Importancia de la diplomacia comercial

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Umberto Mazzei*

En su esencia, el colonialismo es un tema económico: perpetuar un comercio desigual. La independencia es un asunto político: es decidir internamente quien gobierna. Hay casos en que la diferencia entre ambas condiciones es clara, generalmente en las guerras civiles, como en la Revolución Mexicana en que ambos bandos los pertrechaba el mismo proveedor. Soberanía es tal vez el término que mejor describe el control que un gobierno tiene sobre su espacio político y su espacio económico. 

El siglo XVII trajo una novedad precursora de la transnacional moderna: la empresa privada colonizadora y soberana. El modelo más exitoso fue la Compañía Inglesa de las Indias Orientales[1] – cuya bandera inspiró la de Estados Unidos – que para fines del siglo XVIII gobernaba lo que ahora son Pakistán, India, Bangladesh y Birmania.
 
La cosa no ha cambiado, pero hay dos novedades más peligrosas:
 
1. Que las empresas colonizadoras ya no están asociadas a su país de origen, sino que son carteles empresariales apátridas, que colonizan países – incluyendo sus países originales- a través de sus gobiernos;
 
2. Que el comercio desigual se está forjando con un nuevo Derecho Internacional Público, negociado en los acuerdos de la OMC y de otros foros internacionales. Lo más peligroso es que hay que conocer bien los temas técnicos, por que una de las reglas es que quien calla consiente. No es que se pueda escapar, porque se aceptó jugar con esas reglas y hay 153 países comprometidos.

La carnada fue prometer dar más espacio en los mercados desarrollados a las exportaciones del Mundo en Desarrollo. Esa máscara cayó. El objetivo ahora es reducir el espacio en política económica para enriquecer carteles cuya patria y motor es una codicia universal.
 
Codicia practicada como religión a beneficio tribal, monoteísta y universal. Su Dios es el Mercado, invisible y vengativo, del que se manipulan favores. Su Misterio de buscar siempre el monopolio bajo el dogma de la libre competencia. Promete un paraíso de riqueza infinita para los elegidos y un infierno de pobreza para los demás. Como señaló el culto emperador Giuliano (361 -363), hay “Aquellos que con los estólidos hacen negocios redondos[2]”. 
 
Contraste entre nacional e internacional
 
Lo llamativo de los acuerdos y propuestas sobre comercio internacional es que tratan menos del intercambio externo, que sobre la reducción de espacios para política económica interna. Justo cuando esta crisis comprueba la necesidad de conservar la libertad de hacer políticas y normas según las necesidades nacionales. Los resultados están a la vista.
 
El desmantelamiento de leyes y reglamentos internos sobre el sector financiero suscrito en el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios – AGCS /GATS- y en los Tratados de Libre Comercio – TLCs-  son la causa principal de que los productos financieros venenosos de Wall Street circularan hasta alcanzar la proporción de fraude mundial. Esta crisis – porque sigue- también evidencia lo vulnerable que son los países que desmantelaron sus protecciones y que ahora dependen del mercado mundial para sus necesidades básicas, como la alimentación.
 
Por es necesario que los países que aún tienen economías libres o buscan salir de la tiranía de los carteles transnacionales conozcan la economía internacional, los objetivos, las estrategias, las tácticas, la mecánica y sus instrumentos. Es una ciencia escasa en los países con pasado colonial, porque siglos de monopolios coloniales y una emancipación bajo elites neo-coloniales, no les ha dejado desarrollarla. La soberanía se refiere al concierto internacional, donde la economía y más precisamente el comercio, son los motores desde tiempo inmemorial.
 
Soberanía es palabra que se declama mucho y se ejerce poco. Su ejercicio es diseñar políticas económicas y sociales nacionales que lleven a un nivel de vida decoroso. Lo que se busca en esas negociaciones internacionales es prolongar la cultura de importar ideas, exportar bienes primarios y proteger la reutilización de la chatarra industrial transnacional. Es hora de formar gente capaz de investigar y desarrollar propuestas adecuadas a las realidades nacionales y distintas a las que se rezan en los conclaves del “Consenso de Washington”. 
 
Academia y formación de equipos 
 
Es necesario investigar, enseñar y divulgar conocimientos sobre las condiciones reales y los temas que se debaten ahora mismo sobre la economía internacional. Los pensadores con visión social de la economía –Sismondi, Marx, List, Polanyi, Pareto, Schumpeter, Leontief, Sonbart, Hirshman, Georgescu, Goodwin- no se mencionan en los cursos académicos. Lo que abunda son las abstracciones de Adam Smith, David Ricardo, la escuela austriaca o la de Chicago. Ninguno de estos últimos sugiere medios para salir de la pobreza – ni siquiera mencionan la educación-  pero recomiendan aperturas cómodas para concentrar la riqueza.
 
Las universidades de los países con gobiernos progresistas deben actualizar sus programas, asumiendo las presentes realidades y explorar tantas buenas ideas abandonadas. Dejemos la pereza académica que copia programas foráneos y usa las mismas láminas 10 años seguidos. Es urgente una preparación moderna de politólogos, economistas, sociólogos, periodistas y demás profesionales en carreras vinculadas directamente a una visión del desarrollo social. Es urgente formar a los funcionarios responsables de la política económica internacional, de las empresas estatales con proyección internacional y ampliar la cultura internacional de los analistas.
 
Es urgente dotarse de una diplomacia comercial experta en los acuerdos suscritos y en las propuestas, que tenga iniciativa ante las estrategias y tácticas desplegadas para imponer  concesiones económicas. Es imprescindible un buen dominio del inglés para influenciar y crear coaliciones más allá del límite lingüístico, porque las discusiones en los grupos de negociación (G-20, G-33, etc.) son en inglés y en los círculos multilaterales todo se decide antes de las deliberaciones oficiales, que son las únicas que tienen interpretación simultanea.
 
El ámbito multilateral
 
El mundo multilateral tiene dos ambientes muy distintos. El más conocido es la Organización de las Naciones Unidas- ONU- cuya Asamblea General y Consejo de Seguridad tienen sede en Nueva York y la mayor parte de sus otros órganos están en Ginebra. El mas popular en la prensa es la Comisión de Derechos Humanos, donde cada año hay el espectáculo grotesco de Estados Unidos –  muertos “colaterales”, tortura oficial, invasiones y bloqueos ilegales – que pontifica designando culpables de violación al Derecho Humanitario. 
 
Las representaciones nacionales ante organismos internacionales se llaman “misiones permanentes”, pero con la misma jerarquía que las embajadas, que son representaciones ante países específicos. 
 

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