Desde Caracas: Chile: fatiga de materiales

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Beatriz de Majo.*

Cuando, después de votar el domingo, Michelle Bachelet aseguró que habría balotaje en enero, estaba tan segura de ello como de ese 74% de apego que consiguió por su gestión. Le faltó, sin embargo, hacer el “mea culpa” que llevó a la coalición a la derrota después de 20 años ininterrumpidos. No fue una cuestión de mala suerte.

 

Fue no haber medido los efectos políticos que tiene sobre una ciudadanía madura, como la chilena, el olvido de un segmento vital de la población: la generación del relevo y la adecuación temprana del país a sus necesidades.

Los resultados de la ejemplar contienda muestran que los últimos gobiernos, a pesar de haber llevado a Chile a ser la envidia de Latinoamérica, no lograron levantar el apego suficiente para obtener la mayoría que les hacía falta para continuar.

Quien sucederá a Bachelet en el poder será un miembro de la oposición, un militante ferviente de la derecha chilena. Sebastián Piñera, hipermillonario y hombre de negocios, se alzará con la victoria en enero.

La Coalición, una concertación de socialistas, radicales y demócratas cristianos que se dedicaron a reconstruir la democracia en el país después de la dictadura de Pinochet tiene incontables méritos y es la prueba acabada de que la unión sí genera fuerza: pusieron en marcha programas sociales exitosos y dieron lugar al crecimiento y la consolidación de una economía de mercado que le ganó a Chile el respeto continental. Uno de sus grandes errores fue fallar en el mantenimiento de la unión y no haber elegido a su candidato por votación primaria de las bases. En total, 25% del electorado los castigó.

Pero el dato más diciente de las elecciones chilenas es que los jóvenes no fueron a votar.

Sólo 9 de cada 100 entre 18 y 29 años de edad se inscribió en el padrón electoral, y este es el número más bajo desde que la democracia se restableció en 1990.

Ello demuestra una profunda apatía por la forma tradicional de hacer política y una independencia total de los asuntos que preocupan a sus padres que sí vivieron los horrores de la dictadura. Rebeldía propia de los nuevos votantes pero hoy no es posible esconder que no haberlos motivado fue sin duda el pecado más abultado del gobierno de Bachelet.

Si todos los menores de 29 años hubieran ido a depositar su voto, ellos habrían representado 33% del sufragio y la balanza hubiera podido inclinarse hacia la continuidad de la coalición en el poder. Hay errores políticos que representan ex post un costo político muy elevado. “Fatiga de materiales”, aseguran algunos en ese país.

* Licenciada en Estudios Internacionales, periodista.
En www.noticierodigital.com –que cita como fuente al periódico El Nacional.

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