La suerte de morir y de que lo declaren héroe
Alberto Maldonado S.*
Hay quienes nacen con suerte; y la suerte les acompaña hasta la muerte. Hay quienes nacen con mala suerte; y la mala suerte les acompaña hasta la muerte. Pero hay quienes han tenido una perra vida pero, después de muertos, merecen la gloria.
Hasta el miércoles 24 de febrero de 2010 nadie sabía de la existencia en Cuba de un tal Orlando Zapata Tamayo.
Un ciudadano violento que había cometido delitos tipificados por las leyes cubanas y que después de una primera condena de 3 años de cárcel había “hecho méritos” para que le extiendan la sentencia a 25 años.
Un caso de vulgar delincuencia común que se castiga con penas de prisión, en Cuba o en cualquier país del mundo. Ya que en Cuba, a pesar de que la revolución logró bajar casi a cero la delincuencia, esta se ha dado modos de sobrevivir y de incrementarse, a pesar de todo lo que ha hecho la revolución por recuperarla. Desde luego, en Cuba, igual que en nuestros países, hay una legislación penal que sanciona este tipo de delitos con penas de cárcel. Y en Cuba, al contrario de lo que pasa en nuestros países, cuando la policía le echa el guante a un delincuente, los jueces les imponen la sanción que se merecen.
Así transcurría la vida del iracundo don Orlando hasta que fue “encontrado” por la disidencia cubana, un grupo de hombres y mujeres que, con todo el derecho del mundo, discrepa del gobierno revolucionario de la isla y trata de hacerse fuertes al interior del país. En décadas, con resultados más que magros; a pesar de que la oficina de intereses de los Estados Unidos que funciona en La Habana, “hace todo lo posible” (en dinero, en regalos, en visas) por lograr algún eco entre sus conciudadanos.
Pero esta más que discreta disidencia, como muy pocas en el mundo, cuenta con ilimitados recursos técnicos, financieros y humanos a 90 millas de distancia, en la ciudad de Miami (EE.UU.) con obsecuentes “sucursales” en cuasi todo el mundo; unas sucursales que también “tienen la suerte” de contar con muchos recursos financieros, con recursos humanos propios o de origen cubano disidente y, sobre todo, con todos los espacios necesarios en prensa escrita, radio, televisión e internet como para convertir en 24 horas a cualquier delincuente en héroe y mártir (o viceversa) de una lucha que ya tiene más de 50 años y que no ha logrado despertar interés, peor emotividad, en el único lugar en donde debería: Cuba.
Desde hace medio siglo, esta simpática disidencia anda a la caza de cualquier situación, cualquier “indicio”, cualquier oportunidad, para desatar una campaña mundial contra la revolución cubana, que ése es el verdadero objetivo. Y si no la hay, la inventan. Y si la inventan, pues le dan un giro dramático y mediático, de manera que la “conciencia mundial” se conmueva y proteste y pida sanciones y auspicie una contrarrevolución que no llega ni cuaja.
Don Orlando Zapata no sé si soñó que a su muerte deseada iba a ser declarado una víctima más del “castrocomunismo”, a nivel mundial. Según información oficial, Don Orlando murió de pulmonía a consecuencia de sus reiteradas huelgas de hambre que las hizo, no contra el gobierno o la revolución, sino contra la reglamentación penitenciaria vigente en Cuba como existe en cualquier país del mundo.
Podría pensarse entonces que el régimen penitenciario cubano es brutal, que a los pobres reclusos no les dejan tomar el sol, hablar entre ellos o que les matan de hambre, que les torturan, como ocurre en cualquiera de nuestras cárceles “modelos” o en Guantánamo en donde unos prisioneros anónimos que fueron traídos de Afganistán, de Pakistán, ni siquiera tienen el rango de seres humanos; o en los tenebrosos calabozos de Abu Graif (así creo que se escribe) en los que los “expertos” investigadores imperiales aplicaron torturas y métodos inspirados por el Sr. Bush hijo, que ni siquiera se les ocurrió a las bestias nazifascistas alemanes.
Pero no. La protesta de Don Orlando era porque se le recluya en celda única, se le provea de teléfono y televisión, se le dé comida de primera, se le permita pasar el día haciendo “ejercicio” y se le dé la oportunidad de salidas extrapenitenciarias. Y como don Orlando era temperamental, como no podían darle lo que pedía; entonces, ensayó una huelga de hambre “intermitente” que duró 85 días hasta que le dio la pulmonía que lo mató a pesar de todos los esfuerzos que hizo el sistema cubano de salud, por salvarlo (dicen los médicos que, si no hubiese habido una asistencia de salud, don Orlando no hubiese resistido más de 30 días de ayuno total).
El problema fue que don Orlando pedía comodidades que el Estado cubano tan siquiera puede garantizar a sus trece millones de ciudadanos y ciudadanas a causa principal del bestial bloqueo que le impone el imperio al país isleño.
Fue así como a don Orlando, después de muerto, le declararon “disidente” (¿habrá oído, en su vida, la palabrita; y la habrá entendido?) y le incorporaron en la lista de los famosos 75 “presos de conciencia” que tiene en sus cárceles la “dictadura comunista de los Castro”.
Solo que en la famosa lista no consta el nombre de don Orlando Zapata y los 75, no solo que no eran periodistas (muchos de ellos hablaban hasta con faltas de ortografía y ni siquiera sabían qué era eso de ser “preso de conciencia”) sino cubanos vivos que fueron detenidos y sentenciados porque estaban en un complot contra su país, recibiendo mesadas de dinero o de “regalos” que generosamente les hacía el gringo Carlson, que en esos tiempos era el jefe de la oficina de Estados Unidos en La Habana.
Y con el agregado que varios de ellos (por ejemplo el gordo Rivero, uno de los pocos que si sabía leer y escribir correctamente) hace años que disfruta de la hospitalidad de Málaga (España)
En este "show", aparece la “creatividad” criolla o eso que practicaba con mucho éxito Tres Patines: la viveza criolla. Quién sabe si la idea se les ocurrió a los propios disidentes (que son tan pocos) o fue una iniciativa de la mafia cubano-americana que reina en Miami. Lo cierto fue que a alguien se le ocurrió: y porqué no utilizar el caso de este delincuente para endosarle el muerto al castro comunismo y presentarlo como si fuera “un crimen más” de la dictadura castrista contra la “disidencia cubana”. Después de todo, era (fue) una gran oportunidad de “hacer méritos” ante el imperio y los pelucones del mundo entero, a fin de alertar que sigue vigente el “conflicto” y que hay un pueblo “esperando que sus salvadores” vengan y les rescaten de la tiranía a la que ha sido sometido.
Sobre todo, que no se les ocurra “aliviar las tensiones” entre Cuba y el Presidente Obama y sus demócratas, ya que ello representaría la pérdida de “la democracia y la libertad” y de los millones que anualmente provee el imperio a los contrarrevolucionarios miamenses, que de algo tienen ellos que seguir viviendo. Y muy bien.
Sea lo que fuere, lo cierto es que don Orlando Zapata Tamayo, una vez muerto, pasó a la categoría de héroe y mártir de la democracia y la libertad. Hay que ver, oír y leer todo lo que la prensa sipiana (de la SIP-CIA) ha dicho, sobre su caso, en estos días. Y han sido tan impactantes que hasta el simplón de Rodríguez Zapatero (el Presidente “socialista” de España) “se vio obligado” a emitir la correspondiente protesta por este nuevo acto contrario a los “derechos humanos” Y lo hizo a nombre de la comunidad europea cuya presidencia pro témpore está precisamente en España.
Para “mala suerte” de los disidentes “profesionales y espontáneos” estando en lo mejor del caso Orlando viene el terrible terremoto en Chile y desde Colombia anuncian que el Parapresidente Álvaro Uribe Vélez tiene que resignarse, a corto plazo, a dejar de ser el inquilino de la Casa de Nariño ya que no puede pretender su segunda reelección. Y como los medios sipianos son, en primer lugar, “muy sensibles” a los hechos que se producen en el día a día; por lo tanto, deben “bajar la intensidad” de la arremetida contra Cuba aún cuando no abandonar el caso.
A mi se me ocurre que, como los malos de la Corte Constitucional colombiana le han cortado el camino de una nueva reelección a don Álvaro; y éste, a corto plazo, quedará como para engrosar el pequeño y exclusivo círculo de prohombres “libres” (con Aznar, Vargas Llosa, Vicente Fox y otros) pues ya pueden dedicarse a desentrañar historias mucho mejores que las de don Orlando; historias que han sido muy poco explotadas ya que don Álvaro no les perdonaba la vida y la seguridad democrática a quienes pretendían denunciarlo.
Me estoy refiriendo que los periodistas sipianos, ahora que ya no podrán seguir con la misma intensidad en el tema de don Orlando, pueden dedicarse a desentrañar los casos de los “falsos positivos” y las descomunales fosas comunes en donde los paramilitares enterraban “piadosamente” a sus víctimas.
Lo de “falsos positivos” no puede ser más macabro, algo que les habría gustado descubrir y ensayar a los genocidas nazifascistas alemanes y atláteres. Como el descomunal ejército montado por don Álvaro, para garantizar la “seguridad democrática” no presentaba sino muy pocos “positivos” es decir “terroristas” (guerrilleros) muertos en combate, pues la “viveza militar” descubrió que, si reclutaban con cualquier pretexto a tanto joven que deambula entre el ocio y la desocupación, los embarcaban con destino a un supuesto trabajo y a medio camino, en algún descampado, los fusilaban sin más, les vestían con ropa de “subversivos” y daban cuenta a sus superiores de una nueva “victoria” en el campo de batalla. Por ello, recibían medallas y desde luego, privilegios.
Solo un “veedor” de las Naciones Unidas detectó más de 1.800 casos de “falsos positivos” nombrecito que fue puesto precisamente por el argot militar ya que para ellos no son muertos sino positivos: los que matan en combate.
Y lo de las fosas comunes, otro caso digno de la pasión mediática. Ocurrió en Colombia. Don Álvaro se inventó una legislación especial a fin de convencer a sus paramilitares, que asesinaron en toda Colombia a miles de campesinos y agricultores: entraban a un pueblo, con lista en mano, ponían en fila a los nombrados y sin más los fusilaban. A la población sobreviviente les obligaban a abandonar sus tierras de las que luego ellos se apoderaban. A los muertos los enterraban en fosas comunes sin tomarse la molestia de ponerlos por lo menos una identificación.
Esas fosas, en estos años, han comenzado a “florecer” y a desentrañar su increíble historia. La prensa sipiana, que tanto gusta de investigar estos episodios, ¿no podría dedicarse por un tiempo a revelar semejante bestialidad ahora que su líder Álvaro Uribe Vélez ya no puede seguir salvando a Colombia del narcotrafico y el terrorismo?
Por que a fin de cuentas, don Orlando Zapata Tamayo solo fue uno que se murió de pulmonía y a quien, sus piadosos disidentes, resolvieron matarle a nombre de un supuesto “castrocomunismo criminal”, a pesar de que, en materia de periodistas asesinados, en Cuba, el último fue el compatriota Carlos Bastidas Argüello, un joven que había entrevistado a Fidel en la Sierra Maestra y que fue alevosamente asesinado por un matón de Batista en un cabaret habanero. Desde luego, el criminal y sus jefes, con Batista a la cabeza, huyeron de Cuba el 1º de enero/1959.
* Periodista.
Que se envíen a todos los disentes cubanos encarcelados a los EEUU o a España países que cínicamente enarbolan los DDHH pero su gente se muere de hambre porque tienen sueldos magros o los desempleados unas inexistentes ayudas y sin Seguridad Social.