Evo inicia su segundo mandato con un profundo cambio en Bolivia

Pablo Stefanoni*
Nació hace una semana el Estado Plurinacional de Bolivia y empezó a regir la nueva Constitución. En ella se reconoce la igualdad entre aborígenes y mestizos y la defensa férrea de los recursos naturales. Morales prometió un "socialismo comunitario". "El Estado colonial murió. Está naciendo el nuevo Estado plurinacional, autonómico y solidario". Con esas palabras recibió Evo Morales, por segunda vez, la banda presidencial para un nuevo mandato de cinco años, avalado por el 64% de los votos.

Para reforzar la idea de refundación no se ahorró en escenificaciones. La antigua banda y medalla presidenciales, "símbolos de la República liberal", fueron trasladadas, cual pieza de museo, a la bóveda del Banco Central por una guardia del batallón Colorados, y se las reemplazó por un nuevo diseño con marcas andinas.

Evo ya no juró por Dios sino por los "próceres de la liberación, por los héroes que dieron la vida por la patria y por el pueblo boliviano y la igualdad de todos los seres humanos". Y gigantescos retratos de los líderes anticoloniales Túpac Katari y su esposa Bartolina Sisa, que se rebelaron contra los españoles en 1781, fueron colocados en la fachada del Palacio Quemado, la casa de gobierno, junto a los tradicionales Sucre y Bolívar.

"Hasta 2005, la República Liberal fue de casta, apellido y chequera", dijo el vicepresidente Álvaro García Linera, quien citó al marxista italiano Antonio Gramsci para explicar el pasaje del Estado aparente al Estado integral.

En su discurso de investidura ante el Parlamento, el copiloto de Morales definió como socialista la meta del "proceso de cambio", aunque aclaró que ese tránsito "puede llevar años, décadas o siglos". Y él mismo se autodefinió como "un viejo bolchevique y tupackatarista" antes de dejarle la palabra a Morales.

Luego habló el mandatario boliviano. Cuando Evo anunció que haría un informe de gestión se supo de inmediato que su discurso sería largo. Y en dos hora resumió con puntos y comas todas las medidas tomadas, incluyendo la cantidad de lámparas de bajo consumo distribuidas.

El líder boliviano pidió a la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional que apruebe, como primera norma, la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz de investigación de fortunas mal habidas e ironizó entre vivas de sus seguidores: "¿Acaso quienes no aplauden (los opositores) piensan votar en contra?"

Evo dijo luego que ojalá pudiera trabajar 30 horas por día y subrayó varios de sus récords. Su preferido: la holgada cantidad de reservas internacionales, que pasaron durante su mandato de 1.400 a casi 9.000 millones de dólares.

"La derecha creía que la inflación iba a ser la tumba del indio", se jactó al resaltar la salud de la macroeconomía boliviana y la baja inflación, al tiempo que resaltó las políticas sociales y pedía paciencia a quienes se dormían.

"Con la renta Dignidad, el problema que tenemos con el compañero Álvaro es que las viejitas no paran de besarnos y abrazarnos", siguió en tono jocoso.

Añadió, además, que el Estado entregará tierras a los emigrados bolivianos que quieran retornar de países receptores como Argentina, Brasil o España.

Más serio prosiguió: "Felizmente, sin la DEA estadounidense, hemos interceptado un mayor número de fábricas de cocaína que en años anteriores".

Los palos a EE.UU. fueron una marca de su discurso, justo cuando se intentan normalizar las relaciones bilaterales, sin embajador luego de la expulsión de Philip Goldberg en 2008.

Barack Obama envió a la ceremonia a la ministra de Trabajo Hilda Solís y a la subsecretaria para la Democracia y Asuntos Globales María Otero, nacida en Bolivia. En Nueva York, el embajador adjunto de EE.UU. ante la ONU, Alejandro Wolff, calificó de retrógrado a Morales, luego de que este acusara a Washington de aprovechar el terremoto en Haití para invadir la isla.

En su largo discurso, Evo Morales también envió un mensaje al recién elegido presidente chileno, Sebastián Piñera, frente a la actual mandataria Michelle Bachelet, quien escuchaba en el palco de invitados especiales junto a Rafael Correa (Ecuador), Hugo Chávez (Venezuela) y Fernando Lugo (Paraguay), Mohamed Abdelaziz (Saharaui) y Felipe de Borbón, príncipe de Asturias.

"Así es la democracia, felicitamos, pero también esperamos que se respete la agenda de 13 puntos para seguir discutiendo el asunto del mar", dijo el presidente.

También hubo palabras para los militares. Al tiempo que destacaba estar equipando a las FF.AA., lanzó sorpresivamente: "Lamentablemente, en muchos institutos militares se sigue enseñando que el enemigo es el socialismo. Hay que cambiar eso, el verdadero enemigo es el capitalismo, no el socialismo". El Alto Mando aplaudió. Y el acto terminó con un largo desfile indígena-militar.

Entre el imaginario desarrollista y las expectativas desmesuradas

Basta ver una foto de la composición de la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional para captar el dato más importante del proceso político y social que vive Bolivia: los ponchos, las polleras y los cascos mineros que en 2002 comenzaron a poblar el Congreso pero hoy le dan la "personalidad" al nuevo órgano legislativo. Y la autoestima indígena se puede ver también en los mercados, entre las vendedoras "de pollera" y las compradoras de clase media, y en las quejas más privadas de las élites de que "los indígenas ya no son como antes".

Con todo, y pese a los esfuerzos del gobierno por diferenciarse del nacionalismo revolucionario de los años 50 -evidente en el reciente reemplazo del busto del ex presidente Víctor Paz Estenssoro por Túpac Katari en el Senado- resulta difícil ocultar los parecidos. Los llamados a construir el socialismo, una posibilidad que el vicepresidente Álvaro García Linera negaba hasta hace poco y ahora asume pero en un período de "años, décadas o siglos", no parecen reflejarse en las políticas públicas, ni en el debate de los movimientos sociales. Y el discurso eco-comunitarista tiene como correlato un modelo económico sostenido en el extractivismo de materias primas: gas y minería, y en un imaginario fuertemente desarrollista.

Lo que parece unir a la enorme diversidad que contiene el "evismo" es el nacionalismo popular. No es casual que la medida más aplaudida hasta ahora de Morales, junto con las políticas sociales, haya sido la nacionalización de los hidrocarburos (y la inclusión de una cláusula constitucional por la cual se iguala la privatización de recursos naturales con la traición a la Patria).

Modernización del país, integración física, económica y social, Estado fuerte que controle los recursos naturales y reemplace a la inexistente burguesía nacional como motor del desarrollo, son la marca de fábrica de todos los gobiernos nacionalistas que tuvo Bolivia desde el siglo XIX, y que fueron muchos. Así como los desfiles indígena-mineros-militares que ayer volvieron a repetirse como tributo del pueblo al líder, que saludaba desde el balcón.

Ni la onda new age-cósmica, ni las visiones para las cuales desde Katari hasta Evo no pasó nada, parecen explicar un complejo proceso de fuertes rupturas y sorprendentes continuidades, con un Evo que se apoya en conquistas de procesos de cambio y revoluciones anteriores. Pero la visualización romántica de los indígenas como una alternativa fácil a la "decadente modernidad occidental" alienta, por momentos, una serie de expectativas desmesuradas, como cuando la intelectual mexicana Ana Esther Ceceña se pregunta: "¿Será Bolivia el espacio de gestación de un nuevo sistema de organización de la vida planetaria? ¿Será Bolivia quien ofrezca la clave para comenzar esa nueva era de la humanidad, la era del vivir bien en el no-capitalismo?".

Quizás sea cargar mucho sobre los hombros de esta pobre y sufrida nación que busca cosas más terrenales, como dignidad, salud y educación de mayor calidad, igualdad entre indígenas y mestizos, salir de la miseria, tener carreteras para sacar los productos de las zonas rurales.

En síntesis, un Estado digno de ese nombre y un modelo económico que hace medio siglo hubiera sido calificado de "socialdemócrata".

*Periodista

 

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