La caída de Bannon golpea a la extrema derecha populista europea y estadounidense
La detención de Steve Bannon, el ideólogo de la extrema derecha populista y ex asesor de seguridad de Donadl Trump, supone la confirmación del ocaso de su figura y de su proyecto ideológico, cuya capacidad de influir está condicionada a la reelección del presidente estadounidense Donald Trump en los comicios del 3 de noviembre.
Bannon es el sexto hombre del entorno cercano de Trump en ser imputado por un tribunal federal o en entrar en la cárcel. Fue detenido, acusado de fraude bancario y lavado de dinero. El presidente se hizo el distraído y dijo no saber nada de la campaña privada dirigida a construir el muro fronterizo en la frontera sur con México. Una demostración de que el muro, en definitiva, era para Trump y Bannon, un negocio más.
¿Casuales casualidades? Su arresto se produjo el último día de la convención del Partido Demócrata, donde su candidato presidencial Joe Biden denunció a la administración Trump como «la más corrupta de la historia»; al tiempo que un juez federal de Nueva York denegó el recurso de Trump en el caso sobre la declaración de impuestos que el presidente se niega a hacer pública. Ambos hechos en Nueva York, la ciudad de Trump.
¿Otra casualidad? La detención se produjo dos meses exactos después de que el fiscal general William Barr despidiera al fiscal general de Nueva York, Geoffrey Berman, que llevaba meses investigando presuntos casos de corrupción del entorno del presidente, como el de Michael Cohen y del abogado personal del presidente, Rudolf Giuliani. La imputación contra Bannon fue ejecutada por la sustituta de Berman, Audrey Strauss.
Bannon está imputado junto a otros tres socios suyos, de dos delitos de fraude cibernético y de conspiración para el fraude –desvío de millones de dólares de la campaña para construir el muro con México para su uso privado-, por lo que se enfrenta a una pena de hasta 40 años.
¿Más casualidades? Bannon fue detenido por inspectores del Servicio de Correos de EU, con competencias en cuanto a los delitos de fraude online, la empresa pública que Trump quiere sabotear para impedir el voto por correo en las elecciones presidenciales.
Y deja en entredicho toda la campaña de Trump para construir el muro entre su país y México. Bannon dejó en claro que –al menos para su gente- se trata de un negocio y una forma de explotar con fines de lucro personal –estafa- de los incrédulos que donaron dinero para hacer posible el indigno muro xenófobo.
¿Estratega?
Dueño de una retórica profundamente nacionalista y reaccionaria, Steve Bannon fue el estratega de la campaña electoral de Donald Trump en 2016 desde el sitio Breitbart News y la compañía Cambridge Analytica encargada del fraude electoral cibernético. Son muchos los lazos que unen a Trump y Bannon, aunque el mandatario quiera deslindarse de su exasesor en el Consejo Nacional de Seguridad.
Como premio a los servicios prestados en la campaña, en 2017 pasó a ocupar un lugar en el Consejo Nacional de Seguridad, desde donde impulsó el diseño de las políticas antimigratorias y en la decisión de retirar a EU del Acuerdo de París sobre cambio climático. También fue el gran impulsor de la idea de intervenir militarmente a Venezuela.
Pero también irritó a muchos funcionarios del gobierno y del grupo íntimo de Trump, y por ello fue desplazado del cargo. Bannon promociona que su intención es impulsar en Estados Unidos a la «alt-right», una derecha alternativa y tras su salida de Washington, intentó implementar ese modelo en Europa.
La imagen maquiavélica que tanto repugnaba a los demócratas acabó desgastando poco a poco a Bannon, que en el programa «Saturday Night Live» aparecía parodiado como un ángel exterminador que ocupaba el escritorio del Despacho Oval y obligaba a Trump a sentarse en una mesa más pequeña, como de niño.
A Trump le irritó especialmente una portada de la revista Time, que tituló una entrevista con Bannon con la frase «El gran manipulador», algo que le restaba independencia y, sobre todo, protagonismo a un presidente ávido de atención y elogios. En una Casa Blanca marcada por las luchas de poder, a Bannon le perjudicó el deterioro de su relación con el gran protegido (y yerno) de Trump, Jared Kushner.
Bannon se ganó el apodo despectivo del presidente, «Sloppy Steve» (el descuidado Steve), luego de la publicación de un libro que lo citaba sugiriendo que la reunión de Donald Trump Jr. con un abogado ruso durante la campaña electoral de 2016 fue potencialmente «una traición», según recordó The Guardian.
Trump no tardó en reaccionar y al ser preguntado por la prensa, criticó a Bannon y se deshizo de él, aunque esto lo hizo tras afirmar que se sentía «muy mal» y «triste» por la noticia. «No me gusta ese proyecto [de recaudar fondos para construir el muro]. Creo que lo lanzaron para fardar. Es inapropiado financiar un muro fronterizo con fondos privados».
En la cadena ultraderechista Fox, sostén mediático de Trump, el exjuez Andrew Napolitano, criticó a Bannon y sus socios y dijo que «consiguieron cientos de miles de dólares de gente que dio ese dinero pensando que iría para el muro» y no para financiar «sus lujosos estilos de vida», y sentenció que «el hecho de que usaran una tercera parte para ocultar las huellas porque sabían que estaban engañando a sus donantes no pinta nada bien para Bannon ahora mismo».
¿Ideario?
En un discurso en una conferencia conservadora en febrero de 2017, Bannon declaró que su objetivo era la «deconstrucción del Estado administrativo», es decir, el sistema de regulaciones y acuerdos comerciales que, a su juicio, han limitado la soberanía y el crecimiento económico de Estados Unidos. Su discurso contra las élites no cuajó en una Casa Blanca que se llenó de millonarios, y su oposición a recortar los impuestos a los ricos chocó con los republicanos en el Congreso.
Bannon, que supo traducir en votos el desencanto de los blancos de clase trabajadora, se instaló en una pequeña oficina cerca del Despacho Oval, la despojó de muebles y colgó en una de sus paredes una pizarra blanca donde anotó todas las promesas de campaña de Trump, con la idea de ir tachándolas según las cumpliera.
No pudo tachar muchas de esas promesas por el poco tiempo que estuvo en la Casa Blanca, sí que tuvo el placer de dibujar una gran cruz sobre la palabra «París» cuando Trump anunció la retirada del acuerdo sobre cambio climático firmado en esa ciudad, una decisión que supuso, probablemente, su mayor triunfo.
Bannon se crió en el seno de una familia católica, irlandesa y de clase trabajadora. Durante su juventud ingresó al Ejército y pasó cuatro años a bordo de un destructor antes de conseguir una pasantía en el Pentágono. Formado en las universidades de Georgetown y Harvard, Bannon trabajó en Goldman Sachs antes de crear su propia firma de inversiones
A finales de los 90 saltó a Hollywood, donde produjo varias películas y programas, entre ellos varios documentales sobre el expresidente Ronald Reagan, el movimiento Tea Party y la republicana Sarah Palin, Fue en 2012 cuando Bannon se hizo cargo de la página de noticias de ultraderecha Breitbart News, que respaldó agresivamente la campaña de Trump.
El portal se posicionó como el transmisor de ideas misóginas, racistas y homofóbicas para una parte considerable de la población estadounidense. Fue uno de los más populares del país con millones de visitas por año, y uno de los más influyentes de Twitter y Facebook.
Con Bannon a la cabeza Breitbart News llamó «judío renegado» a uno de sus comentaristas más críticos, comparó el trabajo de la organización que brinda atención de salud reproductiva, Planned Parenthood, con el Holocausto, publicó titulares como «La pastilla anticonceptiva las vuelve feas y locas» y vídeos en los que se preguntaba a la población si prefería que sus hijos fuesen feministas o tuvieran cáncer.
Aplicó la llamada Doctrina Breitbart: «Si quieres hacer cambios profundos en la sociedad, primero tienes que dividirla». Bannon, que llegó a ser vicepresidente de la cuestionada Cambridge Analytica en 2015, no desaprovechó esa oportunidad para diseñar una campaña contra la entonces candidata presidencial demócrata Hillary Clinton. Le bastó en buena medida con el viralizado slogan Defeat Crooked Hillary (derrota a la corrupta Hillary).
El proyecto supremacista de Bannon tampoco tardó en desembarcar en Europa, donde encontró buen caldo de cultivo. El Reino Unido fue siempre su obsesión y allí se convirtió en uno de las grandes impulsores, desde Cambridge Analytica, del Brexit.
En España, Bannon se reunió varias veces con dirigentes de la ultraderecha de Vox y llegó a estar cara a cara con otros ultraderechistas como el primer ministro húngaro, Víctor Orban, y el exministro del Interior italiano, Matteo Salvini. También fue invitado al decimosexto congreso del partido liderado por Marine Le Pen en Francia, Agrupación Nacional.
El año pasado, el programa Axios de HBO recorrió un monasterio medieval en las afueras de Roma que el propio Bannon había alquilado para llevar a cabo, según sus palabras, un «campamento de entrenamiento de la derecha alternativa y populista».
El desembarco en Europa
La puerta de Europa, el salavavidas, se le abrió a Bannon de la mano del político de extrema derecha belga Mischaël Modrikamen. Éste, cuando Trump ganó las elecciones de noviembre de 2016, le hizo llegar una carta al magnate neoyorkino a través de un conocido que ambos tienen en común: Nigel Farage. Modrikamen le reclamaba a Trump trabajar en común para crear un levantamiento populista global.
Para allanar el camino, Modrikamen registró en enero de 2017 El Movimiento, una fundación para este fin con sede en Bélgica, cuyo comando asumió Bannon en julio de 2018, convirtiéndolo en una máquina de campaña electoral para los partidos de extrema derecha europeas de cara a las elecciones a la Eurocámara de mayo de 2019.
En la antesala de estas elecciones, la extrema derecha populista, nacionalista y antieuropea mantenía una tendencia ascendente, con Boris Johnson en Reino Unido; Marinne Le Pen en Francia; Matteo Salvini en Italia; Viktor Orban en Hungría; mientras Santiago Abascal y Vox empezaban a asomar en España.
Pese al auge electoral de muchos de esos partidos (Boris Johnson es incluso primer ministro británico), esa especie de alianza de extrema derecha populista europea no pareció cuajar como movimiento articulado europeo o como alianza organizada en torno a la Fundación… y Bannon comenzó a abandonar el proyecto.
* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)