Colombia: Prueba de fuerza de nuevos grupos paramilitares

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La extorsión domina y por esta vía controlan la población. ¿De qué vivían Cuchillo y Caracho en Meta y Vichada? A medida que el narcotráfico se concentra y monopoliza en carteles medianos y grandes, la extorsión se democratiza, se amplía —digamos— la base tributaria paralela. Con seguridad, en muchas zonas rurales se paga más en extorsión que en impuesto predial.

La organización que se requiere para la extorsión es, por supuesto, militar: los combos andan armados y asesinan colaboradores o aportantes que se atrasan en sus obligaciones o que se niegan a adquirirlas. Pero voy más allá: ¿Cómo es posible que siendo un fenómeno tan generalizado, tan gravoso para los extorsionados, las autoridades no se den cuenta? ¿O se dan cuenta y cobran su parte? No digo todas; tampoco que sea un comportamiento institucional, pero la dimensión del negocio impone esta explicación. Alejandro Arias, un juicioso periodista samario, escribe: A la policía nadie le cree porque “se ha dedicado a jugar a la política y ha mentido en los aspectos relevantes de la seguridad ciudadana. No hay muerto que no esté justificado en sus comunicados de prensa: lo mataron porque era abogado, era periodista, era mendigo, era desmovilizado, era cualquier cosa por la que se justifica lo hayan asesinado; sí, y por cuenta de ello la sociedad debería estar tranquila”. Hay que mirar con cuidado.

La muerte de Giovanni —Juan de Dios Úsuga— dio pie a una demostración de fuerza que tiene un mensaje: Déjennos trabajar. ¿Cómo podrían los Urabeños y asociados paralizar seis departamentos si no tuvieran una gran red de negocios respaldada por un eficaz poder armado?

*Periodista colombiano, nota publi ada en El Espectador

 

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