Informe ONU: La infancia en el mundo en este año 2012 (VI)

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Cientos de millones de niños, niñas y jóvenes viven en las mismas ciudades que los miembros de las elites políticas, culturales y comerciales, y, sin embargo luchan por subsistir. Demasiados son los que pasan su tiempo buscando en las basuras algo que vender o fabricando ladrillos para los hogares de otras personas. | GISELA ORTEGA.*

 

Sus noches transcurren en viviendas provisionales, bajo la amenaza de expulsión, o en las calles, donde se exponen al peligro de ser víctimas de la violencia y la explotación. Por si esto no bastara, se les niega su derecho a participar en decisiones que les afectan; muy por el contrario, son excluidos del proceso de búsqueda de soluciones que podrían mejorar sus vidas y las de tantos otros.

 

Los enfoques ortodoxos relativos al desarrollo suelen abarcar a todos los niños de las zonas urbanas en un grupo homogéneo, de manera que se utilizan datos estadísticos agregados para determinar la dotación de recursos y la aplicación de programas. Es necesario un método que se centre en la equidad a fin de dirigir soluciones precisamente hacia esos niños de más difícil acceso.

 

Si se quiere satisfacer las necesidades y los derechos de casi la mitad de todos los menores del mundo, de acuerdo al informe de la ONU El estado mundial de la infancia 2012 hay que aplicar cinco estrategias fundamentales:
– comprender el alcance y la naturaleza de la pobreza y la exclusión en las zonas urbanas;
– determinar cuáles son los obstáculos que impiden la inclusión y suprimirlos;
– situar a las y los niños en primer lugar, en un contexto más amplio de equidad en lo que concierne a la planificación urbana, el diseño de infraestructuras, la gobernanza y la provisión de servicios;
– promover alianzas entre los pobres de las zonas urbanas y sus gobiernos, y
– asegurar la colaboración de todos a fin de conquistar logros en beneficio de la infancia.

 

Para llegar aquellos infantes más necesitados se debe contar con datos y análisis fidedignos que reflejen las distintas realidades y poblaciones. Las encuestas de ámbito nacional e internacional no siempre incluyen a los menores y familias que habitan en los extrarradios urbanos, que puede que carezcan de un estatus oficial y tengan un acceso limitados a los servicios existentes.

 

La recopilación de unos datos precisos y desglosados debería ser el punto de partida para la formulación de unas políticas urbanas equitativas y centradas en la infancia.

 

Para comenzar, es preciso llegar una definición práctica de lo que constituye una zona urbana si se quiere determinar con exactitud cuáles son los problemas concretos que afectan a los adolescentes que viven en las metrópolis. Las tesis existentes varían enormemente, y esto dificulta el análisis comparativo.

 

Es necesario afinar las herramientas de recopilación de datos, a fin de que reflejen con mayor exactitud las disparidades concernientes a las necesidades de la infancia y en qué medida la satisfacción de sus derechos depende del nivel económico, del género, del origen étnico, de la discapacidad o del vecindario al que pertenezcan.

 

Para determinar que chicos y chicas y familias se exponen a un mayor riesgo de exclusión, quizás se precisen métodos que pongan de manifiesto a aquellos grupos de población que habitualmente se omiten en las encuestas.

 

Unas de estas medidas consiste en utilizar informes más amplios en las que se incluya deliberadamente a un mayor número de personas o hogares a las que de otro modo se excluiría u omitiría de las muestras aleatorias normales de población general. El tamaño de la selección ha de ser suficientemente extenso como para permitir una comparación valida de las distintas cohortes urbanas; podría ser necesario emplear análisis más extensos en las zonas de tugurios, por ejemplo, para hacer estas comparaciones posibles.

 

Ampliar la recogida de unos datos fiables y detallados relativos a las ciudades en las encuestas internacionales sobre el hogar y en los procedimientos estadísticos nacionales resultará crucial para aportar una visión más profunda de la realidad que representa la vida en las zonas urbanas para los pequeños. Además, deberían realizarse estudios más frecuentes de barrios y hogares concretos, con la finalidad de aprehender la naturaleza cambiante y diversa de los habitantes de las ciudades.

 

Se están aplicando ya iniciativas de esta índole, concretamente en el análisis de los resultados de las encuestas nacionales sobre salud familiar practicadas en zonas urbanas de la India y en la evaluación basada en los activos de las encuestas de demografía y salud, que realiza el Banco Mundial. No obstante, es necesario esforzarse más por entender cómo evoluciona la pobreza, como afecta a los jóvenes de las zonas urbanas, y porque persiste de generación en generación. Para ello se precisa no sólo una labor estadística rigurosa, sino también el correspondiente trabajo de investigación y evaluación de las intervenciones orientadas a abordar estos problemas.

 

Escasez de datos

 

Debido a que resulta difícil rebatir informes concretos, las estadísticas confiables pueden servir para mostrar con más claridad la penosa situación de las niñas y los niños pobres y marginados en las capitales. Pero ese proceso aparentemente simple y directo tiene que hacer frente a la escasez de testimonios sobre la situación en las ciudades que están desagregados de manera significativa, como por ejemplo por niveles de riqueza, lugar de residencia, género, origen étnico, tamaño de la urbe y otros criterios pertinentes.

 

A fin de obtener promedios nacionales únicos de pobreza o desnutrición urbana, por ejemplo, se suele agrupar a todas las familias metropolitanas, ya sean ricas o pobres. Esto puede resultar especialmente engañoso en los países que se caracterizan por un alto gado de desigualdad social y de ingresos. Tales promedios encubren las diferencias existentes entre diversas ciudades y aún en el marco de comunidades urbanas concretas cuyos habitantes tienen niveles de vida muy dispares.

 

En algunos casos no es posible continuar desagregando los conjuntos de datos basados en la población de los que se dispone en el plano capitalino, porque las muestras con que se cuenta son demasiado pequeñas. Además, aunque en los censos se suelen incluir los tugurios urbanos, por lo general no se les identifica como tales.

 

También se deben tomar en cuenta los costos. A fin de obtener estimaciones confiables sobre las zonas de favelas es necesario aumentar de manera considerable el tamaño de las muestras. Pero cuando se agregan a las encuestas y censos categorías adicionales, se aumenta el tamaño y los costos.

 

El hecho de que una encuesta sea más grande no significa que sea mejor. Por el contrario, si se mantienen los tamaños de las muestras a niveles manejables, las encuestas pueden arrojar datos de mejor calidad, ya que quienes están a cargo de la gestión de las mismas pueden vigilar su desarrollo y capacitar y supervisar mejor al personal que obtiene los datos en el terreno.

 

Definir claramente los términos “urbano” y “tugurio” presenta dificultades y constituye otro grave desafío. Los criterios nacionales pueden no ser completamente transparentes o haber cambiado con el tiempo. Las definiciones varían. Las zonas urbanas pueden definirse según sus jurisdicciones administrativas, como municipalidades, por el tamaño o la densidad de su población o por criterios socioeconómicos.

 

La tarea de lograr estimaciones razonables sobre las casuchas de una ciudad se complica aún más en los sitios donde los gobiernos consideran que esos asentamientos provisorios son ilícitos.

 

También puede llamar a engaño las comparaciones entre los ámbitos capitalinos y rurales. Si se evalúan con relación a un indicador nacional de riquezas, son pocos los integrantes de la población urbana que quedan incluidos en el quintil más pobre de la población, lo que oculta el hecho de que pese a que en las urbes los ingresos pueden ser más elevados también lo es el costo de la vida, debido, entre otros componentes, al valor del alquiler, la comida, el transporte y los servicios básicos.

 

Muchos indicadores ordinarios, como los que se refieren a la cortedad de talla o al grado de acceso al agua potable y saneamiento de las familias metropolitanas y campesinas, no son fácilmente comparables. En las ciudades, por ejemplo, el acceso a las fuentes de agua potable puede requerir que los pobladores paguen costos más altos o se vean obligados a esperar más tiempos en fila.

 

Pese a que resulta importante obtener datos sobre los tugurios urbanos, debe destacarse que no todas las familias pobres urbanas viven en favelas, y que no todos los habitantes de esos vecindarios son pobres. Un análisis en 85 encuestas demográficas llevado a cabo en 2005 indicó que una de cada 10 familias vecinas de una familia pobre era relativamente pudiente si se le juzgaba por su acceso a bienes de consumo duradero y a la calidad de su vivienda.
Eso significa que si los esfuerzos por prestar ayuda a los más necesitados se concentra exclusivamente en las casuchas, muchas familias indigentes quedaran excluidas de los mismos.

 

Finalmente, algunos de los niños más vulnerables y marginados, como los que viven en la calle, que están alojados en instituciones o que trabajan en condiciones de explotación, suelen quedar excluidos de los marcos de muestra. Determinar la ubicación y la situación de esos niños sigue siendo uno de los principales desafíos que enfrentan los responsables de las encuestas domiciliarias internacionales..

 

La experiencia indica que para obtener un panorama completo de las realidades ciudadanas se requiere, como mínimo, lo siguiente:

 

– La voluntad política de dar prioridad a la obtención de los datos urbanos sobre otros intereses contrapuestos.
– La colaboración interinstitucional en materia de recolección, análisis y difusión de estas informaciones.
– La definición clara del concepto “tugurio urbano” a fin de reducir la confusión conceptual y posibilitar la realización de comparaciones significativas.
– Un muestreo superior a lo habitual en las “villas miserias”, a fin de obtener datos suficientes para llevar a cabo análisis estratificados.
– Garantizar que no se pase por alto ningunas favelas, empleando para ello, por ejemplo, herramientas como los Sistemas de información geográfica.
– No limitarse a los promedios nacionales y las comparaciones entre los sectores agrarios y metropolitanos cuando se trate de analizar y mantener un registro de las disparidades interurbanas.
– Establecer nuevos índices de riqueza que faciliten el análisis y la comparación de las disparidades entre las regiones urbanas y las rurales, y dentro de cada una de ellas.

 

Fuente: Informe ONU: La infancia en el mundo en este año 2012.
——
* Periodista
El capítulo anterior de este Informe puede leerse aquí.

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