Democracia de la derrota, extractivismo recargado y un orden político que se derrumba

206

Qué posibilita el avance de la ultraderecha en Argentina, cuál es el rol del peronismo y del macrismo, cómo repercute el modelo extractivo y su violación de derechos, qué se puede esperar del próximo Gobierno. Son algunas de las preguntas que se intentan responder y, central, por qué esta democracia ya no da respuestas a los sectores populares.

La última dictadura dejó como resultado una democracia signada por la desactivación del campo popular, el disciplinamiento social hacia la delegación irrestricta del poder. Retomando a Alejandro Horowicz, “una lección de obediencia severamente aprendida” en la que -se vote al partido que se vote- triunfa, con matices de grado, el programa político del extractivismo y la maximización de la ganancia empresarial: en definitiva, una democracia de la derrota.

La rebelión popular del 2001 marcó un quiebre frente al orden y las recetas impuestos por el neoliberalismo en nuestro país. El kirchnerismo y el macrismo son hijos tanto del alfonsinismo/menemismo como de esa rebelión y cada cual -a su manera- tomó los recaudos y las medidas necesarias para reestablecer y asegurar una dinámica del orden. Este orden que hoy se derrumba, en medio de una crisis social, política y económica y ambiental sin precedentes, marca la ruptura de una forma de hacer política que comprendimos durante las dos últimas largas décadas.

La consagración de Sergio Massa candidato hizo efectiva esa profunda modificación. En definitiva, el voto a Massa, como antes a Alberto Fernández, está signado por el espanto. Solo en presencia de un horror como el de Javier Milei y Victoria Villarruel se explica que pueda volver a ganar un gobierno tan desacreditado y criticado como el actual de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.

No por casualidad se le puso inflador a Milei. No por casualidad un funcionario procedente de la Unión del Centro Democrático (Ucede) como Massa fue el “mejor” candidato del Partido Justicialista (PJ) para poder disputar con chances las elecciones frente a las variantes de la extrema derecha. Queda en suspenso si el PJ como partido del orden, puede aún asumir esa función, aggiornando el sistema político a los vientos del capitalismo global o si asistimos a los estertores de este orden moribundo.

Se trata en definitiva de un orden político que se derrumba mientras el personal político que lo sostiene hace denodados esfuerzos y acude a todo tipo de manotazos de ahogado para evitar que la profundización de esta crisis social, política, económica y ambiental se traduzca en revuelta.

Los resultados del 22 de octubre en las elecciones generales parecen haber dejado una sensación de alivio para gran parte del pueblo: la impresión de que se le ha logrado poner freno, al menos circunstancialmente, a la más agresiva ultraderecha. Que el neofascismo que encarna en las ideas de Milei y Villarruel, en lugar de ganar en primera vuelta, haya sido relegado provisoriamente a un segundo lugar, obligado al menos a dirimir en balotaje, ha representado sin dudas una buena noticia para buena parte de la clase trabajadora, más allá de su diversidad ideológica, en un escenario tan sombrío.

El espanto que supone el escenario político y social en curso no ha permitido celebrar como se merece la derrota de Patricia Bullrich, una enemiga declarada de la clase trabajadora que ha anunciado la guerra en cuanta oportunidad tuvo. Como muestra está su responsabilidad en los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

Estos resultados, por mucho que se intente, no pueden explicarse sencillamente por una perimida antinomia entre peronismo y antiperonismo. Si bien el primero se vuelve a mostrar como músculo vivo, con capacidad de articular fuerzas a la defensiva, aún sin capacidad ni decisión de imponer un modelo. Mucho menos se pueden justificar en relación con lo que hoy por hoy ya representa una falacia del hombre de paja: el fantasma del kirchnerismo como (re)articulador de la grieta.

El punto central no es si Milei es “inestable” o si está “loco”, sino que en realidad Milei no es ni más ni menos que un hijo sano de esta “casta” y que la violencia que engendran sus ideas son neuronormales.

Opciones de candidatos en segunda vuelta de las elecciones argentinas.

Hartazgo, bronca y miedo

Los resultados del 22 de octubre, por el contrario, no pueden sino explicarse, en gran medida por los anticuerpos que aún presenta buena parte de nuestro pueblo contra el neofascismo a nivel político y el liberalismo extremo a nivel económico. Un despliegue de micromilitancias, que de forma horizontal y sin conducción política, pero con clara dirección, llevó adelante una campaña para frenar a la ultraderecha tan desfachatada como fachistizada que se envalentonaba. Es la defensa de lo público que aún subsiste por sobre lo privado, de los derechos humanos más elementales y de las históricas conquistas de derechos laborales por parte de la clase trabajadora lo que ha llevado a revertir -en clave de voto antifascista- al menos transitoriamente el resultado de las PASO.

El rechazo que genera Massa y que provoca la pésima gestión del actual Gobierno, incluso entre buena parte de sus votantes, ha sido inferior al miedo a Milei. Esa parece haber sido la resolución de una ecuación para gran parte del electorado. De la elección del hartazgo y la bronca pasamos a la elección del miedo contra el avance de la ultraderecha, en donde buena parte de un electorado que venía votando progresismo, izquierda, no votando o votando en blanco se tapó la nariz para votar a Massa.

Derecha y ultraderecha

El escenario ante el balotaje es aún incierto y la política argentina parece encaminarse, al modo brasileño, hacia la consolidación de dos vectores para regir la política nacional. Allá donde la rebelión del 2001 parió al kirchnerismo -junto con una serie de proyectos electorales que durante varios años se presentaron como progresistas-, desde Daniel Scioli y Alberto Fernández para acá asistimos a la decantación de una agenda política bipartidista corrida hacia un polo conservador (en lo político) y liberal (en lo económico).

Con un bloque de centro derecha que hoy encuentra como líder a Massa, ministro de un gobierno de ajuste y alineado al FMI, y que intentará “cerrar la grieta” armando una coalición con radicales, sectores del peronismo federal y parte de la ruptura de Juntos por el Cambio. Y con un bloque de extrema derecha liderado por Milei y Villarruel que se reforzará con los votos de Bullrich y el sector más rancio de Juntos por el Cambio (el macrismo).

Y sigue teniendo ocho millones de votos una propuesta política de ultraderecha que se hizo más explícita.

Las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales para el sostenimiento y el surgimiento de fuerzas ultraderechistas y fascistas siguen más vigentes que nunca. Lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer y en ese claroscuro emerge Massa, reconfigurado como líder de una nueva fuerza política que encuentra condiciones de hegemonía. Éste despliega un juego político por arriba. Se hace con el tablero. A diferencia de Cristina Fernández de Kirchner, que necesitaba el centro para hacer reaccionar a sus enemigos, Massa los siente propios y los hace mover a su conveniencia. Ya cuenta con el beneplácito de la Unión Industrial Argentina (UIA) y de la Corte Suprema.

La primera medida post paso había sido la devaluación. Ahora abrió la licitación del 5G, una disputa que revive la guerra fría en el mundo. En Argentina está interesado el Grupo Clarín. Ya cuenta, también, con gran parte del apoyo de la CGT, a quien conquistó con el aumento del piso del impuesto al salario (más conocido como impuesto a “las ganancias”). La Uocra y el gremio estatal UPCN coparon el bunker. Cuenta con gobernadores, con promesa de coparticipación. El Movimiento Evita siempre dispuesto. El núcleo ¿poskirchnerista? ocupado en retener la provincia de Buenos Aires e intendencias. Mientras tanto, su base militante parece ir encantándose con el Massa que sale con cara lavada de derrotar a Bullrich y Milei. Resta verse el margen de juego propio de Axel Kicillof, quien ya se reunió con Massa, posando para la foto.

El pueblo sigue descontento, cansado y desanimado. Pese a una campaña muy activa para que el pueblo vote a Massa contra Milei en las presidenciales y revertir esta tendencia, así y todo nos encontramos con una de las dos elecciones presidenciales con más ausentismo desde 1983 (22 por ciento), solo superada por el 24 por ciento del 2007.

Las PASO de agosto habían sido récord absoluto con 30 por ciento de ausentismo y esos valores fueron aún mayores en varias elecciones a gobernador, donde un tercio de la población decidió no concurrir a las urnas y alrededor de un siete por ciento votó en blanco, superando el 21 por ciento en Tierra del Fuego.

Cuando se enfríe el frenesí electoral del balotaje asomará un proceso que no dará satisfacciones. La posibilidad abierta para una propuesta contrahegemónica efectiva reside en salir del sistema que la cobija. Luchar contra el fascismo luchando contra las condiciones que lo hacen posible, esa es la tarea de fondo. Haber frenado una avanzada es apenas una instancia. No es derrotar esa fuerza política. Mientras tanto habrá que empujar una movilización que regenera una voluntad de ir por más. Por imponer una agenda de la clase trabajadora, de los pueblos en lucha.

Opciones de candidatos en segunda vuelta de las elecciones argentinas.

Extractivismo recargado y negacionismo multidimensional

La agenda negacionista que impuso La Libertad Avanza, poner de nuevo en debate si fueron 30.000 o proponer la dolarización y el cierre de ministerios -entre tantas otras propuestas alarmantes-, condujo a dejar bajo el tapete aquellos puntos de acuerdo que suscribían los diferentes candidatos con chances presidenciables.

Una de las más relevantes es el acuerdo en sostener y profundizar el modelo extractivista: una matriz productiva destinada a la exportación de commodities sin importar la destrucción, envenenamiento y saqueo de nuestros cuerpos y territorios.

En el actual contexto, ya no alcanza con el extractivismo de bienes comunes en Vaca Muerta, como el que propone Massa, o con el extractivismo de litio que llevó a Morales -socio de Horacio Rodríguez Larreta en Juntos por el Cambio-, a reprimir y torturar en Jujuy. Van por más: por ejemplo, la propuesta explícita de Milei de avanzar en el extractivismo de cuerpos, que la venta de órganos pueda ser un mercado más.

Propone también Milei la privatización del Conicet. Bullrich replicaba en su momento que pretendía una ciencia aplicada a generar patentes, es decir más mercantilizada. Por su parte, Massa revalorizó en el debate presidencial la teoría del “capital humano”. Desde la presidencia y el directorio del Conicet, parte del riñón de Unión por la Patria, en lugar de jerarquizar toda la producción pública de conocimiento que realiza el Conicet, se contestó que el organismo tiene como bandera la generación de divisas, la transferencia a las empresas y el extractivismo de bienes comunes, enfatizando la producción del trigo transgénico HB4 resistente al glufosinato de amonio, de gas y petróleo no convencional, o la extracción de litio; todas actividades destructivas y contaminantes que terminan generando riqueza para el sector privado. Propuestas todas para sostener una ciencia al servicio del extractivismo de conocimiento y de bienes comunes.

Anuncia Milei la propuesta de vouchers educativos para eliminar lo que queda de concepción pública de educación, y eliminar la gratuidad universitaria. Massa, que hace unos años decía que había que avanzar hacia una universidad arancelada, hoy pone sobre el foco a las y los docentes que hacen huelga. El presentismo es su solución, se acabó “la joda”. Bullrich, por su parte, destacaba que el problema son los extranjeros que vienen a la universidad. Así las cosas, mientras que el sector docente ha sido la punta de lanza a la hora de enfrentar el extractivismo y el saqueo, nuestra educación -en la propuesta de los principales candidatos- avanza hacia una profundización en el disciplinamiento, bancarización y extractivismo académico.

Es en este escenario que se anuncia con bombos y platillos el Plan de Ciencia y Tecnología 2030. Sin dudas es superadora una propuesta que se plantea llevar un crecimiento de la inversión en ciencia hasta llegar al 1,7 por ciento del PBI en los próximos siete años. O que incluye cuestiones como la pobreza, la vulnerabilidad socioambiental, la educación inclusiva, la salud accesible, los derechos, la soberanía alimentaria y la perspectiva de género en su agenda.

Sin embargo, haciendo memoria sobre las políticas que se han llevado adelante en el pasado reciente, uno se puede permitir el beneficio de la duda, sospechar que en buena medida se trata de palabras que no se condicen con la realidad. Porque el gran problema se presenta cuando encontramos explícitamente las continuidades con las anteriores agendas en donde se ve a las claras que buena parte de la producción de conocimiento estará al servicio de la producción de valor agregado, el desarrollo de empresas y el aumento de las exportaciones: el núcleo de una política basada en la mercantilización de la ciencia, el extractivismo de “recursos” humanos y naturales en favor de las empresas y la producción de commodities.

No sorprende encontrar como parte fundamental del Plan 2030 conceptos clave como la investigación marítima (relacionada con la explotación offshore), la bioeconomía y la biotecnología (con el agronegocio) o la transición energética (con la explotación del litio).

Así como el paquete de soja transgénica y glifosato engendró el trigo resistente a glufosinato de amonio, así como la megaminería trajo luego al fracking y a la explotación offshore; de modo similar, las diferentes formas de ajuste y precarización de la vida que pergeñaron el PJ y el macrismo crearon un Milei.

No son lo mismo. Son las formas más extremas de las diferentes cabezas con que hoy se nos presenta el capitalismo, un modelo extractivista que se aplica sobre cuerpos y territorios.

Opciones de candidatos en segunda vuelta de las elecciones argentinas.

Derechos Humanos selectivos

En estos días se habló mucho sobre el negacionismo del terrorismo de Estado de la última dictadura militar que promueve La Libertad Avanza. Poco se habla de ese otro negacionismo, el de los ríos de agua envenenada que ha venido produciendo la dictadura extractivista como política de Estado, gobierno tras gobierno, y que no hará más que profundizarse en el próximo gobierno, gane quien gane.

Poco se habla del negacionismo que reabre las heridas de la (llamada) Conquista del Desierto a través de un Estado que activamente sigue robándole la tierra y criminalizando a los pueblos originarios para entregarle territorios a Lewis, Benetton o a las empresas trasnacionales que se quedan con el litio.

Recuperar la vida

El Estado está siempre presente, ya sea para el terrorismo de Estado como para envenenar y saquear cuerpos y territorios. No se trata de Estado ausente ni muchos menos de un Estado que nos cuida. Se trata de un Estado que es cómplice, socio y garante de la ganancia de los sectores más concentrados de poder.

No es casual que, en estas elecciones, no esté en debate el saqueo de los bienes comunes y el extractivismo. Porque ese modelo, y el ajuste y la precarización de la vida, se intentará profundizar.

Por eso, es necesario abrir y restituir un debate estratégico. Es imprescindible volver a soñar, se hace urgente mover las fichas y, sobre todo, patear el tablero. Para de esta forma volver a sintonizar con una bronca general que cada vez es más ruidosa, para avanzar con la tarea de construir una fuerza social y política para vivir mejor.

No se trata ya de sostener un orden que se derrumba. La tarea es volver a buscar el encuentro, el afecto, el abrazo, la solidaridad, para construir una verdadera democracia, un mundo nuevo, para recuperar la vida digna que nos robaron.

 

Fuente: Agencia Tierra Viva

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.