Grecia: el fin de una ilusión (ver para aprender)
El domingo pasado se votó en Grecia y sus resultados son muy simbólicos. Ganó Nueva Democracia, un partido conservador dirigido por Kyriakos Mitsotakis –miembro de una dinastía de políticos, su abuelo fue 7 veces primer ministro- Obtuvieron el 39,85% de los votos y 158 legisladores, sobre un total de 300. Le siguió Syriza, una formación de izquierda, conducida por Alexis Tsipras, que consiguieron el 31,53% de los votos y 86 legisladores.
Más allá de estos números, ese resultado tiene una significación histórica que tiene que ver con la evolución de la política europea, dominada durante largos años por fuerzas social-demócratas o social-cristianas, cuyas diferencias se fueron desdibujando hasta hacerlos muy parecidos. Esa situación fue contemporánea a una creciente crisis económica lo que hizo que –en esas sociedades- avanzara el malestar social.
Ese binomio partidario hizo que buena parte de la sociedad europea quedara sin propuestas alternativas. Los jóvenes hartos de esa situación comenzaron con acampes y asambleas, emergieron los “indignados”. España estaba en el centro de las miradas. Una movilización realizada el 15 de mayo de 2011, registrada por la historia como 15-M, fue considerada como el bautismo de un movimiento que parecía conmocionar, desde sus raíces, a la cansada democracia europea. Primero fueron unas decenas de jóvenes.
Después fueron millares acampando en la mismísima Puerta del Sol, en Madrid. Parecían dispuestos a dar vuelta a las viejas instituciones y abrir una esperanza para las democracias occidentales. De allí surgió, en el 2014, Podemos. Era una nueva una izquierda cargada de luces y esperanzas.
Esa oleada, que parecía extenderse mágicamente por otros sitios de Europa, encontró su climax en las elecciones griegas de 2015. Allí triunfó una corriente de la izquierda radical (Syriza) dirigida por Tsipras, quien tenía 40 años. Esos hechos y los triunfos progresistas en Nuestra América, parecían la aurora de los tiempos por venir.
El gobierno anunció medidas radicales pero la troika (Banco Central Europeo, FMI y Comisión Europea) que gobierna -en la realidad- a esta Europa planteó otro programa distinto y opuesto. Un referéndum, convocado por aquel nuevo y transformador gobierno, rechazó el Plan de la troika por el 60% de los votos. El mundo, admirado, estaba atento a los acontecimientos que ocurrían en Grecia. ¿Sería posible que nuevas luces alumbraran a la democracia griega, a la que tantos observan como el origen de esta forma de gobierno?
Pero no. El gobierno dirigido por Tsipras decidió “tirar por la borda” los resultados de ese referéndum y seguir, aunque rezongando, el camino señalado por la troika financiera gobernante en esa región del mundo. Tsipras, aquel joven rebelde, siguió los lineamientos generales de la troika, amortiguados por una serie de medidas a favor de políticas de género y diferentes opciones sexuales.
En Syriza pensaron que ceder era el mejor camino e hicieron el ajuste, los líderes de la vieja Europa saludaron esa “sensatez”. El ajuste fue brutal pero lo hicieron y ahora recogen los frutos de aquella “brillante” e impúdica maniobra.
En el camino parte de sus fuerzas se desperdigaron y ahora acaban de perder las recientes elecciones. Domadas aquellas rebeldías los conservadores vuelven a gobernar Grecia, para desgracia de su pueblo, algunos observadores sostienen que ahora todo “vuelve a la normalidad”.
Al dejar el gobierno Tsipras manifestó que ahora intentará fortalecer lo que ya es: una corriente social-demócrata. Las limitaciones de esa tendencia estuvieron en el origen de Syriza y su fracaso acompaña a la decadencia de Europa. Triste destino de fuerzas políticas, de un modo semejante a lo que acontece con Podemos en España, que se asustan ante los desafíos de la realidad y prefieren recorrer los trillados caminos de otras frustraciones.
Para los argentinos, lo que acaba de ocurrir en Europa nos deja dos tipos de enseñanza. Uno, que no será mirando a Europa donde encontraremos las respuestas a nuestros problemas; dos, que habrá que pensar en “otros caminos” con otro tipo de democracia, que nos vacune de este tipo de traiciones y que ponga a nuestros pueblos a buen resguardo de tales deslealtades.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)