Lo que pasa en Europa es para «preocupar a todo el mundo», admite el FMI

Cuando en mi país se vivió la última crisis económica con las consecuencias de pérdida de hábitos de trabajo, descenso en los niveles educativos, y escaso optimismo o ánimo de auto superación, todos sabíamos que un simple cambio de orientación ideológica, o de medidas económicas, por sí solas, era como jugarle al azar. Desde luego, ni el capitalismo ni el socialismo tenían todas las virtudes ni todos los defectos. El problema más grave, -y así se podía constatar en Internet, desde escritores que analizaban la condición humana en profundidad-, era como en toda crisis, una falta de referentes en «valores éticos y morales», enraizados en lo más hondo de la Consciencia de una nación.

Cuando una región del planeta comienza a disfrutar de cierta holgura económica, considera que los tiempos de bonanza han llegado, y -lo vemos hoy cerquita-, brota el hedonismo, y el derroche, como forma de «aflojar tensiones», cierto, pero también hay bastante de jactancia, y de orgullo desmedido, en relación a «quiénes éramos cuando fuimos tan pobres».-

Desde la superficialidad, que otorga en gracia la abundancia material, la decadencia ética y moral, acontece casi enseguida. ¿Por qué? Lo ignoro… o prefiero ignorarlo: pero es el descuido, y la pérdida de prioridades de orden vital.

A niveles personales, o familiares incluso, lo primero que uno se pregunta ante cualquier hecho desagradable, es ¿Qué tengo yo que arender de esto (para que deje de suceder)?

Y lo más difícil sigue siendo asumir la propia responsabilidad, -en el sitio que nos toca estar-. Y esperar lo mejor de quienes -ignoro si «ostentan» poder-, asumen cargos de enorme responsabilidad, a fin de buscar soluciones en nombre de mayorías, -¿que muchas veces los enjuician y los detestan, o los culpan?-, en vez de apoyarlos y esperar lo mejor, en nombre de una Inteligencia Superior, que ellos solo representan, pero nos convoca a todos por igual, en definitiva. Y cada cual desde su individualidad, también invoca, a su modo, de forma positiva. -La única forma posible, de concebir soluciones que superan la capacidad analítica personal y colectiva.-

Sí, estábamos descreídos, de todo tipo de gobierno, hasta que la economía se endereza y comienza a ir mejor… O acaso primero consideramos la esperanza, de que supieran hacer lo adecuado, y los resultados acompañaran… ¡y así fue!

Aquello que creemos, -como individuos, y como sociedad-, tiende a transformarse en profecía, y a hacerse realidad.
Lo difícil, y cada vez más complicado, resulta pensar en positivo, cuando las corrientes mayoritarias van en sentido contrario. -Igualmente uno es el credo, y otras las creencias adecuadas a cada momento.-

¿Existe aún, en el instinto personal y humano, una necesidad de «ganar por encima de los demás»? – Pues este espíritu de competencia, -que en el deporte está para practicarse-, desde las relaciones humanas, y la convivencia, nos vuelve desconfiados hasta de nuestra propia sombra.

En suma: ¿qué puede y debe cada uno aprender desde el lugar que ocupa? – Pues sólo desaparecen las «crisis» o se las aprende a superar, cuando la lección y el aprendizaje de vida, pertinente, queda en evidencia. Y es asumido, desde la humildad. (En contacto con la realidad más honda, donde yacen las raíces propiamente dichas.)
-Entre tanto la misma experiencia se repite: hoy Europa, ayer América Latina… Mañana ¿quién sabe? –

Ciertamente las instituciones y estructuras de toda democracia solo funcionan cuando el ser humano crece interiormente, del mismo modo que se da el desarrollo externo, sólo así el dinamismo que se puede imprimir a los camios dejan resultados positivos.

«El hombre es como piensa… pero más sinceramnte se rtaliza del modo en que así lo siente. Y toda visión positiva, que persevera, se confirma a sí misma.

(Del mismo modo, puede hacerlo el pesimismo, al confirmarse en sentido negativo. Todo depende de la fuerza que le otorgamos a nuestras creencias, y el sentido oportuno en que las dirigimos.)
Por encima de las palabras subyacen las Intenciones, que al perseverar en el tiempo, con paciencia y esmero, -de forma integrada-, se concretan.

No obstante bien podría jugarnos una mala pasada el mero concepto de «fatalismo»: a menos que se emplee este momento como excusa para erradicarlo, de forma definitiva.

«Un0 mismo es el camino y el destino: sólo existen en función de uno mismo

Texto de León Felipe:

“Nadie fue ayer, ni va hoy,
ni irá mañana hacia Dios,
por este mismo camino que yo voy.
Para cada hombre guarda
un nuevo rayo el sol…
un camino virgen Dios.”