HORCÓN, AL SUR DE NINGUNA PARTE, LA MEJOR MÚSICA DEL CINE CHILENO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El reconocimiento a la obra de Rodrigo Gonçalves como aquella con la mejor música del cine chileno 2005/2006, fue otorgado por Horacio Salinas, director musical de Inti Illimani histórico, Guillermo Riffo, director academico de la Escuela Moderna de Musica, y Fernando Ubiergo, presidente de la Sociedad Chilena del Derecho de autor.

No fue fácil la tarea del jurado, que analizó 16 filmes antes de dar a conocer la terna finalista, que correspondió a las peliculas Fuga, de Pablo Larraín, Kiltro, de Ernesto Díaz Espinoza, y Horcon, al sur de ninguna parte, dirigida por Rodrigo Gonçalves, que se quedó, merecidamente, con el premio. fotoEl galardón de Arriagada, Varas y López constituye el reconocimiento de los expertos a su notable tratamiento músical, tanto en los arreglos como en el diseño sonoro.

Jorge Arriagada, radicado en París es asiduo colaborador del realizador Raúl Ruiz. Giorgio Varas es un compositor y productor musical con larga trayectoria en el país y el extranjero. Cristian Lopez, compositor y profesor universitario, ha formado tándem con Varas desde la experiencia conjunta en la serie documental Al Sur del Mundo, producción de UC-TV.

Gonçalves y los músicos anunciaron la edición en CD de la banda sonora de Horcón y el re estreno del filme. La historia de Horcón tiene que ver con parte de la historia de Chile, y en tal sentido es tanto un ejercicio de memoria como la reivindicación –por la ternura– de una sociedad a la que se pretendió aniquilar.

En su oportunidad Piel de Leopardo señaló: «En su país el filme no gustó. Es demasiado pronto para que la gota horade. Primero habrá que terminar de recuperar la memoria». (El comentario puede leerse aquí; el filme está disponible para verlo gracias a la internet y gratuitamente en
Arcoiris TV.

fotoCONFESIONES DE UN SONIDO PARA EL SUR

Uno de los responsables por la banda sonora de Horcón dejó testimonio escrito del trabajo que, entonces, querían hacer y comenzaban a cumplir. Por distintas razones, quizá porque los músicos no confían demasiado en la palabra escrita, ese trabajo permanecía inédito. Es el siguiente.

Giorgio Varas

Confieso que la alteración a mis sentidos provocada por la opera prima de Gonçalves luego del «enfrentamiento» que me sumergió al verHorcón, me catapultó al terreno del desconcierto, el vacío, la confusión y la locura. Mi imaginario personal hizo, en esa oportunidad, un vertiginoso y simultáneo repaso por la humedad, la soledad, la desubicación y el desgarro. Ver, me dije, no es sinónimo de conocer y conocer no lo es de entender.

Pero de pronto no me cupo duda: deambulaba por un territorio: el imaginario que habita en mi memoria araucana, obligándome a una sinopsis personal de mi propia «residencia en la tierra» al cruzar la frontera de un notable filme tan «del sur» como mis raíces. Había regresado, o quizá alcanzado, el sur de una dimensión etérea al sur de ninguna parte. Siempre es igual el sur, igual en todo el mundo, pensé.

La casualidad quiere que López también, sea hombre del sur… Causalidades, como diría el poeta Elikura Chihuailaf.

La banda sonora de Horcón la construimos entre varios, juntos pero no revueltos. Coincidimos y distinguimos el tratamiento orgánico del color y del blanco y negro del filme, respetando los tiempos-espacios –planos y secuencias– que conviven en la película y el relato musical. Para ello contamos con la extraordinaria maestría de Jorge Arriagada (prolifero compositor y habitual colaborador de Raúl Ruiz), quien se encargó de crear la música original «a color», un trabajo de orquestación y arreglos de extraordinarios aciertos.

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La música original «blanco&negro» es deliberadamente minimalista, icnográfica, compuesta por células rítmica chilenas –y por lo mismo universales– por encubiertas décimas de la tradición oral, con aires y letanías del litoral central y esbozadas melodías transpuestas hacia, por ejemplo, una extinguida «cueca de velorio».

Junto al maestro compositor Cristián López, con quien nos une una extensa experiencia de vida y labores, nos sumergimos en un disonante piano de cola, destapado, destemplado, percutiendo y trasformando sus nobles vigas estructurales en el desolado barco del capitán Caneo, la desgarrada travesía marítima de Ana, o la perversidad de un Chile Enano, cobarde y ambicioso.

El diseño de esta apuesta sonora made in Chile aspiraba a equilibrar en la música, los recursos técnicos utilizadas para la grabación: bajo presupuesto y cámara de 16 mm. ¿Acaso, nos preguntamos, los maestros y creativos Nino Rota y Ennio Morricone, Fellini y Antonioni, o Tomás Leféver y Raúl Ruiz para Tres Tristes Tigres o Caiozzi y Luis Advis en Julio comienza en Julio, contaron con la actual tecnología y presupuesto para el rodaje y el posterior ingreso a la historia de la cinematografía mundial?

Ciertamente que no.

Sin aspirar a tanto pero con admiración y reminiscencias, grabamos nuestro piano y percusiones en un veterano y surrealista estudio de tecnología analógica (aquella de maquinarias pesada, grandes cintas magnéticas y cortes-edición «tijereteados»), aspirando a un contradictorio resultado digital.
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Para terminar: el aporte de los multifacéticos The Gutiérrez Experience sorprende con una sabrosa versión del mítico tema As time goes by, en un comentario musical que, si bien podría parecer conclusivo, finalmente recicla y contiene la «experiencia sonora» que constituye el «escuchar con los ojos una música para ver».

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