¿Es la burocracia una clase dirigente?

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Las clases se definen por el sitio que ocupan en la economía social y, sobre todo, con relación a los medios de producción. En las naciones civilizadas, la ley fija las relaciones de propiedad. La nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior, forman las bases de la sociedad soviética. Para nosotros, esta adquisición de la revolución proletaria define a la URSS como un Estado proletario.| LEÓN TROTZKY.*

 

Por la función de reguladora y de intermediaria, por el cuidado que tiene en mantener la jerarquía social, por la explotación, con estos mismos fines, del aparato del Estado, la burocracia soviética se parece a cualquier otra y, sobre todo, a la del fascismo. Pero también se distingue de ésta en caracteres de una extrema importancia. Bajo ningún otro régimen, la burocracia alcanza semejante independencia.

 

En la sociedad burguesa, la burocracia representa los intereses de la clase poseedora e instruida que dispone de gran número de medios de control sobre sus administraciones. La burocracia soviética se ha elevado por encima de una clase que apenas salía de la miseria y de las tinieblas, y que no tenía tradiciones demando y de dominio. Mientras que los fascistas, una vez llegados al poder, se alían con la burguesía por los intereses comunes, la amistad, los matrimonios, etc., etc., la burocracia de la URSS asimila las costumbres burguesas sin tener a su lado una burguesía nacional. En este sentido, no se puede negar que es algo más que una simple burocracia. Es la única capa social privilegiada y dominante, en el sentido pleno de estas palabras, en la sociedad soviética.

 

Otra particularidad presenta igual importancia. La burocracia soviética ha expropiado políticamente al proletariado para defender con sus propios métodos las conquistas sociales de éste. Pero el hecho mismo de que se haya apropiado del poder en un país en donde los medios de producción más importantes pertenecen al Estado, crea entre ella y las riquezas de la nación relaciones enteramente nuevas. Los medios de producción pertenecen al Estado. El Estado «pertenece», en cierto modo, a la burocracia.

 

Si estas relaciones completamente nuevas se estabilizaran, se legalizaran, se hicieran normales, sin resistencia o contra la resistencia de los trabajadores, concluirían por liquidar completamente las conquistas de la revolución proletaria. Pero esta hipótesis es prematura. El proletariado aun no ha dicho su última palabra. La burocracia no le ha creado una base social a su dominio, bajo la forma de condiciones particulares de propiedad. Esta obligada a defender la propiedad del Estado, fuente de su poder y de sus rentas. Desde este punto de vista, sigue siendo el instrumento de la dictadura del proletariado.

 

Las tentativas de presentar a la burocracia soviética como una clase «capitalista de Estado», no resiste crítica. La burocracia no tiene títulos ni acciones. Se recluta, se completa y se renueva gracias a una jerarquía administrativa, sin tener derechos particulares en materia de propiedad. El funcionario no puede transmitir a sus herederos su derecho de explotación del Estado. Los privilegios de la burocracia son abusos. Oculta sus privilegios y finge no existir como grupo social. Su apropiación de una inmensa parte de la renta nacional es un hecho de parasitismo social. Todo esto hace la situación de los dirigentes soviéticos altamente contradictoria, equívoca e indigna, a pesar de la plenitud de poder y de la cortina de humo de las adulaciones.

 

En el curso de su carrera, la sociedad burguesa ha cambiado muchas veces de regímenes y de castas burocráticas, sin modificar, por eso, sus bases sociales. Se ha inmunizado contra la restauración del feudalismo y de sus corporaciones, por la superioridad de su modo de producción. El poder sólo podía secundar o estorbar el desarrollo capitalista; las fuerzas productivas, fundadas sobre la propiedad privada y la concurrencia, trabajan por su cuenta.

 

Al contrario de esto, las relaciones de propiedad establecidas por la revolución socialista están indisolublemente ligadas al nuevo Estado que las sostiene. El predominio de las tendencias socialistas sobre las tendencias pequeño burguesas no está asegurado por el automatismo económico —aún estamos lejos de ello—, sino por el poder político de la dictadura. Así es que el carácter de la economía depende completamente del poder.
La caída del régimen soviético provocaría infaliblemente la de la economía planificada y, por tanto, la liquidación de la propiedad estatalizada.

 

El lazo obligado entre los trusts y las fábricas en el seno de los primeros, se rompería. Las empresas más favorecidas serían abandonadas a sí mismas. Podrían transformarse en sociedades por acciones o adoptar cualquier otra forma transitoria de propiedad, tal como la participación de los obreros en los beneficios. Los koljoses se disgregarían al mismo tiempo, y con mayor facilidad. La caída de la dictadura burocrática actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría, también, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la economía y de la cultura.

 

Pero si el poder socialista es aún absolutamente necesario para la conservación y el desarrollo de la economía planificada, el problema de saber sobre qué se apoya el poder soviético actual y en qué medida el espíritu socialista de su política está asegurado, se hace cada vez más grave. Lenin, hablando al XI Congreso del partido como si le diera sus adioses, decía a los medios dirigentes: «La historia conoce transformaciones de todas clases; en política no es serio contar con las convicciones, la devoción y las bellas cualidades del alma…».

 

La condición determina la conciencia. En unos quince años, el poder modificó la composición social de los medios dirigentes más profundamente que sus ideas. Como la burocracia es la capa social que ha resuelto mejor su propio problema social, está plenamente satisfecha de lo que sucede y, por eso mismo, no proporciona ninguna garantía moral en la orientación socialista de su política. Continúa defendiendo la propiedad nacionalizada por miedo al proletariado. Este temor saludable lo mantiene y alimenta el partido ilegal de los bolcheviques-leninistas, que es la expresión más consciente de la corriente socialista contra el espíritu de reacción burguesa que penetra profundamente a la burocracia termidoriana.

 

Como fuerza política consciente, la burocracia ha traicionado a la revolución, pero por fortuna, la revolución victoriosa no es solamente una bandera, un programa, un conjunto de instituciones políticas; es también un sistema de relaciones sociales. No basta traicionarla, es necesario, además, derrumbarla.

 

Sus dirigentes han traicionado a la Revolución de Octubre pero no la han derrumbado, y la revolución tiene una gran capacidad de resistencia que coincide con las nuevas relaciones de propiedad, con la fuerza viva del proletariado, con la conciencia de sus mejores elementos, con la situación sin salida del capitalismo mundial, con la inevitabilidad de la revolución mundial.
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* Dirigente revolucionario ruso, expulsado de la URSS y asesinado en México.
En La revolución traicionada, de 1936.

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