Los hombres y los pueblos sin memoria de nada sirven

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Discurso de Maya Fernández Allende  cuando la inauguración de la escultura a Salvador Allende en el Parque Jean-Drapeau, Montreal, Canadá, el 11 de septiembre de 2009. En Chile esa fecha la recuerda (recuerda a la dictadura militar-cívica más bien) una calle –o avenida– en la que jamás crecerán los álamos libertarios, pero sí la vergüenza de los concertacionistas y sus cómplices..

Señoras y señores, compañeros y compañeras.

Patricia Verdugo, periodista y escritora chilena, en una de sus obras sobre el Presidente Allende, nos decía “…Año tras año, durante este siglo, las nuevas generaciones preguntarán quién fue ese chileno que se inmortalizó en nombre de la coherencia con sus ideales, de lealtad a su pueblo y de esperanza en la construcción de una sociedad más justa y solidaria".

Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada, dijo alguien por ahí.

El nombre del presidente Salvador Allende seguirá siendo el de calles y avenidas, de salas universitarias, hospitales y escuelas, además habrá estatuas suyas por todo el mundo. Actos como éste representan el triunfo del bien y son espinas penetrantes que demandan las conciencias de los hechores de la violencia e intolerancia, como la que cubrió a Chile durante los amargos y oscuros momentos del 11 de septiembre de 1973 y la posterior dictadura. Estos reconocimientos sirven, también, para que “nunca más” nuestro país, ni otro en el mundo, se cubran de traición, ignominia y dolor.

Señoras y señores, compañeros y compañeras.

No es solamente la figura de un luchador social la que conmemoramos con esta escultura hoy en Montreal. Para quienes estamos aquí y millones más, estos actos conmemorativos representan nuestras ilusiones y sueños por un mundo mejor.

No se detendrán los reconocimientos a hombres y mujeres como el presidente Allende, mientras lo que simbolizan y encarnan, los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, continúen conmoviendo a los pueblos del mundo.

Por ello nuestra gratitud, la de mi familia, la de cientos de miles de chilenos y chilenas, que sin distinciones de ningún tipo, se consideran…sencillam ente “allendistas” y, por cierto, la mía propia, para los gestores de esta idea. Es el reconocimiento para quienes siguen soñando y seguirán haciéndolo por ese mundo mejor.

El Presidente Allende, en un discurso pronunciado en la Cámara de Diputados de Chile, en 1939, decía “Los hombres y pueblos sin memoria de nada sirven, ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por esto son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro."

Nuestra gratitud al Alcalde de Montreal, el Sr. Gérald Tremblay, a quien y a cuyo pueblo le transmito los saludos de mi país, en particular, el de los habitantes de mi comuna de Ñuñoa y de, parte de su Concejo Municipal, del que tengo el honor de ser integrante.

A mis compatriotas y hermanos de otros países de América, compañeros y compañeras de Montreal y Quebequenses, sin cuyas convicciones y apoyo, de seguro esto no sería realidad. A sus organizaciones, individuos e instituciones que están tras esta noble iniciativa.

A los artistas involucrados, en especial al autor de la obra al Sr. Michel de Broin, ganador del concurso de arte público a la memoria de Salvador Allende, autor de esta magnífica, evocadora y emocionante escultura, la cual en mi primera visión, conjuga con mucha perfección la belleza y el significado.

A quien no dudó en entregar el más generoso aporte, como al que sólo pudo dar una palabra de aliento.

Para todos ellos y, por cierto, para ustedes, es este reconocimiento. Cuando en su momento el señor Tremblay se refirió a la decisión que hoy se materializa, expresó:

“Al ayudar a perpetuar la memoria de Salvador Allende a través de la escultura, nuestro Gobierno reitera su compromiso de defender la democracia y los derechos humanos. La memoria de este hombre valiente, de este gran demócrata que ha sido Salvador Allende, debe ser parte de la herencia que dejaremos a nuestros hijos y nietos.” Debo decir que esas palabras de monsieur Tremblay habrían causado satisfacción a mi abuelo, porque por sobre todo él buscó entregar su vida a la construcción de una sociedad mejor, porque reflejan lo que hubiera querido que su recuerdo inspirara y porque, en el fondo, su lucha no era sólo para reivindicar más justicia hacia quienes menos tenían, sino, principalmente por las generaciones venideras y su“energía creadora”.

Compañeros y compañeras, amigos y amigas. Esta tarde, a pocos días de comenzar el otoño boreal o la primavera austral, es oportuno recordar algunas palabras que inspiraron al compañero presidente durante su vida:

El creyó con fuerza en la libertad. “Libertad para que cada ciudadano, de acuerdo con su conciencia y sus creencias, aporte su colaboración a la tarea colectiva”.

Luchó por la Igualdad. “La igualdad imprescindible para reconocer a cada hombre la dignidad y el respeto que debe exigir.”

Buscó “Crear una nueva sociedad capaz de progreso continuado en lo material, en lo técnico y en lo científico. Y también capaz de asegurar a sus intelectuales y a sus artistas las condiciones para expresar en sus obras un verdadero renacer cultural”.

“Crear una sociedad capaz de convivir con todos los pueblos: de convivir con las naciones avanzadas, cuya experiencia puede ser de gran utilidad en nuestro esfuerzo de autosuperació n. Crear, en fin –agregaba-, una nueva sociedad capaz de convivir con las naciones dependientes de todas las latitudes, hacia las cuales queremos volcar nuestra solidaridad fraterna”.

Esto, creo, es lo que el presidente hubiera querido que recordemos esta tarde. No porque fueran frases de su profundo convencimiento y la esencia evocadora de su historia personal, de una vida entregada a la política, que sin duda lo son; sino porque también constituyen un recuerdo, un llamado de atención, que lacera nuestras conciencias mientras aún estamos a medio camino.

Excúsenme la reflexión pero hemos superado un nuevo record en el mundo. Más de mil millones de subnutridos a nivel mundial. Las nuevas estimaciones de la FAO señalan que este año el total de seres humanos subnutridos alcanzaría la estremecedora cifra de 1.020 millones de habitantes. Cada día más lejos de la meta planteada por la Cumbre Mundial de la Alimentación, de reducir por la mitad el número de personas hambrientas antes del 2015.

La verdadera pandemia mundial, el desgarrador grito silencioso del hambre –que afecta a un sexto de la humanidad- representa un serio riesgo para la seguridad y la paz mundial. Seguramente el compañero presidente no habría podido dejar pasar esta oportunidad sin referirse a un dolor que, como éste, encontraría cobijo en su espíritu reflexivo y sereno pero, al mismo tiempo, rebelde. O tal vez, nos hubiera advertido de los efectos que nuestro desarrollo produce con el Calentamiento Global.

Hoy, a poco más de un siglo del nacimiento de Salvador Allende Gossens, conmemoramos un nuevo año desde los fatídicos hechos del Golpe militar en Chile. Recordamos al presidente constitucional muerto, defendiendo la democracia y, como anunciara, pagando con su vida la lealtad del Pueblo, cubierto de los valores y principios por los que jamás estuvo dispuesto a claudicar.

Frente a este arco, como cuando en los monumentos conmemorativos de la antigua Roma, hoy también celebramos el triunfo, no militar como en aquella, pero si la victoria de las ideas por sobre la brutalidad, la codicia y la intolerancia.

Estamos frente a un arco, tan fuerte o más que aquellos, porque representa los valores universales del Hombre que guiaron la vida del presidente Allende.

Una escultura que nos añora la belleza de lo natural, caudaloso y exuberante, como este parque tan hermoso de la generosa ciudad de Montreal, el parque Jean-Drapeau, nombre de un destacado servidor público de esta ciudad. O que nos recuerda los bosques húmedos del sur de Chile. O las tierras tropicales opulentas de nuestra América Latina.

Una escultura que puede representar, también, la actitud noble de nuestra diáspora para echar raíces en su destino, como la acogida fraterna de quienes fueron sus anfitriones. La firmeza de las raíces culturales de nuestros compatriotas y, como los mangles de nuestra América morena, la voluntad por hacer raíces en otras tierras.

Todos los hombres y mujeres de bien –sin distinción de credo, raza o ideología política -, entonces, caben bajo este arco.

Señores y señoras, compañeros y compañeras.

Volveré a mi patria, feliz de haber compartido este acto con ustedes, volveré a mi “patria chica” a mi comuna ñuñoína, satisfecha, una vez más, por este significativo acto. Volveré a abrazar a mi familia y les diré, nuevamente, que el abuelo Salvador no sembró en el desierto, que su sacrificio no fue en vano. Que en las lejanas tierras del norte de América, en Canadá, como en distintos parajes de la faz de la tierra, sigue habiendo Esperanza en un mundo mejor.

Muchas gracias.

Maya Fernández Allende es hija de Beatriz Allende Bussi; creció en el exilio.
 

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