Letras, memoria y preguntas… Nocturno de Chile

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Paulina Castro Cerruti.*

Un vuelo Buenos Aires-Bogotá-Ciudad de México hizo llegar a mis manos el penúltimo ejemplar del suplemento Artes y Letras de El Mercurio de Santiago de Chile, en el que el sacerdote y crítico literario Ignacio Valente escribe un artículo titulado 200 años de literatura chilena. Al hacer el recuento de los narradores, Valente se excusa y señala que “muchos nombres faltan a estas apretadas líneas".

Y agrega: "Desde luego Carlos Cerda, Adolfo Couve (imagen de apertura), Diamela Eltit, Roberto Bolaño, Germán Marín, Jorge Guzmán, Antonio Skármeta, Elena Castedo, etc., todos ellos —y otros más jóvenes— tan próximos todavía, que el tiempo, el juez más seguro, deberá decantarlos. Por lo demás, del período anterior tampoco el espacio me permitió detenerme en autores tan valiosos como Nicomedes Guzmán, Marta Brunet, Francisco Coloane, Carlos Droguett…”

Tras meditar sobre estos olvidos voluntarios, el nombre de uno de ellos quedó dando vueltas en mi cabeza y me pregunté, ¿por qué el cura Valente mencionó únicamente de pasada a Adolfo Couve? ¿Será porque el pintor-escritor decidió colgarse el mismo día que Augusto Pinochet asumió como senador vitalicio, el 11 de marzo de 1998?

Y luego, ¿habrá sido este desdichado hecho lo que gatilló la irreversible decisión de Couve, o fue sólo coincidencia?, ¿qué premonición habrá tenido el solitario de Cartagena?, ¿será que Couve dio por descontado el fin de la transición (¿de qué?), o más bien sabía que el destino que le deparaba al país sería nuevamente un gobierno fascista, hervido a fuego lento durante veinte años en las orgías dionisíacas de demonios con máscaras de demócratas?

¿Pero, qué es ser un demócrata?, ¿llamar a elecciones?, ¿hacer una larga lista de promesas escritas en una reunión de animales, bestias políticas sedientas de ideas sobre cómo mentir más allá de la ignominia? También, y ya casi en el delirio que es como decir con la lucidez de lo inevitable, ¿habrá pensado Adolfo Couve en los mapuche cuando se amarró la soga al cuello?, y si lo hizo, ¿qué fue lo que vio?

Puede que ese desgraciado día, mientras paseaba por la orilla de Playa Grande y las gotas de las olas que reventaban en las rocas fijaban por última vez su rostro de humedad y sal, el pintor-escritor haya tenido súbitamente la corazonada de que doce años más tarde, durante la procesión de la virgen del Carmen en la plaza de armas de Santiago, un grupo de cuatro religiosos que portaba un cartel en el que se leía “Paremos este vía crucis”, con un kultrun y un crucifijo dibujado sobre él, eran detenidos por un carabinero de civil, tan espeluznantemente parecido, casi igual, idéntico al guatón Romo, a Álvaro Corvalán, hasta a Mariana Callejas, y esto último terminó por abatirlo.

Nocturno de Chile, nocturno de Chile…, le gritaron en susurros, si es que eso es posible, aunque todo es posible, los demonios con máscara de demócratas, al atormentado Couve (¿o al cura Ibacache?). Entonces el pintor-escritor, que ya hace un tiempo había decidido renunciar a la alquimia de los colores, esta vez, ante la inminencia de la catástrofe (todo está perdido), optó por cortar por lo sano y quitarse la vida de cuajo

¿Habrá querido dejar un testimonio, una pista, o simplemente sintió que con la llegada de la bestia mayor al circo de los demonios ya estaba todo corrompido, en proceso de putrefacción, en línea recta hacia lo desconocido?

¿Por qué será que el cura Valente sólo mencionó de pasada a Adolfo Couve?

* Periodista.
Dirige la revista digital
Por la libre.

Addenda
Adolfo Couve: a los 15 años, el padre lo sorprende pintando; le regala una caja de óleos con la condición de que la pintura fuera solamente un pasatiempo. No lo fue. Estudió en Santiago de Chile, en la Escuela de Bellas Artes y luego en el Art’s Student League de Nueva York. De regreso a Chile enseñó en la Universidad de Chile y en la Universidad Católica.

En los años setentas dejó —temporalmente— la pintura para enfrentar el reto literario. En ambos campos en cierto modo fue un talento importante, pero solitario que solía hundirse en crisis de angustia. Se suicidó en Cartagena a los 57 años. Había publicado una docena de obras literarias.
 

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