, ajena a todo acto violento y con las manos en alto como símbolo de que éstas son nuestras armas.
En las marchas, concentraciones y actos reivindicativos en España no hubo un solo incidente violento. Las protestas con mayor asistencia fueron las de Madrid, con más de 150 mil personas, según los organizadores, y más de 50 mil, según la policía. Y Barcelona, con 260 mil según los convocantes, y 100 mil según las autoridades.
En las marchas que se desarrollaron en 66 ciudades de España se volvieron a escuchar las consignas que convirtieron esta revuelta popular en un fenómeno político que alteró la agenda de los partidos y se expandió como pólvora entre la sociedad.
Su núcleo original eran jóvenes, muchos desocupados y sin perspectivas –España tiene 43 por ciento de desempleo juvenil, la tasa más alta de Europa–, y poco a poco se han ido sumando pensionados, migrantes y más.
"Si se lucha se puede perder; si no se lucha estás perdido”. No creo que haya muchos otros lemas que recojan mejor la esencia de la manifestación de esta tarde en Barcelona. Podemos perder pero el combate ha levantado su vuelo. Y de qué modo. La batalla no se sabe ni se siente perdida.
¡No han sido muchas las manifestaciones en la ciudad de Salvat Papasseit y Gregorio López Raimundo en las que las gentes se mostrasen, nos mostrásemos, más libres, con menos ataduras, más dispuestas a seguir adelante, a resistir y a combatir! Saben, sabemos, que se puede y están dispuestos a ello. Por si nos faltara algún apoyo, por si algún hilo no había sido zurcido, Concha Pérez, una mujer libertaria de más de 90 años, una de las cenetistas que combatieron en el frente estaba esta tarde con nosotros. En su silla de ruedas, mostrando su indignación, con los sentimientos a flor de piel. Mejor imposible.
No puedo conjeturar una cifra de asistentes. La horquilla de los cálculos traza un arco que va de los 75.000 manifestantes hasta más de un cuarto de millón No vale la pena detenerse en esta guerra de números. Ha sido, nadie dirá lo contrario, una de las manifestaciones más importantes de la historia de la ciudad y de Catalunya. Era muy fácil recordar las manifestaciones contra la guerra de Iraq o contra la permanencia de España en la Alianza Militar Atlántica. Mucha, mucha gente, que desde los barrios en algunos casos, desde el centro de la ciudad, desde poblaciones cercanas o no tan cercanas, no se ha limitado a pasear desde Plaza de Catalunya hasta Plà de Palau, cerca del parque de la Ciutadella que hoy de nuevo estaba cerrado y custodiado por los Mossos, sino que ha manifestado su indignación, su rabia incontrolada, sus múltiples y documentadas razones, su compromiso de seguir adelante.
Nunca más, nada va a ser como hasta ahora. No saben cómo parar esta ola de indignación, no van a poder parar esta marea humana ciudadana que ha declarado su rebeldía. Una rebeldía con causa. ¡Qué lo intenten si se atreven! Y no sólo en Barcelona, sino también en Lleida, en Tarragona y en otras ciudades catalanas.
Desde la 5 de la tarde, desde el inicio de la manifestación, que ha durado hasta las 9 de la noche, los lemas anticapitalistas se han dejado oír con claridad y fuerza. Nadie quiere que le traten como una mercancía. No estamos dispuestos a formar parte del "precariado" maltratado en el que quieren convertir a todas las clases trabajadoras. El trabajo no puede ser una condena en instituciones antidemocráticas y militarizadas como son fábricas y empresas.
El paro no puede ser el estado natural de centenares de miles de jóvenes y de personas no tan jóvenes durante años. La clase política no puede seguir al servicio de los designios del capital y sus múltiples tentáculos, ni nadar como pez en el agua en la corrupción y en los privilegios inadmisibles. Los banqueros no pueden seguir aspirando a acumular beneficios y más beneficios en una carrera alocada hacia el fraude fiscal, la barbarie y el todo vale.
Los indignados, por otra parte, lo han gritado insistentemente, no se sienten representados por ninguna fuerza política. Ellos se representan a sí mismos… y a la perfección. Le llaman democracia y no lo es. Y no lo es porque el poder no es del pueblo, sino de un puñado de privilegiados que quieren obrar a su antojo.
Pocas pancartas. La mayoría elaboradas por los propios manifestantes, no por organizaciones políticas. Banderas tricolores, muy pocas catalanas, han ondeado en la manifestación. Lo mismo que numerosas imágenes del Che, el único referente político que, si no ando errado, ha estado hoy presente.
La lectura final del comunicado consensuado ha señalado nuevas citas, próximos encuentros, y una marcha de unos 30 días que partiendo de Barcelona este próximo 25 de junio para llegar a Vallirana ese mismo día pretende desembocar en Madrid a finales de julio.
Nada ni nadie les va a parar; nada ni nadie nos debe parar.
Uno de los gritos más coreados en la manifestación pedía, exigía más bien, la dimisión del conseller de Interior. Hay miles de motivos para ello. Todos justos y sensatos. Pero… que no nos escuchen. La clase política catalana, que ciertamente actúa y se comporta como tal, en absoluto representa a la ciudadanía indignada en pie de justicia y de igualdad. Pero Felip Puig sí que representa a la perfección este “gobierno de los mejores” (¡qué risa doña Rosita!) que hace agua por los cuatro lados y que ha defendido y defiende sin pudor los intereses de las insaciables capas privilegiadas catalanas y del nacional-catolicismo catalán. Con la contrarreforma fiscal, con las nucleares, con los conciertos educativos, con la ley ómnibus. Para ellos es tan natural como la vida misma. Su vida.