El enfado de Biden con el ‘Madman’ israelí no es por Gaza ni por Irán, es por Rusia

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Exterminar a dos millones de palestinos desarmados y asediados no parecía suficiente para arrastrar a sus «miniguerras» en Oriente Próximo. Un Benjamín Netanyahu acorralado y políticamente muerto, pretende impedir que Joe Biden sobreviva a él, atacando el consulado de Irán en Damasco.

Ésta ha sido la carta que había guardado en la manga: hacer, por ejemplo, de Sansón, el primer suicida de la historia, quien tras ser capturado por los filisteos (¿palestinos?), movió las columnas del palacio a las que había sido atado, sepultándose bajo sus escombros junto con sus enemigos.

. Ilia Yefimovich/dpa. Europa Press
Manifestantes contra Netanyahu en Jerusalén

Mientras sigue intacto el respaldo militar «inquebrantable» de EU a Israel, confirmado en la última entrega de armas el 30 de marzo (2.300 bombas MK, apodadas «Hammer», martillo por su poder de destrucción, y 25 aviones F35, y que, obviamente, no son para matar a los líderes de Hamás), el tono de su presidente, Joe Biden cambia hacia el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu: de suicidarse en Israel a los pies del líder judío, tras el ataque de Hamás el 7 de octubre, y no imponer «líneas rojas» al carnicero de 32.000 palestinos en el campo de exterminio de Gaza, a criticarle duramente en público. El último episodio que puso en evidencia el choque entre ambos mandatarios fue la abstención de EU en la Resolución 2728 en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 25 de marzo, que pedía un alto el fuego «inmediato» en Gaza, después de que el representante de EU vetara hasta tres veces las resoluciones que pedían lo mismo.

La reacción de Israel fue organizar una pantomima de crisis entre ambos Estados, haciendo de «patriota independiente» capaz de plantar cara al papá EU: canceló el viaje a Washington de la delegación judía, pedido por Joe Biden para estudiar alternativas al plan israelí de invasión a la ciudad de Rafah, donde el propio Netanyahu ha hacinado a millón y medio de supervivientes de su genocidio, para dar una Solución Final a la cuestión palestina. Al final, tuvo que recular y enviar la delegación. Biden no se opone a esta invasión, simplemente pide que no cause demasiadas bajas civiles y poner a su gobierno en una situación más embarazosa de la que se encuentra ahora, con los cadáveres de unos 13.000 niños palestinos sobre su conciencia. ¿Que en vez de 50.000 mate a 20.000 civiles sería aceptable? La superveniencia política de Biden puede depender de esta operación, la de Netanyahu también.

Los pretextos de Biden para justificar este cambio de lenguaje son:

– Los ataques indiscriminados israelíes contra los civiles, por echar a perder el apoyo internacional que recibió como víctima del terrorismo: 153 países de la ONU le han exigido un alto el fuego inmediato.

– Oponerse a la solución del conflicto que, según EU, pasa por establecer un Estado palestino, y obviamente, se equivoca: Siria, Líbano o Irak son Estados soberanos y un día sí y otro también son agredidos por el imperialismo israelí.

– Ser un «obstáculo para la paz», como le definió Chuck Schumer, el líder demócrata en el Senado; alargar la guerra es sinónimo de titulares espantosos, y de perder los votos de los musulmanes y del sector progresista del Partido Demócrata, en un año electoral. En realidad, el problema  de los demócratas no se llama Netanyahu, muy impopular en su propia tierra, sino un establishment proisraelí en EU que participa activamente (junto con el Complejo Industrial-Militar y las compañas de petróleo y gas) en la selección de los inquilinos de la Casa Blanca.

– El plan de la posguerra israelí: Biden aboga por un gobierno de la Autoridad Palestina en Gaza, mientras Netanyahu no quiere ver a los palestinos en el poder en la Franja.

– No permitir la llegada de un «suministro adecuado» de asistencia humanitaria a los gazatíes asediados. Pero, ¿no fue Biden quien suspendió la financiación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos después de que Israel, absurdamente, acusó a miles de sus empleados de colaborar con Hamás?

– Los intentos de Netanyahu de culpar a Biden por no haber logrado la destrucción total del partido islamista. ¿No habría sido más efectivo pactar con Qatar -sede de la instalación militar estadounidense más grande en Oriente Medio y país donde los lideres de Hamás están empadronados- su entrega que destruir la vida de dos millones de seres humanos? ¡No! Netanyahu es el principal beneficiario de la Operación Al Aqsa de Hamás. Está entre las cinco misiones del Yihadismo universal dar la oportunidad a EU e Israel para que pudiesen disfrazarse del «Bombero pirómano», y en este mismo escenario, por ejemplo, apoderase del gas palestino y aumentar la militarización de la región. Ronald Reagan mandó a Israel a armar a la teocracia de extremaderecha de Jomeini en los años ochenta para desmantelar el Estado iraquí, entonces uno de los principales apoyos de un Yaser Arafat, laico y socialista; el mismo Netanyahu se hizo fotos junto con un terrorista de ISIS ingresado en el hospital israelí en los altos de Golán ocupados, durante la guerra contra Siria, exhibiendo la Santa Alianza EU-Yihadismo-Israel, que ha conseguido desmantelar Estados enteros y destruir los logros de décadas de la lucha de muchas naciones por el progreso.

– Y que el dirigente israelí está utilizando la fórmula de Madman «Hombre Loco» -parecer irracional ante sus enemigos y rivales para justificar sus acciones impredecibles y así sacarles ventaja, como se cree que hacía Richard Nixon ante los soviéticos-, para huir del diálogo y de las negociaciones.

¿En qué se equivoca el presidente?

Netanayu no puede parar: Sólo matando palestinos puede mantener la coalición del gobierno con sus socios ultrasionistas (Ben-Gvir y Smotrich), preservar su inmunidad, y no sentarse en el banquillo de los acusados por corrupción y algo más. En caso contrario, se verá obligado a convocar elecciones anticipadas, en las que sin duda perdería y, por ende, acabaría entre rejas.

Biden, y a pesar de tener esta misma experiencia con Netanyahu, cuando servía en el gabinete de Barak Obama, ha seguido pensando que la entrega de miles de millones de dólares en asistencia militar, así como apoyar todas y cada una de las fechorías de su engreído socio en la región, le hacen obediente además de agradecido, y respetuoso con los intereses de su mentor EU.

El verdadero motivo de la discrepancia

La guerra de EU para mantener la hegemonía mundial está transcurriendo en Ucrania, contra Rusia, que no en la Franja de Gaza contra dos millones de personas desarmadas que ya antes de la guerra estaban condenadas a una muerte lenta por el hambre, las enfermedades y la desesperación, en uno de los experimentos con humanos más escandalosos de la historia. ¿Y qué es lo que está pasando ahora? Que Israel pretende hacerse con el suelo y el gas de Gaza, y que sin el apoyo directo de EU no puede conseguirlo.

Mientras, en la agenda de Biden está debilitar a Rusia (el principal aliado de China) y ampliar su presencia en el mercado de petróleo y gas, y el conflicto de Gaza no sólo le está alejando de esta meta, sino que beneficia directamente a su bestia negra Vladimir Putin, al menos en dos aspectos:

La guerra entre Israel y Gaza está «quitando el foco» del conflicto en Ucrania, se queja Volodimir Zelensky. Según el medio estadounidense Axios, el Pentágono ha decidido enviar a Israel decenas de miles de proyectiles de artillería de 155 mm que originalmente estaban planeados para Ucrania. Incluso antes del 7 de octubre, el apoyo a Ucrania se estaba debilitando entre los republicanos del Congreso, que siguen bloqueando los 60.000 millones de dólares que iban a ser destinados a vaciar Ucrania de vida. Los planes de EU para Ucrania han fracasado, a pesar de haber invertido unos 75.000 millones de dólares en efectivo y equipos en el país. Sin poder liberar los territorios ocupados por Rusia, que sigue manteniendo la iniciativa en la guerra, Biden ha pasado de prometer que respaldaría a Ucrania «por el tiempo que sea necesario» a decir que lo hará «mientras podamos». Ahora, un Zelenski, utilizado como pañuelo de usar y tirar por EU (al igual que el general Noriega, Sadam Huseín, los Muyahedines afganos, etc.), deberá ceder hasta el 20% de Ucrania a Rusia para que Moscú haga el favor y ponga fin a la guerra. Y ¿en qué consiste una «victoria» sobre Rusia, si el propio Biden ha ordenado a Ucrania eliminar las plataformas petrolíferas rusas de sus objetivos militares? El 13 de marzo, un ataque de Ucrania incendió la refinería de petróleo de Riazán, la mayor instalación de Rosneft. El temor de Biden, además del riesgo de represalias de Moscú, es una «crisis energética» y una subida de los precios de los carburantes que, para más inri, beneficiarían a Rusia, productor de 9,5 millones de barriles por día, de los que exporta unos cinco millones de barriles, y la mitad va rumbo a Europa. La posición de Rusia se consolida, también en otros frentes: las sanciones de Occidente no han funcionado; el Fondo Monetario Internacional mejoró su previsión de febrero pasado sobre el crecimiento económico ruso para este año del 1,1% al 2,6%, más que los países del G-7.

Todo lo que quiere Biden, ante el plan de Rusia de lanzar una gran ofensiva a Ucrania en los próximos meses, es que la guerra contra Gaza se pare ya.  Por lo que la «victoria» que busca Washington sería imponer a Rusia (¡y a sus socios europeos!) una larga guerra de desgaste de baja intensidad.

2. La condena tajante de la matanza de los palestinos, por Rusia, a pesar de muy buenas relaciones de Putin, el presidente ruso más amigo de Israel de la historia, con Netanyahu, ha aumentado su popularidad en Oriente Próximo. Comparó el bloqueo de Gaza con el asedio de Leningrado por parte de la Alemania nazi y consideró que los bombardeos de Gaza van en contra del derecho internacional: toda una declaración para un  Nuevo Orden Mundial. Si ya antes de esta sistemática matanza de civiles palestinos, nadie en el Sur Global (¡ni India o Israel!) pretendía llevar a Putin ante los Tribunales Internacionales por sus crímenes de guerra a petición de EU, sí que casi todos apuestan por cobrarse la pieza de Netanyahu.

El dirigente israelí que ha visitado Rusia en diez ocasiones, no ha participado en las sanciones de EU contra este país, y se ha negado a prestar ayuda militar a Ucrania (cuyo presidente es el único mandatario judío no israelí del mundo), también puede cambiar de humor, al estar en juego la mismísima existencia de Israel como Estado. Recuerden que incluso antes del 7 de octubre la propia prensa israelí advertía que el país estaba al borde de una guerra civil, cuando los paracaidistas de Hamás cayeron del cielo el mismo sábado que se habían organizado las protestas más multitudinarias de la historia de Israel para acabar con Netanyahu. La pregunta es ¿tuvo algo que ver con este escenario el atentado terrorista en Crocus Hall, del 25 de marzo, que dejó 144 muertos y 360 heridos, reivindicado por ISIS?

Los destinos de Gaza y Ucrania están estrechamente entrelazados. El avance militar de Rusia en el frente, la destitución de Victoria Nuland, número dos del Departamento de Estado del gobierno de Biden y la cabecilla del desastre de Ucrania, el aumento de los ataques de Israel a Siria, Líbano e Irak, que como vemos puede alcanzar también Irán, gestan un nuevo equilibrio en la geopolítica mundial, donde la vida de civiles seguirá careciendo de valor, y el progreso será una palabra paleolítica. Aunque la teoría del caso, en la que los cambios continuos en las condiciones iniciales dificultan una predicción exacta sobre la dirección de los acontecimientos, hace su jugada: la situación objetiva indica una mayor expansión de las guerras, apuntaladas por las fuerzas de extremaderecha de todo signo.

Joe Biden no consigue dejar de hundirse con su colega judío. Aun así, «presionar a Israel» no es un recurso que esté en la mente de un sionista visceral, como se autodefine el propio Biden; además su personalidad débil le diferencia de, por ejemplo, Dwight D. Eisenhower, quien amenazó con sancionar a Israel después de la guerra árabe-israelí de 1956 si no retiraba a su ejercito del Sinaí, o de Barak Obama que suspendió el envío de misiles Hellfire a Israel, por la Operación Margen Protector del julio de 2014 contra Gaza que dejó unos 2.000 civiles palestinos a su paso. Además, en EU, el poder del lobby proisraelí es tal que cualquier crítica al diminuto Estado judío se percibe como traición a la patria.

Biden no puede cambiar el gobierno israelí (al menos, de forma directa, como EU hizo en Chile o en Irán mediante golpes de estado), ni convertirlo en un Estado fallido del tipo de Yugoslavia, Afganistán, Irak o Libia. La ayuda puede llegar desde el propio Israel, donde decenas de miles de ciudadanos volvieron a las calles el 30 de marzo exigiendo la marcha del político más odiado de su historia y unas elecciones anticipadas.

 

*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español on-line Público. Fuente:  http://www.nazanin.es/-Público.es.

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