Ligeia Balladares / Luces que se apagan

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Sus cenizas reposarán repartidas entre la localidad agreste mexicana de San Miguel Tlaipxpan, donde vivió sus últimos 17 años, y el Cementerio de Temuco, junto a los restos de sus padres y hermanos; en ella queda, así, cerrado el ciclo del extrañamiento y la supervivencia.| SyS.

 

Su cónyuge y compañero supérstite Guillermo Ravest —también periodista, también escritor, recordó que ella jubiló por edad en 1990. Imposibilitada de seguir trabajando en su oficio —y por otras causas— y que por ello debieron retornar a México a fines de 1995, donde habían vivido los últimos años de su primer exilio luego de 1973. En México Balladares sí pudo trabajar en su profesión bajo cobijo universitario.

 

A fines de los años de la década de 1951/60, a raíz de la publicación de 12 poetas de La Frontera, antología compilada por Luis Vulliamy, se la integra a Ligeia Balladares al grupo denominado entonces «Poetas de la Frontera», junto con —entre otros escritores nacidos en lo que el crítico Yerko Moretic llamó «región originaria»— María Angélica Alfonso, Edesio Alvarado, Samuel Donoso, Pablo Guíñez, Raúl Mellado y León Ocqueteaux.

 

Fuerte en la joven periodista la vocación por recoger y difundir las expresiones de la cultura popular y lucha social, ingresa al periódico El Siglo, del Partido Comunista chileno. De ese paso trascendente en su experiencia vital y ciudadana recuerda lo importante que fue «el contacto humano, ojo a ojo, mano a mano, con los trabajadores y sus mujeres, con los pobres de Chile».

 

Para ese medio periodístico escribió, como testigo de la violencia y apaleos policiales, la toma de terrenos que derivó en la población Violeta Parra, en tiempos la la presidencia de Eduardo Frei Montalva. Y en El Siglo por esos tiempos apareció una entrevista que hoy cobra inusitada actualidad: un conscripto del ejército cuenta que sus oficiales, oficiales entrenados en la Escuela de las Américas, les ordenaban criar como mascota un cachorro de perro, para después matarlo y comérselo. Tal entrevista le significó a la reportera un proceso militar.

 

(Los tiempos cambian; el servicio militar ya no es obligatorio, en 2012 la Comandancia anuncia querer comprar animales pequeños para mejor «entrenar» a la soldadesca; la Escuela de Las Américas cerró, viva la Escuela de Las Américas).

 

Cuando su exilio, en la Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas, Balladares y su compañero participaron activamente en las batallas comunicacionales contra la dictadura chilena.; de nada valió esa experiencia profesional; cumplido el rito del «plebiscito del no» la futura Concertación de Partidos por la Democracia en el gobierno se dedicó con ahínco a demostrar que la mejor política de comunicaciones de la democracia es no tener política de comunicaciones (pero sí presupuesto para alimentar a los medios periodísticos probadamente no demóctratas) y una a una las revistas y periódicos no incluiodos en el pacto de la transición fueron cerrando —con todo lo que ello implica.

 

En México, en noviembre de 2012 Ligeia Balladares fue cremada, la sobreviven hijos, nietos, parientes en Chile. Y su compañero. Algunos que recuerdan su trabajo de otros años en Moscú echaron de menos siquiera una declaración de las autoridades del PC chileno ante su partida.
La memoria es un asunto de raras fragilidades.

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