Gisela Ortega* / La prudencia

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La prudencia es la virtud de proceder de forma justa, adecuada y con cautela; de comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cuidadoso y apropiado, así como actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas. Es, en general, moderación y buen juicio.

 

Para la ética cristiana, la prudencia dispone la razón a discernir el verdadero bien del mal para cada circunstancia, y a elegir los medios adecuados para realizarlo. Es una de las cuatro virtudes cardinales de la Iglesia Católica. Es guía de los demás valores, indicándoles su regla y medida.

 

La prudencia comprende: el aplomo, que es la seriedad en el obrar y pensar; la atención, que se refiere al acto de respeto u obsequio; la cautela y circunspección, que indican precaución, reserva, y decoro en acciones y palabras.

 

La cordura significa sensatez en el obrar y buen juicio en el decir. El discernimiento, por su parte, es la facultad por la cual tenemos la posibilidad de examinar las cosas. La discreción aconseja mesura y sensatez en la manera de comportarse. La ecuanimidad, es imparcialidad serena del juicio.

 

Moderación y ponderación expresan una misma realidad, que es la reflexión imparcial sobre una cosa. Juicio, es el examen serio de un hecho. Parsimonia significa discreción y prudencias extremas. Precaución se llama a la actitud necesaria para evitar o prevenir inconvenientes. Por pulso y tino se entiende la sabiduría y seriedad para la realización de un negocio.

 

Reflexión es el término que se emplea para designar el grado de discernimiento de una persona para realizar algo. Reserva es sobriedad en el hablar o actuar. Sensatez y seso expresan cordura y juicio. Tacto, indica tino, acierto, habilidad. Talento es el conjunto de facultades intelectuales que una persona posee para obrar y discernir bien. Tiento implica una consideración ponderada y reserva.

 

Son normas de la más elemental prudencia:
no gastar más de lo que se puede, ni todo lo que se tiene, ni en lo que no se debe; ni prestar sin que se nos deba, ni pedir prestado para quedar debiendo, sobre todo cuando es mucho lo que se tiene y no hay excusa para que no se siga teniendo.

 

La prudencia aconseja: dar a lo que se tiene adecuada inversión: no malversar, ni despilfarrar, ni malbaratar; impedir que otros lo hagan; castigar a quienes lo hacen; enseñar lo que no se hace; dar ejemplo de cómo se debe hacer; dar y respetar a cada uno lo suyo.

 

La contrapartida está en la imprudencia. El imprudente como consecuencia de su actuar precipitado y poco razonado, es probable que ponga en riesgo su propia vida y en serio peligro la de un número mayor de semejantes.

 

Son ejemplos de imprudencia:
las personas que al mismo tiempo que conducen su automóvil hablan por el celular. La atención dividida es de dioses, no de humanos. Uno puede pensar que tiene la situación totalmente controlada, pero no es así. Las estadísticas nos lo confirman.
Los que no respetan las señales de tránsito.
Quienes realizan un uso inadecuado de armas de fuego, para festejar el triunfo de su equipo de béisbol o de fútbol, disparando al aire —pueden, con tal detonación, llegar a alguna persona ocasionándole la muerte.
Quien se gasta todos sus ahorros aunque no tenga empleo.
La persona que se refiere respecto a una ideología determinada de un modo agresivo e inoportuno.
Los que tienen animales peligrosos en el hogar.

 

En Derecho se habla de la imprudencia temeraria, delito que comete una persona cuando por sus acciones pone en peligro la vida o la seguridad de otros. Se refiere a la negligencia que puede provocar peligro o daño a otros semejantes y que puede ser considerada como una falta o infracción dependiendo de la consecuencia que provoque, por ejemplo conducir un vehículo bajo los efectos de la droga o alcohol.
Hay imprudencias que, por la frecuencia con que se cometen y repiten, deberían ser consideradas como delitos graves y castigados como tal.

 

Nos admiramos de las personas que de manera habitual toman decisiones acertadas, sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles, percibimos su comprensión hacia todos los individuos y jamás ofenden o pierden la compostura.
Así es la prudencia, decidida, emprendedora y comprensiva.

 

El valor de la prudencia se forma por la conducta en que procedemos cotidianamente. Lo que más trabajo nos cuesta es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia, en el trato con el prójimo o al formar opinión, lo cual se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, o la falta de una completa y adecuada información.

 

La falta de prudencia siempre tendrá consecuencia a todos los niveles, personal y colectiva.

 

Ser prudente no significa tener la certeza de no equivocarse. Por el contrario la persona prudente, puede haber errado muchas veces, pero ha tenido la habilidad de reconocer sus fallas y limitaciones aprendiendo de ellas.

 

Los antiguos romanos simbolizaron la prudencia por una efigie que, como Jano, tenía dos caras una de joven y otra de anciana. Los egipcios la representaban por una serpiente de tres cabezas, una de perro, otra de león y otra de lobo, dando tal vez a entender con ello que el hombre prudente debe poseer la astucia de la serpiente, la paciencia del perro, la fuerza del león y la agilidad del lobo.

 

Quizás la prudencia, en ciertas circunstancias, nos lleva a situaciones de excesiva cautela en momentos en los que sentimos que corremos un peligro inminente. Quizás la inseguridad cotidiana y la violencia en una ciudad como Caracas constituyen una prueba de imprudencia de quienes se aventuran a exponer sus propias vidas, o de una prudencia que en muchos casos se ha convertido en miedo, ya que las autoridades a quienes compete resguardar las vidas de la ciudadanía no ejercen de manera cabal y convincente su rol, con lo cual nos han transmitido el mensaje de que la simple prudencia no basta.

 

Tal vez hemos convertido la prudencia en temor, lo cual, por el constante peligro que nos acecha, nos aleja de la moderación, del buen juicio y de la verdadera libertad.
Ciertamente, es sensato preservar la vida, pero ¿es sensato vivir así?
——
* Periodista.

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3 Comentarios
  1. Norma Leis dice

    Muy claros los conceptos y dejean enseñanza a quien lo lee. Muy bueno.

  2. Laura Marincovich dice

    SIEMPRE TAN CLARA, PRECISA, TUS PALABRAS VAN CARGADAS DE SABIDURIA!!!!!!!! UN BESO GRANDE GISELA!!!!!!!

  3. Gisela Ortega dice

    Me gustaria mucho tú valiosa opinión sobre mi artículo. GO

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