México / Las versiones alternas de la esclavitud

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En algún lugar patológico, en el recoveco más profundo del carácter yace abatida, la voluntad; y mientras el mundo sigue girando aumenta irremediablemente el peso de las cadenas la restringen… Una adicción es, literalmente, la ausencia de libertad, la entrega total y obsesiva de una persona a una causa, actividad o sustancia. | LAURA M. LÓPEZ MURILLO.*

 

En el páramo de una adicción desciende la voluntad a niveles ínfimos y degradantes, se evaporan los afectos, el entorno pierde su consistencia y se diluye en una idea remota. La vida de un adicto transcurre alrededor del objeto que lo esclaviza, abandona sus actividades habituales, se aparta de quienes alguna vez fueron cercanos y emprende la temeraria trayectoria hacia el nivel superlativo de los excesos.

 

Por los daños causados en la integridad física y moral, la narcodependencia es una adicción condenada socialmente y combatida por el Estado. En el calderonismo se tipificó al narcotráfico como el motivo fundacional del crimen organizado —y ha sido la prioridad en la agenda pública en el sexenio que terminará con un recuento fatal de 80,000 fallecimientos en una guerra sin cuartel, sin nombre ni adjetivos.

 

Pero mientras se perseguía a los siniestros capos del narcotráfico con toda la fuerza del Estado para erradicar el cáncer social de la drogadicción, se permitía el establecimiento de negocios que propician la ludopatía, la adicción al juego.
Los estragos de la ludopatía al patrimonio no se condenan ni se exhiben en la sección roja de la prensa pero son tan devastadores como el flagelo de cualquier anfetamina o enervante.

 

Fuera del estigma delictivo, los vicios privados también cobran los excesos con la muerte: cada día mueren 167 mexicanos por causa del tabaco y el abuso en el consumo de alcohol es la causa del 56% de los homicidios, del 45% de los accidentes de tránsito, del 26% de los suicidios, es el motivo predominante en las conductas violentas y en la negligencia laboral.

 

Las repercusiones del tabaquismo y del alcoholismo desgarran el tejido social con la misma crueldad que los narcóticos; no obstante, son vicios legal y socialmente tolerados porque sólo se castigan los daños y perjuicios causados bajo el influjo del alcohol pero no se criminaliza a las empresas tabacaleras ni a las destiladoras.

 

Y en el ámbito del mercado se han inventado nuevas necesidades que es imperativo satisfacer: el uso de dispositivos de telefonía móvil conectados a la nube de la información que todo lo impregna. Los teléfonos inteligentes mantienen cautivos a los usuarios de las redes sociales y cada segundo se agudiza la paradoja de la globalización: estamos conectados en la virtualidad y desconectados del ambiente real.

 

El ensimismamiento tecnológico se expande en un escaparate global donde los usuarios satisfacen el afán de protagonismo, diseñan su identidad, comparten la atención y establecen afinidades. Los estragos de la ciberpatología en el organismo empiezan a registrarse, la divulgación de datos infundados adquiere la perversidad del fraude, la alevosía, la calumnia y la infamia pero el entorno digital excede a la competencia jurídica.

 

Ya sea por las drogas, el azar, el tabaco, el alcohol o el protagonismo, las adicciones destruyen los nexos entre los individuos y la realidad; todas son deplorables y aborrecibles porque son versiones alternas de la esclavitud, deben combatirse porque es un crimen abatir la voluntad y retenerla en el recoveco más profundo del carácter mientras aumenta irremediablemente el peso de las cadenas la restringen.
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* Licenciada por la UNAM, maestría en Estudios Humanísticos.
En www.argenpress.info
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