EL MODELO ECONÓMICO CHILENO NO CESA DE CAUSAR ESTRAGOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Dicho modelo no solo ha institucionalizado la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, creando así grandes injusticias y desigualdades sociales, sino que además ha sido un modelo que ha estado sometido permanentemente a los vaivenes de la especulación financiera internacional y el manejo que hacen las mafias del FMI, el BM y otras entidades con la economía mundial. En este plano la economía chilena, sigue siendo extremadamente dependiente, con poca capacidad de maniobra y sujeta esencialmente a las decisiones de la mafia económica mundial.

Las fluctuaciones del dólar y las caída de la bolsa en el plano internacional, ha significado que en Chile la inflación (6,2%) hasta ahora, se comience a desatar de manera gradual y sin que nadie la controle, cuyo efecto mayor es la reducción permanente del poder adquisitivo de los sectores más golpeado por el capital neoliberal y que son los que viven con ingresos de sobre vivencias y que son la gran mayoría del país.

En este plano además hay que tener en cuenta que ya el 75% de los chilenos se encuentra altamente endeudado, producto de la alienación por adquirir bienes de consumo chatarra, de forma irresponsable e irracional, producto de la presión que ejerce la propaganda comercial en sus hogares. En Chile, nueve millones de personas viven con 144 mil pesos al mes (290 dólares). En una familia tipo de cuatro integrantes, las necesidades básicas sobrepasan esa cifra, ahora más aún con la inflación. Sin embargo, de acuerdo con los índices oficiales, con 40 mil pesos cada 30 días un habitante de Chile deja de ser pobre.

La línea que define esta condición está en claro cuestionamiento, pero los tecnócratas neoliberales y la presidenta Bachelet junto a su Concertación –o Concertraición–, no se dan por enterados.

Veamos algunos ejemplos.

La canasta básica de alimentos –parámetros usados por el Ministerio de Planificación, Mideplan, para medir la línea de pobreza– costaba a fines de septiembre (2007) $44.622 mensuales, 24,4% más que los $35.800 que se empleaban en enero de este año, lo que indudablemente tiene una incidencia directa en los ingresos de los más pobres del país.

De allí que la inflación que se ha comenzado a desatar en el Chile neoliberal, comienza a afectar directamente a la clase trabajadora, los sectores populares y las capas medias, que ven como cada día empeoran sus condiciones de vida.

Los productos de la «canasta básica», compuesta de alimentos como la fruta, el pan, las verduras y otros, son los que mayormente han sido afectado por la inflación. El ítem en su conjunto pesa 45% en el presupuesto de las familias que pertenecen al 20% más pobre de la población. En cambio, el peso para el 20% más rico es de 17,5%.

La pérdida del poder adquisitivo es aún más brutal e inhumana para quienes viven en la extrema pobreza y que son alrededor de un millón y medio de chilenos (es decir, el 13,5% de la población que está bajo esa frontera) su capacidad de compra se ha visto reducida en un 20%. Los ingresos de las familias de Chile prácticamente no han crecido en este año, de acuerdo a cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas; por lo tanto, no han podido compensar el alza de precios.

Ni el buen precio del cobre en el mercado internacional, ni el crecimiento de las exportaciones, ni los tratados de libre comercio (TLC) firmados por Chile con innumerables países, han contribuido a un mejoramiento de las condiciones de vida de los chilenos, no han mejorado los ingresos de la clase trabajadora y no se han creado fuentes laborales nuevas, seguras y dignas.

Los «éxitos económicos del jaguar con arestín latinoamericano», sólo han estado presentes en los tecnócratas neoliberales del sistema y de un sector de la Concertación –o Concertraición–, que como políticos vendidos a bajo precio, se han puesto al servicio de la oligarquía económica y financiera, al servicio de los grandes empresarios y las trasnacionales.

Lo cierto es que la clase trabajadora del país del cono sur, es cada vez más pobre, cada vez puede comprar menos, pasando una serie de pellejerías producto de la inflación que se ha desatado hasta ahora. Además hay que tener en cuenta que no sólo los alimentos básicos han mermado los bolsillos de los sectores de menores ingresos, pues el incremento del precio de consumo de electricidad y el gas también tiene una incidencia significativa en los bolsillos del común de la población.

Mientras tanto para la coalición de centro derecha en el gobierno, encabezada por la presidenta Bachelet, como ha sido su política hasta ahora, todo se resolverá con mendrugos, paliativos, dadivas y no con soluciones reales y de fondo, o con ingresos dignos como lo ha solicitado la Iglesia Católica chilena.

La violenta y brutal inflación ha significado que productos como la leche hayan subido en un 50%, la cebolla en un 130%, la electricidad y el gas han subido en un 6,1%, todo esto de acuerdo a cifras entregadas por los propios medios de comunicación del sistema, y que son defensores a rabiar del modelo capitalista neoliberal impuesto en el país. Sin embargo el fenómeno especulativo inflacionario ha sido global, por el incremento del precio de la leche y de los granos como el trigo además de todos lo subproductos que se fabrican con la harina.

Lo cierto es que Chile comienza a vivir un panorama económico cada vez más inestable e incierto, más aún siendo un país que prácticamente no produce productos con valor agregado y con una economía muy volátil, que suele ser «como un papel que se lo lleva el viento». La gran mayoría de los chilenos no logran entender como una economía tan «exitosa» los pueda beneficiar, puesto que hasta ahora la implantación del neoliberalismo, solo ha significado un crecimiento de las injusticias y desigualdades sociales como nunca antes vista en el país.

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* Periodista.
Publicado originalmente en www.rebelion.org.

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