Colombia: narcotráfico, separatismo, informalidad y selva piramidal

Atisbos analíticos*

En el último sexenio (2002-2008) nada se ha desquiciado de modo tan intenso y veloz como la idealizada e histórica institucionalidad del establecimiento. Como para, afirmar ahora, a guisa de hipótesis, que la desinstitucionalización de cada día está siendo la sepulturera de la institucionalidad social.
Una hipótesis para el caso de las pirámides de Putumayo-Nariño.

 

La institucionalidad autodisparando contra la sociedad institucional ya por la vía de la parapolítica ya por la de las semánticamente mal llamadas ejecuciones extrajudiciales ya por la de una banca usurera que posibilita la conformación de un mercado financiero informal.

Primera conclusión: En Colombia esa niña mimada del establecimiento llamada institucionalidad se ha prostituido. ¿Con qué autoridad política y, sobre todo, moral los dueños del país podrán seguir hablando de ¿“nuestras sacrosantas instituciones”? ¿“Del altar de la institucionalidad”? Como para rememorar ahora nuestra historia del siglo XIX cuando el fenómeno institucional más importante, El Estado de las Constituciones, no fue sino el resultado dialéctico de nueve guerras civiles de alcance nacional.

Para algunas regiones del país, sobre todo para aquellas donde el Estado históricamente ha sido más una representación simbólica que una realidad objetiva, la des-institucionalización animada y auspiciada desde el Palacio de Nariño ha desatado dos tendencias centrífugas distintas pero conexas: de un lado, el ahondamiento de la informalidad y, del otro, el rebrote de viejas y nuevas aspiraciones separatistas.

Al vincular la informalidad con el actual aire piramidaloico que se respira en Colombia, ha escrito Marlene Singapur, “Así el patrón de la ‘pirámide’, símbolo de la trampa y la feral codicia que para el capitalismo es parte del ‘orden natural’, no pudo encontrar mejor lugar para respirar que nuestra selva, fecunda en informalidad y para-Estados”.(1) En el caso del departamento de Nariño, sobre todo, siempre ha existido el reclamo histórico de un poder autonómico real; subyacentes a esa reivindicación, con frecuencia, se han movido tendencias y aspiraciones separatistas signadas por grados variados de agitación.

De algún modo, la región de Putumayo ha hecho suyos esos reclamos. No es gratuito, entonces, que en la actual coyuntura de casi masiva rebelión contra las decisiones y medidas del presidente, la cuestión de la separación se haya  puesto de nuevo sobre el tapete.

Muchos académicos casi no nos atrevemos a lanzar hipótesis por fuera del disco duro de algunos conceptos centrales. Veamos, de modo denso, una noción y algunas ideas importantes para efectos  esta reflexión. Primero, ¿qué entender por el actual capitalismo? Insuficiente parece continuar afirmando que se trata simplemente de la globalización neoliberal; como especificidad histórica creemos que es mucho más.

Se trata, mas bien, de un conjunto de oligopolios financieros que toman las decisiones fundamentales de la economía mundial y que se encuentran en lo que Samín Amín denomina proceso de financiarización (2), vale decir, buscando siempre que la actividad financiera se constituya en al actividad central y estratégica  del conjunto de las actividades económicas. La otra idea es la asociada al neoliberalismo en el sentido de aquella ideología que pregona que, por encima del Estado, el mercado es el más importante ordenador de la vida social.

Digamos al respecto que existe una especie de anarquismo neoliberal de derecha, que anula por completo  la presencia y la acción del Estado. Ha sido esto lo que ha sucedido en Colombia en la actual coyuntura de las Pirámides. No obstante existir legislación básica en materia de regulación estatal, nuestros neoliberales al mando del Estado optaron por no intervenir. Creyeron que esas regulaciones estorbaban la mano invisible del mercado y por eso mantuvieron alejadas las manos visibles del Estado.

Resaltemos ahora algunos ejes descriptivos de lo acaecido.

Desde hace ya algunos años, cuatro o cinco, las “parafinancieras”, entre legales e ilegales en materia de papeleo, habían venido captando dineros de una fracción predominantemente pobre de la población, sobre todo en regiones más o menos  marginales de la geografía nacional. Dentro de esa acción abierta apareció DFRE, la más importante de todas. Hace 18 meses hizo presencia DMC. Afirmaba no captar dinero del público, pero, en realidad de verdad, sí lo captaba. Hacía lo que decía no hacer. De todas maneras, emergió bajo la forma de una comercializadora que feriaba mercancías de todo tipo pagadas con tarjetas prepago.

En pocos meses se consolidó como una sólida firma nacional con una ambiciosa proyección internacional. Algunos analistas han resaltado cómo en el Putumayo y Nariño, en general,  dueños, accionistas y ejecutores de las Pirámides eran personas cercanas a la política de Seguridad democrática. (3) Habría sido por esta razón por la que cuando el presidente Uribe tomó las primeras medidas contra David Murcia, éste le amenazó con restarle la base uribista que tenía capturada para su proyecto.

Entre julio y agosto de este año muchos de los dueños de las Pirámides empezaron a desaparecer pateando con su sombra millonarias sumas de dinero recaudadas entre gente pobre sobre todo. El 7 de noviembre DRFE anunció en Pasto que rebajaba del ciento cincuenta por ciento  a un setenta por ciento la tasa de intereses a pagar.

Se precipitó entonces el pánico colectivo aupado por los grandes Medios. Concentraciones frente a las sedes. Saqueos. Motines En varios casos, policías apropiándose de dinero. Medio controlada la situación, un sector más racional de ahorradores, al sentirse manipulados por los medios, reaccionaron así:

1.respaldaron a sus “Pirámides”;
2.rechazaron las medidas del gobierno; y
3.ubicaron a los orquestadores del pánico: Bancos y Medios. (4)

Como respuesta central, el Gobierno declaró la emergencia social lanzando, al mismo tiempo, una ofensiva judicial, política y mediática, sobre todo contra DMG. En el solo sur del país, medio millón de ahorradores, 2.5 billones de pesos captados. Y a escala nacional, un millón de ahorradores y cinco billones de pesos ahorrados.

Se debe recordar que Putumayo y Nariño fueron puntos de origen y de referencia central tanto de DRFE como de DMG.
En este caso la historia asumió la forma de una trágica  comedia, en la que un actor central teniendo en las manos las herramientas legales, por convicción neoliberal, y quizá por otras razones, se abstuvo de actuar. Al respecto escribió Jorge Orlando Melo, “Si a las autoridades hubieran actuado  sobre la base de que la apariencia es pura apariencia, y que normalmente el estafador dice que hace una cosa y hace otra, habrían cerrado las oficinas abiertas…y juzgado a los promotores por lo que hacen y no por el letrero o etiqueta que les ponen a sus oficinas”. (5)

De todas maneras, débil la legislación, y quizá todavía inadecuada o mal tipificada, el art.316 del nuevo Código Penal señala que “quien capte dineros del público, en forma masiva y habitual, sin contar con la previa autorización de autoridad competente, incurrirá en prisión de dos años a seis años”. Pero, excepción hecha del fiscal Piedrahita en un pueblo de Cundinamarca, nadie intervino.

Como con el caso de los paramilitares años atrás, hasta se negó la existencia de las parafinancieras. Demasiado tarde, el gobierno se dolió de no haber actuado antes. Vinieron entonces la  declaratoria de la emergencia social y una ofensiva judicial, política y mediática sobre todo contra David Murcia, el nuevo Mesías.

Las gentes se abstuvieron de acusarlo de estafa. Más bien, rodearon su empresa y su empeño. De cara al personaje contradictorio ha sido el trato dado por el gobierno: y los medios. Estos lo trataron con sevicia y crueldad. Esposado y con grilletes en manos y pies  se lo mostraron a Colombia entera mientras declaraba que quería negociar. El Ministro Santos lo acusó de haberse dado la gran vida con el dinero de los pobres “pobres”.
¿Qué habrá detrás de sus actuaciones? Un nuevo Redentor? Un visionario proyectado? ¿Otro ídolo de pies de barro? ¿Un chivo expiatorio”. ¿Un iluminado artífice de nuevas e inéditas formas de relación entre el crimen y la política? Sea lo que sea, lo cierto es que el gobierno pronto mermó los ataques para terminar ofreciéndole la aplicación del principio de oportunidad (una especie de cínica amnistía moral) si cooperaba con la justicia.

Muy pocas veces en su sexenio Uribe había actuado de modo tan inoportuno, en un momento tan inoportuno y con medidas  tan inoportunas. Pero, todo esto puede que no sea sino la apariencia que oculta las movidas reales.

Pero, ¿qué movidas  reales, al otro lado del mundo de las apariencias, son las que estamos insinuando?

Una buena parte de las interpretaciones sobre la cosecha de Pirámides señala que éstas, bien o inadecuadamente legalizadas, no han sido otra cosa que empresas fantasmas realmente dedicadas  al lavado del dinero del narcotráfico. Al respecto expondremos tres tesis, entre polares y aproximadas, como marco para presentar la posición de Atisbos. Pero antes, adelantemos  una primera respuesta a la pregunta sobre la tardanza del gobierno en realizar la intervención.

Digamos como anticipo que, en general, DRFE y DMG aparecieron como el esbozo de una propuesta de mercado financiero informal alternativa a la Banca  formal; y agreguemos que se trataba de una apuesta atractiva para una masa crítica de la población colombiana o imposibilitada de acceder a la banca o burdamente maltrata por ella.

Desde esta lógica, esas dos Pirámides, sobre todo, aparecieron como una seria amenaza a un sistema bancario que, como el colombiano, en el último semestre había obtenido ganancias usureras por ocho billones de pesos. Pero, desde otras lógicas, Uribe y su Equipo no podían menos que mirar con buenos ojos la existencia de unas parafinancieras que habían empezado a materializar uno de los cien puntos de su catecismo, el arranque de un proceso de conformación de una sociedad de posibles propietarios. Fue así, entonces, como la tensión entre esos dos sistemas financieros, el formal y el  emergente, circunstancialmente inhibió la capacidad decisoria del presidente.

De allí el titubeo. Esto no obstante, la forma de gobierno instalada en el país  (una putrefacta  democracia de represenación + una dictadura civil mediutica + los interses financieros del gran capital) sería  la que finalmente resolvería la tensión jugando a favor de la fracción financiera del gran capital. De esta manera, a Uribe se le deshizo en las manos la ficción del capitalismo popular.

Jorge Orlando Melo defiende la tesis  de que las Pirámides pudieron servir para muchas cosas, entre  ellas para consumar una gran estafa y para promover una lucha intrapobres, mas no para lavar dinero; en su concepto, para esos efectos existían maneras menos costosas y llamativas que regalarlos al público  tales como la compra de la finca raíz, el contrabando, que con rapidez convierten los dólares sucios en bienes normales.(6)

Clara López, por su parte, sostiene una tesis contraria: “Si  MDC no se ve es quizás porque tiene detrás, encima, al lado y debajo a la única industria capaz de hacer sostenibles esos extraordinarios rendimientos, y sobra decir que esa industria no es el maíz, papa, plátano, yuca, piña  o chontaduro y caña de azúcar que se producen en el Putumayo. La riqueza lavada de unos crece ante la ceguera complaciente del gobierno y la ambición de millones, que no tiene por qué ser rescatados con dineros públicos de la desgracia de su   viveza y pereza”. (7)

Y en tercer lugar, Pedro Santana sostiene que lavado de dinero sí pero bajo la forma de una nueva modalidad: ya no se trataría de introducir dinero a la economía formal sino, más bien, de pagar una especie de “peaje social que de contera le daría una base social propia”. Entonces, ha escrito Santana, “el Estado  busca ser puesto al servicio de las empresas ilegales, y la tranquilidad y el orden son parte del discurso mafioso. A cambio la mafia comparte parte de las utilidades que obtiene  tanto en las redes criminales como en las actividades legales”. (8)

En opinión de Los Atisbos, el narcotráfico colombiano  sí tuvo que ver con las Pirámides, con DFRE y, sobre todo con DMG, pero no con un mero propósito de lavar dinero sino desde una mirada más estratégica: Salvaguardarse a sí mismo, así como cubrir y mimetizar sus intereses estratégicos con una posible pero futura “patria territorial” con jurisdicción sobre  las actuales regiones físicas, sociales y culturales de Putumayo y Nariño. 

DFRE Y MDG, sobretodo, habrían sido el primer paso real, un efectivo punto de partida de esa apuesta de mediano y largo plazo. Fue por eso, asunto que fue silenciado por los medios, por lo que la cuestión de la separación de modo discreto estuvo  en el orden del día en la esporádica pero violenta rebelión que acaba de acaecer en Mocoa contra las medidas del gobierno. Fue por eso por lo que, por otra parte, la Comercializadora MDG  trató de hacer del Putumayo físico y mental un único y exclusivo hipermercado departamental en una región donde nada se comercializase por fuera de él.

Ficcionaria y efectista puede aparecer la tesis, pero es que el narcotráfico colombiano en materia de tiempos se ha modernizado; de las transnacionales ha aprendido que los tiempos del gran capital son tiempos, como mínimo, de mediana duración. Estos serían los tiempos necesarios para re-fundar una “patria propia” en la época de la globalización, es decir, una “patria” con toda la informalidad requerida para asegurar el maridaje entre la política y el crimen.

Ha sido así como a los Atisbos Analíticos se le ha ocurrido  pensar en Chupeta y Mancuso bajo el nuevo liderazgo mediático político de David Macías…

Notas

 1.Singapur, Marlene, Entre pirámides y mingas? , en El Gusano en la Fruta, lunes 17 de noviembre del 2008.
http://criteriocolombiano.blogspot.com

2. Amín, Samir, ¿Debacle Financiero Crisis sistémica? – asisi50@hotmail.com 

3.  Dorado Fernando, Las contradicciones del régimen mafioso, 18 nov.2008,
http://www.polodemocratico.net/
4.Idem

5. Melo, Jorge Orlando, Las Pirámides: Una Estafa consentida, en Razón Pública, 16 nov.20086.
6. Idem

7. López Clara, ¿Pirámides de coca?, El Tiempo, 18 nov. 2008

8. Santana Rodríguez, Pedro, La defraudación de cientos de miles, la reelección y la Cultura mafios, Caja de Herramientas, Seminario Virtual, nov.28 2008

* Atisbos Analíticos No 97, diciembre 2008. Director: Humberto Vélez Ramírez, profesor del Programa de estudios políticos, IEP, Universidad del Valle.
http://atisbos analiticos2000.blogspot.com
 

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