La transición al socialismo no es el vuelo suave en un jet, ni muchos menos tomando una copa de martini. Es un vuelo con turbulencias y, aún más, los pilotos no pueden evitar estas turbulencias sino más bien remontarse sobre ellas. Interesante cuando la prensa capitalista en su intento de crear desestabilización y anarquía resalta los conflictos de los trabajadores en Guayana, o las manifestaciones de trabajadores públicos. ¿Es que acaso la luchas de los trabajadores por mejores salarios y condiciones laborales no está incluida dentro de los cambios revolucionarios? Uno se pregunta ¿La aparente solidaridad de los medios de comunicación privados con los trabajadores llegará a sus trabajadores incluyendo a los periodistas, reporteros, fotógrafos, obreros, pregoneros, y kiosqueros?
Me preocupa aquellos economistas críticos que tratan de medir el avance o el atraso del socialismo con el Producto Interno Bruto (PIB). El PIB, a pesar de ser una medición estadística con muchas limitaciones, trata de reflejar una realidad, y esa realidad es la realidad de una economía capitalista, y en nuestro caso es más dramático porque es un capitalismo petrolero, subdesarrollado, dependiente y rentista. En el capitalismo hay ciclos, y no se puede esperar una bonanza cuando los precios petroleros se redujeron a la mitad.
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