El caos y la vida social

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Por caos entendemos el más grave de los desordenes, la confusión total difícil de clarificar, provocado por algún desastre, tragedia o acontecimiento inesperado. De acuerdo a la antigua cosmología griega, el caos era la primera cosa que existió y la matriz de la cual surgió todo; es decir, el caos era el estado de confusión y desorden en el cual se encontraba la materia hasta que el cosmos (orden) fue creado.| GISELA ORTEGA.*

 

El término caos también ostenta una especial participación en las matemáticas y la física; Teoría del caos es la denominación más popular que se da a la rama de estas disciplinas que se ocupa de aquellos comportamientos impredecibles inherentes a los sistemas dinámicos, cuando éstos no son estables, vale decir: determinados a lo largo de su trayectoria o desenvolvimiento según sus condiciones iniciales y presentan variaciones que hacen imposible esa determinación.

 

En cuanto al orden social puede decirse que asoma el caos cuando se «rompen los esquemas»; es lo que sucede muchas veces en estos tiempos tan agitados: se acumula lo indecible, lo imponderable; no es raro encontrarnos de lleno en un maremágnum, como el embotellamiento de la circulación, el lío de las pensiones o el embrollo de unas cuantas leyes. Y sentir que eso —ese caos— nos afecta profundamente.

 

El hecho que este mundo tan maravilloso sea vivido cada vez más anárquicamente por más personas —esto es: sin orden concertado o contra el orden impuesto— se debe, sin duda, a la enorme proliferación de experiencias y alternativas de vida que parecen no tener cabida dentro de los moldes rutinarios de nuestra existencia.

 

Si cada vez, por otra parte, con más frecuencia y velocidad pasamos del simple embrollo al bochorno total, no deja de ser porque vemos, oímos, revolvemos, experimentamos y queremos demasiado.

 

Una sociedad es la vida colectiva de individuos bajo la normativa de un sistema de usos, los cuales sostienen e imponen la estructura de la existencia humana. Por organización se entiende, en este sentido, el comportamiento que se expresa conforme un modelo predeterminado, de acuerdo a un programa de respuestas conocido, según formulas preestablecidas, y por ellas se han engendrado las culturas y las civilizaciones.

 

Y como formamos un mundo (un todo) necesitamos principios de convivencia que nos rijan y amparen —y guiarnos por ellos cuando interactuamos en ese mundo, el nuestro.

 

Porque no nos tomamos ni el esfuerzo ni el tiempo para organizar verdaderamente todo lo que es debido para hacer una limpieza interior a fondo, una especie de ejercicio espiritual, vivimos en un estado constante de tensión, apaleados y empujados, sin saber por qué. Todo lo que se empieza y no se lleva a cabo: las tareas de la casa o el trabajo intelectual que abandonamos a medio camino, no nos satisface, incluso nos pone “malos”.

 

¿Cómo salir del atolladero? Sencillamente, logrando poner orden, dedicando más tiempo y amor a la tarea de discernir, que siempre merece la pena, porque la disciplina no abruma, más bien nos alivia del peso que arrastramos. En la naturaleza, el método es elemental.

 

Hacerse consciente que el caos alrededor de nosotros y en nosotros mismos sólo lo podemos enfrentar con coordinación, no creo que nos sienta mal, más bien es una cuestión de higiene mental. Y no solo me refiero a la organización de lo mero cotidiano sino a la preocupación constante por vivir mejor, por planificar con antelación, economizando así nuestra energía y utilizarla para atender nuestras necesidades personales, marcándonos objetivos y metas.

 

El orden es necesario; sin método no hay concierto. Despreciarlo, es dejar que el caos se adueñe de nuestras vidas, perdiendo en las cosas más o menos importantes.

 

Vivir con disciplina es contribuir al éxito de nuestra existencia. Ahora, que se nos quiera imponer una disciplina resultante de modos y valores que no se comparten y sin consultarnos por aquellos, es harina de otro costal.
——
* Periodista.

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