Crisis económica y corrupción dividen la sociedad argentina
Álvaro Cuadra, Juan Guahán - CLAE
La transformación es una constante en la vida de las personas, las sociedades y en la propia naturaleza. Muerte y nacimiento se suceden para que la vida siga, de la semilla nace la planta y ésta producirá lo que le dará continuidad a su especie.
Esta sociedad -la de los argentinos de hoy- se encuentra en un punto límite, lo más parecido a un callejón sin salida. Una realidad económico-social dramática trata de ser tapada por las denuncias de una corrupción que es atribuida al gobierno anterior, pero cuyas características indican que ella es patrimonio de sucesivos gobiernos precedentes.
Las posibilidades del macrismo de poder aplicar esta política regresiva, antinacional y anti popular, fundados en la legitimidad que le dieron las urnas, ratifican las concepciones reaccionarias de este gobierno e indican las debilidades de las reformas introducidas por quienes los precedieron. La mayor deficiencia del gobierno precedente, la que está en el centro del problema, es no haber desarmado un modelo económico agro-minero exportador, impuesto desde nuestros orígenes. La primacía de los intereses financieros, junto a la concentración y extranjerización de la economía, fueron sus frutos.
La corrupción, históricamente vigente, aparece como la contrapartida utilizada para ocultar la crisis y sus causas. Pero sus efectos sobre la gran parte de la sociedad –si bien importantes- no son los esperados por quienes promueven, investigan o ejecutan esas políticas. Las razones de los débiles efectos de la corrupción son bastante evidentes. Ella está naturalizada en la vida cotidiana de gran parte de los argentinos y el actual drama económico social diluye su importancia, además, cuando el delito se generaliza nadie quiere verlo. Por otra parte existe una común percepción y variadas denuncias en el sentido que la actual administración se beneficia con el mismo fenómeno pero bajo formas distintas porque ellos ya forman parte del sistema expoliador.
Hay una reciente encuesta (de Gustavo Córdoba y Asociados) sobre “la grieta”, donde se elige un “mal menor”. Allí, el 50% de los encuestados se inclina por “un país sin corrupción” y otros 48,5% lo hace por “un país sin inflación” (tomando a ésta como símbolo de la política económica). Es interesante -aunque esperable- que más del 62% de la gente que votó a Mauricio Macri se incline por un país sin corrupción; a la inversa otro 62%, pero de la gente que votó a Daniel Scioli, prefiere un país sin inflación.
Estos problemas -que nos atan al pasado- son irrecuperables y sin una superación de los mismos nos enfrentaremos a un futuro destinado a repetir el pasado.
Cuando lo viejo no murió y lo nuevo no nació
Ese parece ser el símbolo de los tiempos que corren. La angustia colectiva que recorre esta realidad, donde el modelo de la vieja sociedad se muere y el nuevo tarda en aparecer, nos coloca en las puertas de cambios profundos Distintas expresiones del quehacer humano, intelectuales como el italiano Antonio Gramsci, poetas como el alemán Berthold Brecht o nuestro “Indio” Solari nos advierten sobre esa lógica en la que nuestras sociedades siguen envueltas.
Pero son justamente estos tiempos -de insatisfacciones y dolores colectivas- los momentos más propicios para los cambios que las sociedades necesitan, para salir del atolladero en el que estamos.
Presupuesto: detalles de un dibujo poco creíble
Es claro que uno de los principales problemas del gobierno es la escasa credibilidad con la que cuenta. Ello es fruto de los reiterados “incumplimientos” respecto de los objetivos propuestos. Ello se prueba con las previsiones presupuestarias y la realidad actual. Algunos datos centrales sobre lo ocurrido con el Presupuesto 2018, certifican lo dicho: El crecimiento previsto era del 3,5% y ahora estiman una caída del 2,5%. El valor del dólar era de $ 19,30, hoy anda rondando $ 40; la inflación promedio prevista era del 15,7% y ahora va camino al 45%.
Esos datos señalan esa contradicción permanente que ha sido el gobierno de Macri, entre lo que dice que se propone y lo que consigue. El gobierno fundamenta esa disparidad en cuestiones externas: Las tasas de interés del Tesoro de los EE.UU, la crisis turca. Otra de las responsables señaladas es la sequía. Con ese antecedente a la vista es difícil pensar que el Presupuesto presentado esta semana no pasa de ser “dibujo”, del cual -de todos modos-podemos extraer algunas conclusiones, para el caso que este gobierno llegue al 10 de diciembre de 2019.
La propuesta de Presupuesto 2019 parte de algunos supuestos básicos: La profundización del ajuste y –nuevamente- un segundo semestre plagado de bonanzas y brotes -tan verdes- que las actuales autoridades imaginan que con él podrán tapar el bosque. Pero ese bichito travieso que es la realidad emerge por los cuatro costados.
En una inflación estimada –demasiado voluntariosamente- en un 23%, la mayor parte de lo que denominan “gastos públicos” rondan esa cifra. Porcentaje superado en Seguridad y Políticas Sociales que van más allá del techo del 30%. Pero hay quienes superaron largamente esa cifra, son aquellos que no tienen “techo” en sus particulares “paritarias” con el Estado. Son los usureros que ganan con los juegos financieros y sus beneficios con lo que llaman la “deuda externa”.
Ellos esperan incrementar en un 82% lo que perciben por los vencimientos de capital y 49% más que van a cobrar en concepto de intereses. Es por eso que pagamos, por la deuda y sus intereses, 5 veces más que lo previsto en el presupuesto para Salud. También queda claro que las mentadas obras públicas (claves para el crecimiento del año pasado) sufrirán un severo parate y que el gobierno confía el destrabar el uso del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (de la Administración Nacional de la Seguridad), lo que le permitiría acceder a esos fondos de jubilados y quedarse con esas “joyas de la abuela”.
Para no apabullar con números, vale citar dos detalles que sirven de muestra. Estiman que el dólar tendrá un valor promedio anual de 40,10 pesos, pero el mismo día que se presentaba ese paquete al Congreso el dólar cerraba en 40,52. Es de imaginar que nadie cree mucho que el dólar baje durante 2019.
Otro dato de interés es que –según las propias estimaciones oficiales- la economía retrocedería –para fines del 2019- el 1,9% respecto a la existente al momento de asumir. Si a eso le agregamos que durante los últimos 4 años del kirchnerismo solo había crecido por un total del 1,5% resulta que nuestra actividad económica, a fines del 2019, sería menor a la que teníamos 8 años atrás.
Estos últimos datos (evolución del dólar y del crecimiento) son muy optimistas apreciaciones oficiales. ¡Así nos va!, aunque esa dependencia del dólar y del crecimiento económico, serían valores de muy relativa importancia en otro modelo socio-económico.
No quedan dudas que el principal objetivo de este “dibujo” presupuestario es hacer viable que nos llegue la plata del FMI. Ese es el fundamento del déficit fiscal cero (entradas y salidas de Cajas, sin contar los pagos por deuda). La propuesta presupuestaria, elevada por el Poder Ejecutivo, plantea modificar el Art. 65 de la ley 24.156; lo hace en el sentido de permitirle manejar, sin intervención del Congreso la deuda externa.
Circula el rumor que lo que pretenden es poner como garantía a los yacimientos de hidrocarburos de Vaca Muerta. Con ello suponen que podrían conseguir –sin dolarización, ni convertibilidad- los fondos que le permitan llegar hasta el final del actual mandato, aunque ello suponga mal vender nuestros recursos.
Todo lo demás que rodea a estas definiciones centrales es pura cháchara, revestida de tecnicismos contables.