Esclavitud y capitalismo global
Walter Mignolo.*
El informe de Global Issues más reciente estima que más de la mitad de los habitantes del mundo, es decir tres mil millones y medio de personas, viven con menos de 2,50 dólares por día. Al menos un 80 por ciento de la población mundial, alrededor de cinco mil millones y medio de personas, vive con menos de 10 dólares por día. De modo que sólo un 20 por ciento de la población vive con más de esta cantidad.
Según Unicef, 25.000 niños mueren cada día debido a la pobreza. Alrededor del 80 por ciento de la población mundial habita en países donde la desigualdad económica creció en el último cuarto de siglo.
¿A cuántas personas afecta “dramáticamente” la crisis de Wall Street? Quizás a un 10 por ciento de la población mundial, es decir, a unos 700 millones de personas. Lo cual es significativo, pero es una cantidad mucho menor a los seis mil millones para quienes la crisis de Wall Street es un problema ajeno. Para este 80 por ciento de la población no hay drama en la devaluación de sus ahorros para la jubilación.
Tampoco hay drama en posponer la compra de un nuevo yate para el próximo verano en el Mediterráneo o, siendo más modesto, cambiar el Subaru 2003 (que ya está viejo) por un Saba 2010.
Desde los últimos meses abundan los debates, los programas de radio y televisión, los artículos periodísticos de todo tipo sobre el futuro del capitalismo. Una de las conclusiones, aun de los críticos, es que a pesar de todo no hay otro sistema mejor. Uno imagina que se refieren al socialismo, que es un capitalismo de Estado y regulación, en vez de ser un capitalismo de empresa privada y libremercado. Ni las ideas socialistas en el siglo XIX ni su primera versión histórica en la Unión Soviética escaparon a lo que ya era un tipo de economía de acumulación.
Más allá del capitalismo y el socialismo, había y hay otros sistemas económicos posibles. Por ejemplo, un sistema comunal (no comunista). Por lo tanto, el capitalismo es el mejor sistema que se conoce para 700 millones de personas hoy, los delincuentes de Wall Street y la clase media consumista. Al igual que el amo y el esclavo en la sociedad esclavista, están involucrados en un sistema de miedo y de muerte que el amo se empeña en mantener.
Los debates de los expertos están enredados en las reglas de juego y las reglas del juego determinan que el problema es “el futuro del capitalismo”, que la preocupación será cómo salvarlo, y que la pregunta nos lleva a pensar en cómo será el capitalismo en el futuro.
Ahora bien, el capitalismo, que es el mejor sistema que conocemos, tiene hoy como consecuencia seis mil millones de pobres y 700 millones de personas con disponibilidad económica y una minoría (quizá un uno por ciento, unas 700 mil personas) de súper-ricos. Ya sabemos entonces de qué se trata: la pregunta sobre el futuro del capitalismo indica que se trata de salvar y mantener estas proporciones, teniendo en cuenta el crecimiento demográfico en el planeta en los próximos 25 años.
La cuestión no es, por lo tanto, el futuro del capitalismo, sino el futuro de la economía, de una economía que asegure una vida digna para los casi siete mil millones de personas en el planeta. Una vida digna no significa un igualitarismo comunista forzado ni tampoco una ilusión de oportunidad y libertad. Desarrollo liberal y libertad no van de la mano. Capitalismo y economía no son sinónimos.
Mientras los debates y tecnicismos se dirijan a salvar las instituciones y al reciclaje de las ciudades y no a dignificar el vivir y convivir de las personas y la regeneración de la vida y la grandeza planetaria, iremos por mal camino. Mientras se continúe distinguiendo democracia como un asunto político y desarrollo como un asunto económico, no iremos muy lejos.
La alternativa económica no es entre capitalismo y socialismo, sino entre una economía democrática que administre la escasez y que estimule la reciprocidad y, por otro lado, una economía que promueva la privatización de la vida, confunda acumulación privada con crecimiento colectivo e imagine un mundo en el que la acumulación no tiene límites.
La (con)fusión entre acumulación privada y crecimiento sin límites fue la inconsciencia suprema del globalismo (globalismo y no globalización) neoliberal.
No esperemos que los países del G-20 prioricen este cambio ético-político. Seamos, no obstante, conscientes de que este cambio no es sólo posible y necesario, sino que está ocurriendo más allá de los 700 millones de personas entrampadas en la debacle de Wall Street. La economía comunal es un horizonte más allá del capitalismo y del socialismo.
* Director del Centro de Estudios Globales y Humanidades de la Universidad de Duke (EEUU).
En www.pagina12.com.ar
La imagen correspsonde a una fotografía de Spencer Tunik