Netanyahu necesita una guerra contra Irán
Los últimos ataques en Líbano no tienen otro objetivo que provocar que el régimen de los ayatolás decida iniciar una guerra contra Israel
El inicio de una nueva guerra contra Hamás tras el ataque terrorista del 7 de octubre no es más que la consecuencia de la necesidad de Benjamín Netanyahu de utilizar la conflagración bélica como cortina de humo para tapar sus problemas con la corrupción. Si ya de por sí el Estado de Israel es un país que viola de manera recurrente el derecho internacional y los derechos humanos, cometiendo día tras día crímenes de lesa humanidad, el hecho de que tenga a un primer ministro acorralado por la corrupción no hace más que incentivar a sus socios ultrasionistas para que le apoyen en la escalada bélica.
Sin embargo, Netanyahu se ha dado cuenta de que la ofensiva contra la Franja de Gaza, donde se está produciendo un genocidio y una limpieza étnica sistemática, se le está quedando corta. Necesita más para que el mundo occidental no se interponga en sus planes. Es cierto que tiene el apoyo de aliados tradicionales como Estados Unidos y de países que no han superado su complejo de culpabilidad tras la II guerra mundial, un complejo que les lleva a ser adoradores de la piel desechada en el Berit Milá de todos los primeros ministros israelíes, salvo, evidente, Golda Meir, quien por razones fisiológicas no participó de esa ceremonia.
No obstante, necesita más, no tanto desde un punto de vista exterior, sino interior, porque se ha encontrado con una oposición ciudadana que no esperaba. Por un lado, están los israelíes de buena fe, aquellos que contradicen el hecho de que aquellos que se oponen al genocidio en Palestina son antisemitas, que están en contra de las políticas colonialistas y que abogan por la solución de los dos Estados. En otro orden, está el sector de la ciudadanía que sigue pidiendo responsabilidades porque no olvidan la corrupción de Netanyahu por más que se permitiera el ataque terrorista de Hamás para tener un casus belli que justificara el genocidio sistemático en Gaza. El primer ministro israelí también se ha encontrado con el rechazo de las familias de los rehenes.
Por tanto, Netanyahu necesita dar un paso más y ha iniciado una escalada bélica para extender el conflicto aún más. El objetivo principal es Irán. Israel necesita entrar en guerra contra el país persa, pero no puede ser el atacante porque eso supondría, a buen seguro, la pérdida de apoyo político y militar por parte de sus aliados, incluso de los besadores del pellejo del Berit Milá.
Esa es la razón por la que han intensificado las provocaciones a través de operaciones letales de inteligencia del Mossad, como el bombardeo al consulado de Irán en Damasco, en el que fue asesinado un alto oficial de la Guardia Revolucionaria y, sobre todo, los ataques al Líbano.
La última gran operación israelí tiene como objetivo principal provocar a Irán a través de Hezbolá. El pasado martes, varios aparatos de localización y otros dispositivos personales estallaron en el Líbano y partes de Siria, en mercados, tiendas de comestibles y otros lugares públicos concurridos. Las explosiones mataron al menos a una docena de personas, entre ellas por lo menos dos niños y dos trabajadores sanitarios. Más de 2.800 personas resultaron heridas, según el Ministerio de Sanidad libanés.
El miércoles ocurrió una nueva serie de explosiones, esta vez de una gran cantidad de walkie-talkies en todo el Líbano, que dejaron otros 20 muertos y 450 heridos.
Se trata de una operación de una gran envergadura que no se improvisa, sino que ha tenido una preparación de mucho tiempo. Esto demuestra que el objetivo de Netanyahu es Irán.
El hecho de que Israel esté realizando este tipo de operaciones sin informar a su principal aliado, Estados Unidos, también es la confirmación de que la guerra contra Irán es un objetivo planteado desde un punto de vista interior. Netanyahu pasa olímpicamente de la Casa Blanca porque sabe que se le va a exigir contención.
Las consecuencias de las necesidades de supervivencia del primer ministro israelí pueden ser terribles para el resto de la humanidad. Según el centro de análisis Carnegie «a todos interesa la desescalada, a pesar de que algunos líderes no lo vean así. Más ataques iraníes no destruirán Israel, ni mejorarán el trato a los palestinos, ni detendrán los ataques a jefes de la Guardia Revolucionaria iraní. Igualmente, más ofensivas israelíes no mejorarán la situación atroz de los derechos humanos en Irán, ni favorecerán el abandono a Hezbolá, Hamás u otros enemigos de Israel. En algún momento será necesaria una desescalada mutua, mejor pronto que tarde». Netanyahu no ve esto.
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estudios Estratégicos del Reino Unido señala que «la creencia de que la demostración de una fuerza desproporcionada es la única manera de disuadir, como creen los halcones en Jerusalén y en Teherán, corre el riesgo de llevar a un ciclo sin fin de violencia. Hay una fina línea entre ser robusto y provocar que al adversario no le quede espacio para desescalar y salvar la cara».
* Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos «Gobernar es repartir dolor», «Regeneración», «El líder que marchitó a la Rosa», «IRPH: Operación de Estado» y de las novelas «Josaphat» y «El futuro nos espera».
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