Mujeres sublevadas del Reino de Arabia
La noticia de la ejecución de la activista Esra al Ghamgham afortunadamente era falsa. Si la intención de quien la lanzó fue “erosionar la imagen” del régimen de Al-Saud, bastaba sólo con reflejar la realidad de la sociedad que ha creado con los parámetros de la Edad Media. Las noticias hay que contrastarlas, vengan de donde vengan. De hecho, los grupos feministas de Oriente Próximo (¡y no los confundan con las llamadas “feministas islámicas”, portavoces del tramposo oscurantismo feminizado!), no la dieron.
A la medida que se intensifica la lucha por el progreso de la sociedad civil del Reino de Arabia (denominación utilizada por las fuerzas progresistas de este país que así eliminan el apellido de la tribu que se ha apoderado del estado), aumenta la represión del régimen que además de fundamentalista, es de extrema derecha. Según la organización pro derechos humanos Reprieve, la tasa de ejecución en Arabia se ha duplicado desde el ascenso del príncipe Mohammed bin Salman, el Trump saudí, en junio del 2017.
Además de comprar el silencio de la prensa occidental sobre la guerra de Yemen, Mohammed “ha vendido” Jerusalén a EEUU, traicionando a los palestinos, ha patrocinado a los grupos terroristas, y no ha dudado en utilizar métodos de mafia secuestrando a los jeques millonarios para exigirles el rescate. ¿Cuánto y a quiénes pagó el reino para que le integraran en la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer de la ONU, para (¡agárrense!) “promocionar la participación igual de las mujeres en asuntos políticos y públicos: ¡Un zorro en el gallinero!
Ersa que fue detenida en 2015 junto con su esposo Moussa al-Hashem y otras siete personas en la región Qatif, se encuentra bajo la custodia de la temible policía política saudí (que suele utilizar torturas para conseguir “confesiones” de autoculpabilidad), y sus vidas siguen en peligro. El Tribunal Penal Especializado (SCC), creado en 2008 para juzgar casos del terrorismo, ha solicitado la pena de muerte para todas y sus destinos se decidirán los próximos meses. El SCC sentenció a muerte al aspirante de ser el Jomeini de Arabia, el clérigo chiíta, Nimr al-Nimr en 2016 y otros siete compañeros suyos. Al ser una dictadura que prohíbe cualquier formación política y civil secular, las únicas alternativas que se presentan (y sin que realmente la fuesen) son religiosas.
La región petrolífera de Qatif, que alberga la principal refinería y también la terminal de exportación del país y pora desgracia de al-Saud es de mayoría chiita, vive continuas protestas sociales desde 1979 y su militarización no ha hecho más que aumentar la tensión. La discriminación por pertenecer a una minoría religiosa junto con las deficiencias en las infraestructuras y los servicios básicos fueron motivos del levantamiento popular en el marco de las Primaveras árabes del 2011, duramente reprimido. En el mayo del 2017, la policía mató por disparos a un niño y un hombre paquistaní durante una manifestación.
Aunque Riad ha ratificado la Carta Árabe de Derechos Humanos del 1994, que propone la pena capital solo en caso de “crímenes más graves” o “circunstancias excepcionales”, la aplica para numerosos “delitos” no violentos que incluyen el activismo político, tráfico de droga, adulterio, homosexualidad, renegar del islam (como el caso del poeta palestino Ashraf Fayadh), e incluso brujería, a pesar de que es la Biblia que la condena a muerte (“A la hechicera no dejarás que viva”, Éxodo 22:18), no el Corán.
La clase burguesa de los países dictatoriales, por su propio bien e interés, deberían recibir cursos de sus colegas europeos sobre cómo mantener e incluso ampliar su poder sin recurrir a esa desmesurada brutalidad.
El estatus de subgénero de la mujer
El 19 de mayo pasado, sólo un mes después de que a bombo y platillo se anunció que las mujeres ya tenían derecho a conducir, el régimen detuvo a varias feministas, entre ellas Iman al Nafyan, Luyain al Hazlul, Aziza al-Yousef, y Aisha al-Manea, acusándolas de “conspiración contra el Estado”, o sea, contra la familia gobernante. Su objetivo no es otro que silenciar la voz de quienes exigen la abolición del sistema de “tutela” que considera a las mujeres como seres con discapacidad mental necesitadas del permiso de un wali (tutor varón): aunque pueda conducir un Ferrari o pilotar un avión, para salir de casa debe tener la autorización de un hombre.
¿En qué mundo viven? ¡Hace 55 años, la soviética Valentina Tereshkova pilotó la nave Vostok 6 para ir a dar un paseo por el espacio, y hoy se ofrece para viajar al Marte! ¿Estos señores realmente piensan que son más inteligentes y capaces que Angela Merkel, por ejemplo, quien dirige uno de los países más poderoso del planeta desde el 2005? Mientras consideran “progreso” sexualizar las olimpiadas del Río del 2016, permitiendo la participación de sus atletas siempre que estén totalmente tapadas, e incluso proponen el regreso de la Edad Media con unos Juegos Olímpicos sin mujeres, desconocen que hace 82 años España y Europa Occidental tuvieron su primera mujer ministra, la anarquista Federica Montseny.
En el Reino de Arabia, aunque usted sea una científica divorciada de 50 años debe tener el permiso de su hijo de 16 para hospedarse en un hotel, viajar, tener pasaporte o casarse. Es más: si la detienen, tras cumplir su condena, si su maldito “tutor” no va a recogerla, seguirá en la cárcel: ¡Una mujer ‘suelta’ provoca “fitna” (caos) social, poniendo patas arriba el orden cósmico! ¡Cuánta perversión enfermiza en esta mirada sexual a la mujer y al hombre! Y encima obligan a las mujeres llevar el velo y oscuro porque ellas “representan la tenebrosidad de los deseos”, y ellos que se visten de blanco, son la manifestación de la Luz. El control sobre la mitad de la población, utilizando además el terror, es una estrategia política: será más fácil dominar a la otra mitad, los hombres. La mayoría de los edificios públicos, incluidas oficinas, bancos y universidades, transporte público, parques y playa tienen entradas separadas para los diferentes sexos.
Desde la cuna hasta la tumba, la mujer no puede decidir su vida, y pasa a ser propiedad de un hombre a otro: es,
curiosamente, la misma imagen de las bodas semíticas en la que el padre “entrega” a su hija a su nuevo vigilante, quien puede repudiarla cuando le apetezca, mientras ella para librarse de él debe alegar un motivo “razonable” para el juez religioso. Y si tienen hijos, la madre es una simple portadora (hameléh) de niños engendrados por él, y nunca la tutora natural ni legal de sus vástagos: en determinados casos sólo podrá tener la custodia. De hecho, en los documentos de identidad no hay ninguna referencia a la madre, y el titular ha nacido sólo del padre: ¡cosas de la naturaleza!
No hay ninguna reforma real en este capitalismo religioso que mejore la situación de las mujeres: el Príncipe Heredero del régimen más misógino del mundo sólo está utilizando la “carta mujer” en sus jugadas políticas, mientras está aumentando la represión social contra un pueblo que ya se rebela. A falta de una estructura democrática del poder, cualquier reforma o conquista del pueblo podrá ser revertida fácilmente. Es imposible la igualdad de los ciudadanos y la justicia social bajo un sistema teocrático aunque Fátima Mernissi afirme lo contrario.
Seguimos pidiendo la liberación inmediata e incondicional de las mujeres y los hombres activistas del Reino de Arabia. Aún estamos a tiempo para detener la espada de los verdugos. 24 agosto 2018.
*Periodista iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista de Público.es. Fuente: http://www.nazanin.es/
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