Nos mata el planeta o nos asesinan las bombas

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Antaño, pero no hace mucho, era una suerte de apotegma: la subida del precio internacional del cobre estaba en directa relación con aprestos -también internacionales- de guerra. En la actualidad se informa que el cobre pisó en la bolsa de Londres los 154.584 centavos de dólar la libra. El más alto precio en 14 años. 1991 y sus vecinos en el calendario no fueron años pacíficos: Yugoslavia, Iraq, guerras en África, etc…

Científicos y organizaciones ecologistas -que cuentan con científicos, no se crea que no- han advertido por enésima vez sobre esa espada universal de Damocles, forjada a costa de los cambios climáticos producidos por la industria humana.

En síntesis: subirán los mares, terminará por desaparecer la capa de ozono, se extinguirán masivamente especies animales, vegetales, de insectos, se inundarán puertos y áreas costeras mientrs fuertes sequías angostarán las mediterráneas.

¿Existe la opción de rechazar este «regalo griego» ambiental que nos ha legado el último siglo y medio de industrialización?: -no matéis al mensajero- «no».

La esperanza de Kyoto

fotoKyoto fue capital de Japón durante 10 siglos -en la cuenta cristiana hasta mediados del XIX–. Conoce destrucciones y reconstrucciones; hoy apacible y jardinera (la imagen de apertura corresponde al islote adyacente al Pabellón de las Mariposas de uno de sus parques), fue una buena elección para que los contaminadores se pusieran de acuerdo acerca de lo necesario y posible para evitar el desastre: los famosos Protocolos de Kyoto,

Un protocolo es un acta que otorga solemnidad al registro de ciertos acuerdos; en 1997 lo firmaron más de 160 partes -países-, aunque a medidados de 2000 sólo lo habían ratificado 22. Al año siguiente eran 37. Así nos va.

En resumen: lo que se acordó -y quedó prolijamente escrito- es que las economías más industrializadas -los países «centrales» o del Primer Mundo- debían reducir sus emisiones venenosas en un cinco por ciento en el lustro comprendido entre 2008 y 2012.

Esto supone recortes variables. Suiza y la Unión Europea un ocho por ciento; seis por ciento Canadá; siete por ciento EEUU (EEUU rompió unilateralmente el acuerdo:quizá vio una mano terrorista; Australia hizo lo mismo); seis por ciento era la cuota para Hungría, Japón y Polonia; Nueva Zelanda, Rusia y Ucrania debían estabilizarse. Todo lo cual probablemente no sea suficiente.

Noruega podría incluso aumentarlas en un uno por ciento (la matanza de bebés focas no aumenta la polución -basura- en la atmósfera (es una suciedad espiritual, pero el espíritu anda en los últimos años con carga negativa; sobre la matanza de foquitas: El turismo con sangre se desarrolla), etc…

El Protocolo no obliga a los países en desarollo a asumir estas normas, dadas sus reducidas emisiones por habitante. Por lo tanto China e India, pese a ser globalmente grandes potencias contaminadoras quedaban exentas de cumplirlas –y vaya cómo contaminan–.

La reunión en Japón fue una entre muchas. En 1994 la ONU había proclamado el 16 de setiembre como «Día Internacional de la preservación de la capa de ozono», en conmemoración de la fecha en la que se firmó el Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la referida capa. Por actas solemnes no nos quedamos

La desesperanza del ozono

La capa de ozono se encuentra a unos veinticinco kilómetros sobre la superficie; se trata de un gas y su espesor -más o menos como una suela de zapato- es lo que protege la vida de los efectos de los rayos ultravioletas provenientes del sol. Sin este filtro son mortales. El «adelgazamiento» de la capa de ozono es particularmente notorio -y peligroso- sobre la Antártica y afecta buena parte del sur de América.

La degradación de la capa de ozono incrementa el riesgo de cáncer de piel y de afecciones oculares -no se descarta la ceguera- entre los animales, homo sapiens incluido; perjudica los cultivos y causa la muerte de microorganismos marinos entre otros males.

Si todos los países ratifican y cumplen los distintos instrumentos internacionales en la materia: Protocolos de Kyoto y Montreal, y las distintas Convenciones, tales como la Convención sobre la Diversidad Biológica y la Convención sobre el Cambio Climático, es probable -no una certidumbre- que para 2050, la capa de ozono pueda recuperar sus niveles previos a 1980. Sin embargo, vuelta atrás, Estados Unidos y otras economías o rechazan el Protocolo de Kyoto o -como era fama se hacía con las leyes coloniales en América- están dispuestos a obedecerlo pero no a cumplirlo, lo cual significa exactamente que el hilo de la espada se cortará.

Pautas insostenibles

Dicho a «calzón quitado»: son los patrones de producción y consumo exigidos por no más del 15 por ciento de la población mundial los que nos tienen con el cuello bajo esta versión del juego del viejo Damocles. Ese 15 por ciento -¿adivina donde vive?- significa alrededor del 56 por ciento del consumo total del mundo (el 40 por ciento más pobre, en los países ídem, tan sólo es responsable del 11 por ciento, así que ya sabe cómo reaccionar cuando le vengan con la monserga de que «todos somos igualmente responsables por la salud del planeta»). 

Desarrollo sostenible

En 2002 tuvo lugar la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, en Johannesburgo, Sudáfrica. El asunto a tratar fue cómo transformar la economía mundializada para asegurar un desarrollo sostenible. Dicho sueño pasa por abordar de una manera distinta la cuestión del desarrollo e implica una nueva modalidad de cooperación internacional, en la cual se reconoce que las decisiones tomadas en una parte del mundo pueden afectar a las personas de otras regiones. Toda una lucha contra el egoísmo, si a ver vamos.

La Cumbre de Johannesburgo abordó una serie de materias estrechamente vinculadas con el concepto de desarrollo sostenible: como la protección del ambiente, la desertificación, el agua, la energía, la salud, la agricultura, la biodiversidad, los océanos, los bosques, el calentamiento planetario y la atmósfera.

Un hecho lo dice todo: la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera -el «gas de invernadero» más abundante- era de alrededor de 270/280 partes por millón hace poco más de un siglo; hoy es de más de 380 partes por millón. Y un tercio del dióxido de carbono generado por las actividades humanas en los últimos años permanecerá en la atmósfera los próximos 100 años.

Otro es peculiarmente siniestro: el nivel del mar subió entre 10 y 20 centímetros desde 1900, debido a la elevación de la temperatura, fruto no deseado de la actividad fabril. Los glaciares no polares retroceden, la capa de hielo en ambos polos también.

El concepto de desarrollo sostenible no es compatible con los patrones vigentes, que apuntan a la puesta en marcha de nuevos polos industriales basados en el uso de energía producida por combustibles fósiles: petróleo, gas de petróleo. Ya en 1968, a raíz del Informe del Club de Roma -injustamente olvidado-, se apuntó que la crisis ambiental era una realidad y que la era de los combustibles fósiles había comenzado a vivir su ocaso: petróleo para 60 años o poco más, decíase.

Agua próxima a constituir un lujo

Si el petróleo mueve las industrias y contribuye con generosidad al aumento de la temperatura planetaria, los recursos de agua dulce son críticos. Para dar un ejemplo, Diego Díaz Martín, presidente de la venezolana VITALIS, señala que «para mantenerse saludable, cada uno de los seis mil millones de habitantes de la Tierra debe consumir alrededor de 4 litros de agua diariamente. No obstante, más de 2 mil millones de personas no tienen hoy en día acceso al agua potable».

El agua dulce disponible constituye sólo -poco más, poco menos- el uno por ciento del total del agua del planeta, el resto es agua salada o agua dulce congelada -que si se descongela fuera de control por el calentamiento del planeta será escasamente rescatable-. Tal cantidad de líquido sería suficiente para satisfacer las necesidades de unos 18 mil millones de personas.

En la mayor parte de los países el problema del agua se agrava por el despilfarro, allí donde abunda y en muchos lugares donde es escasa: por las fugas en los sistemas de distribución y la ausencia de programas racionales de manejo de los acuíferos y cuencas hidrográficas.

En la actualidad se calcula el consumo depredatorio mundial de agua en unos 250/300 litros por persona. El promedio es engañoso: en muchas zonas de África no roza los tres litros por habitante.

En los últimos 50 años el consumo de agua dulce se ha más que triplicado y los números para el futuro inmediato son más que preocupantes:

– Una veintena de países tiene seria escasez de agua;

– Hacia 2025 unos 3.500 millones de personas padecerán diversas formas de racionamiento;

– En el Tercer Mundo el 80 por ciento de todas las enfermedades está vinculado al acceso limitado al agua o al consumo de aguas contaminadas;

-Más de mil millones de personas no tienen acceso a aguas tratadas;

– La lluvia sobre las ciudades y centros industriales desplaza metales, aceite, y otros contaminantes a las napas subterráneas; en EEUU se ha advertido un tipo de contaminación por la orina humana, que incluye los deshechos de medicamentos: antibióticos y sicotrópicos (tranquilizantes).

El enemigo se llama CO2

Lo más urgente -pero no lo único para el salvataje del planeta y de las formas de vidaque sustenta- es reducir la emisiones de dóxido de carbono, identificado como el principal actor del proceso de calentamiento atmosférico.

La directora del programa de cambio climático de la organización World Wildlife Fund (WWF, Fundación vida silvestre), Nicole Saltman, ha señalado que muchos de las alteraciones previstas por los científicos -y a las que los gobiernos de los países más contaminadores no hicieron caso- «ya ocurren y empeorarán mucho más si no se actúa rápido».

La inmensa mayoría de los científicos estima que, al menos en el futuro inmediato, sólo será posible hacer más lento el calentamiento global, no detenerlo -quedaría para una etapa posterior-, y que el «efecto invernadero», que este año ha mostrado sus garras en los desastres de California, Colombia y Venezuela o en los desprendimientos de hielo en la costa antártica -para citar los más conocidos- aumentará si no existe la determimacion de reducir la emisión de gases y ésta efectivamente se reduce.

Una reunión de expertos autoconvocados en Inglaterra, estima que la reducción de gases no puede ser inferior a un 30 por ciento respecto de las emisiones habidas en 1990 -lo óptimo seríá un 50 por ciento- de aquí a 2050; de lo contrario…

El efecto invernadero consiste en que los gases lanzados a la atmósfera impedirán el escape de la radiación solar. Después del aumento de la temperatura vendrá el invierno final, porque tampoco «entrará» el calor del sol.

Desde comienzos del siglo XX, la acumulación de gases invernadero, generados fundamentalmente por el desarrollo industrial y los automóviles, ha pasado –como se ha dicho– de 280 partículas por millón (ppm) a las más de 380 ppm actuales. Como consecuencia se prevé un aumento de la temperatura de entre 1.4 y 5.8 grados centígrados en los próximos años, lo que provocaría un efecto catastrófico en todo el planeta.

Los Polos y la vida

El director del British Antartic Survey, Chris Rapley, señala que los hielos polares, que se consideraban estables, se derriten, advirtiendo que un 75 por ciento de los 400 glaciares de la Antártica están en ese proveso, lo que provocará un mayor aumento del nivel del mar.

No es mejor, ni mucho menos, la situación en el Polo Norte. Según el Informe sobre el impacto climático en el Ártico, la capa de hielo del Polo Norte desaparecerá hacia 2007. En los últimos 30 años se ha reducido casio en un 50 por ciento.

Cabe considerar que el hielo del Ártico refleja (devuelve) una gran cantidad del calor y radiaciones solares que llegan a la Tierra. Desaparecido el hielo…

En la actualidad los efectos del calentamiento se sienten sobre la vida silvestre: los osos polares, focas, leones marinos, plancton, ballenas están en serio peligro, como los fondos de de coral, verdareras esponjas que absorben alrededor de un 45/48 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono. Su desaparición, y hoy día el ritmo de su disminución, agrava el problema.

El golpe del cambio climático se hará sentir también en el cambio de los ritmos vitales de muchas especies, lo que provocará grandes desequilibrios en los ecosistemas naturales, lo que incluye a la vida humana.

Pero… el peligro es el terrorismo

En Madrid estos asuntos relacionados con el calentamiento global -y el calentamiento mismo- son, como dicen los ancianos en provincias- «pecata minuta». La cooperación internacional -informa la prensa- la piden dirigentes religiosos, políticos y académicos que debaten sobre cómo se puede luchar eficazmente contra el flagelo terrorista.

La Cumbre internacional sobre democracia, terrorismo y seguridad partió con el clásico llamado a sumar fuerzas para luchar contra el fenómeno del terrorismo, impulsar la cooperación internacional y defender los valores de la democracia.

El heredero de la corona española presidió -junto con su Letizia, a la que los observadores encontraron un poco delgada- la inauguración del las jornadas que hasta el 11 de marzo desarrollarán 23 mandatarios, 34 ex gobernantes y 200 expertos en terrorismo -¿se puede ser experto sin practicar el arte, el oficio, la técnica en cuestión?-, seguridad y política internacional.

No se informa si uno de los asuntos a tratar es la existencia -real o políticamente inducida- de Al Qaeda; tampco si EEUU advirtió sobre un «acto terrorista» para la ocasión.

Tampco, seguro, se hablará del terrorismo ejercido sobre inocentes por las tropas que ocupan Iraq, o el que fue desatado sobre Nicaragua, Panamá y algún país antillano en los últimos años.

En su mensaje, eso sí, el príncipe de Asturias manifestó su esperanza de que «los resultados de los trabajos de esta cumbre sirvan para avanzar en la erradicación del terrorismo, y contribuyan a potenciar de luchar de forma coordinada y firmemente contra esta barbarie».

Nadie en Madrid recordará que el mayor, más prolongado y más sangriento terrorismo fue el padecido por las naciones originarias de América, especialmente entre los siglos XVI y XVIII, cuyas salvajes características perduran de diversas formas hasta nuestros días.

El secretario de Estado de Asuntos Exteriores del gobierno español, Bernardino León, planteó como materia a charlar aquellas cosas «que hacen el caldo de cultivo» al terrorismo: las de tipo económico, político y sociales.

No quieren saber que los dioses ciegan a los que quieren perder.

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