Los dueños del mundo

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Hoy otros personajes ocupan el lugar de Henry Ford o de los Rockefeller. Hoy los cinco monopolios, conocidos como los “dueños de internet”, son –junto al tradicional sector financiero- el centro del poder mundial.

Henry Ford y la familia Rockefeller, fueron el símbolo del poder mundial desde fines del siglo XIX y durante la mayor parte del siglo XX. Los vehículos automotores, una de las claves del desarrollo del sector metal-mecánico, y el petróleo –su alimento- fueron la más rotunda expresión de ese tiempo.

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El mencionado Ford, con la industrialización masiva del motor de combustión interna, y los Rockefeller, con el control del negocio del petróleo, sintetizaron en sus nombres las características de esas circunstancias.

Compartieron ese poder con la familia Rothschild, fundadores del sistema bancario en el siglo XVIII y que ahora pretenden continuar su dominio mundial con los chinos, largas décadas después que uno de los miembros de esa familia afirmara “Denme el control de la moneda de un país y no me importará quien haga las leyes”.

A excepción del poder que aún detentan los Rothschild, aquellos protagonistas han sido superados por otros aún más poderosos. Ellos tienen que ver con los cambios producidos en la sociedad, donde aquel hegemónico sector metal-mecánico ha dado paso al despliegue de un modelo telemático que ha integrado los sistemas informáticos con el de las telecomunicaciones.

En esta realidad ponemos a disposición de los poderosos, que nos verduguean, gran parte de nuestro tiempo, nuestro entretenimiento y –fundamentalmente- nuestros propios datos, que son la principal mercancía contemporánea.

Bajo estas condiciones ha nacido el nuevo poder mundial, sobre su imperio, influencia y efectos caben algunas reflexiones.

El nuevo poder

Resultado de imagen para dictadura de las redesLos directivos de las cinco principales empresas (Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft) que utilizamos diariamente para informarnos, comunicarnos y entretenernos forman parte de las 10 personas más ricas del mundo. Esas 10 personas –todas ellas con vínculos con este sector- acumulaban un capital, a fines del año pasado, de 9,1 millones de millones de dólares.

Ellos forman parte de las 42 personas que tienen la misma riqueza que la mitad más pobre del universo, unos 3.500 millones de personas. Esa es la brutal concentración de la riqueza del mundo actual. Ella está encabezada por los funcionarios del sector telemático.

Pero este selecto grupo no solo es dueño del mayor poder económico del mundo. El sistema comunicacional que han impuesto determina los íconos, figuras, representaciones, que utilizamos en todo el planeta y que están por encima de las diferentes culturas y lenguas a las que tenemos que apelar para entendernos.

Su poder va más allá del dinero que han acumulado y la iconografía común que hemos adoptado es solo un símbolo del modo que han ido metiendo en el campo de sus intereses a nuestras culturas, libertades, derechos y gustos.

La influencia y efectos de este nuevo poder

La gran “virtud” de estas empresas es que a través de sus sistemas han penetrado hasta las profundidades del pensamiento humano moldeando sus costumbres y cultura.

Así se ha construido un mundo donde la inmensa mayoría de los que forman –formamos- parte no tienen -no tenemos- ni voz, ni voto, pero sí aportamos a la construcción de esos imperios económicos. Quien no forme parte de ese nuevo mundo, sencillamente “queda afuera”, son –somos- los “analfabetos” del siglo XXI.

Da la impresión que internet se ha constituido en el centro de la vida, que nos provee conocimientos, libertad y democracia. El consumo de internet, como un dios de estos tiempos, nos apabulla con sus verdades y posibilidades tecnológicas y no nos deja ver, tras esa maraña, lo que allí se esconde. Pero tampoco faltan los que piensan que se trata de un instrumento que le permite al sistema de poder establecer una nueva y estrecha vigilancia sobre todos y cada uno de nosotros.

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Quienes así lo ven consideran que constituye un arma poderosa  al servicio de la represión política. Detrás de un nuevo modelo, casi invisible, de control social que se ejerce de un modo continuo y permanente, aunque bajo apariencias muchos más abiertas y flexibles. De ese modo trasmiten los valores impuestos por un sistema que, a través del predominio económico, se ha transformado en -social y políticamente- dominante.

Pero allí no acaba esta historia ni la influencia de estos instrumentos. En Sillicon Valley (en San Francisco, Estado de California, Estados Unidos) donde funciona la flor y nata del pensamiento tecnológico mundial, un profesor alemán sostiene que estamos evolucionando hacia la “dictadura de la informática”.

Este señor prueba de qué modo la tecnología actual permite moldear, utilizando los instrumentos informáticos, las demandas cotidianas. Se refiere tanto a las cuestiones materiales, desde la comida que nos gusta comer hasta la ropa que dicen que tenemos que comprar, como así también a las inmateriales, entre ellos nuestros gustos e ideas.

Bajo esos principios inciden en nuestras decisiones, transformando nuestros deseos en necesidades. Eso lo traslada a los sistemas políticos explicando de qué modo logran influir en las decisiones de ese carácter. Lo ejemplifica con las campañas electorales estadounidenses, donde los candidatos utilizan la propaganda electoral “personalizada”, es decir envuelta en los propios gustos del elector al cual va dirigida.

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Todo lo anterior es solo una muestra de cómo ese instrumento influye en nuestra vida cotidiana y también en nuestras decisiones políticas.

El sistema le otorga a sus inventores el poderío actual a cambio de crear las condiciones y facilidades para la reproducción del mismo y de su poder ejercido -desde hace tiempo- por el sector financiero, verdadero patrón detrás de los que aparecen.

Cuando pensamos en el futuro del sistema informático hay un par de cuestiones que se nos aparecen: Una, es el control de origen en los contenidos difundidos. Desde hace unos meses una oficina del gobierno norteamericano aprobó una regla según la cual se puso fin a la llamada “neutralidad” de la red.

A partir de ahora los contenidos que transitan por las redes pueden ser bloqueados o discriminadas. Dos, en la medida que se masifica el uso de este instrumento se van creando las condiciones legales para que se tenga que comenzar a pagar para tener acceso a la circulación por internet o para gozar de los mejores servicios.

De este modo al poder que siempre acompaña a quien tiene el dominio o control de la información, ahora se le irán agregando otros mecanismos para que ese instrumento también esté al servicio de nuevos y mayores negocios.

            *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

 

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